malditos sean los curiosos y que los malditos sean curiosos:
la esencia de la poesía es una mezcla de insensatez y látigo...
....el gran Hank

viernes, 2 de junio de 2017

Pequod o la habitación itinerante





























Pequeños refugios, con sus sábanas como velas, sus luces turbias como un petromar en la popa del encuentro, armarios vacíos que no se llenarían, ventanas por la que arrojar el frío y la ropa, puertas numeradas, llegar, llegarte, llegarnos y drenar el contenido del matraz de la memoria, desmembrar el dolor y secar el llanto crecido en los pechos.  
Y allí tu Boudica, como una zarza dispuesta a arder, con su batiscafo de piel tendida en la caída. Bajo la almohada el brillo de la desesperación, cuchillo que afilará la distancia. Poner el corazón en el fuego por ti todas las veces. Ser cepo loco para tu carnada, cuando los límites son sólo líneas rotas que alguien pretendió dibujarnos ignorando que la tormenta es alimento de nuestra batalla. Nuestro privado ultramarinos de gestas y duelos de jadeos-rugidos y risas tiernas. Llorarnos con el cuerpo, enredados como hiedras. 
Nuestro amor es un animal. Y a él llegamos para hacer pedazos de la escarcha, triturar el vidrio y untar de calor el túnel más largo. Aprender nuestras cordilleras y batirnos en la mirada mientras te hundes en mi línea de flotación más allá de la alborada.
Lamer desbaratada toda la guarida y cruzar abierta la barda del insomnio que se inclina en abismos rojos. Gastado el paladar, gastado el lenguaje, amarrada a tu proa, masturbando el fracaso de no hundirnos juntos para siempre.
Fuera llegará el poema como un volantazo en mitad del paisaje. Intentando condensar humo y caricias, sin lograrlo, sin siquiera acercarse. Porque el poema siempre se queda lejos, porque el cuerpo es un terreno insobornable.

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