“el gusto está hecho
de mil aversiones”
Paul Valéry
A mí dame tus tachones
y no toques el desconchado de tu pared
que no solo hallo siluetas en las nubes
y reflejos bizarros en los charcos
y futuros en el poso del café
Mi perra necesita un baño
y yo el expolio de la pena.
También necesita comer hierba
para expurgar sus tripas
como yo, que me expurgo escribiendo.
Escribir será mi hierba.
A veces la tengo muy alta, casi laberíntica,
no me encuentro en ella.
y escribo, machete en mano, apretando la mandíbula
afinando la mirada, como si estuviera oscuro.
Otras veces uso las manos. Me gusta usar las manos.
Así lo
siento todo cerca. Y dentro.
Y estrecho y abierto a la vez.
Una expiación. Dilatar el momento, así,
a dos manos.
Y
flotar en un fragmento roto.
Tirar de lo deshilachado y confeccionar algo del
fracaso.
No es fácil desengancharse de uno mismo
así que declíname en
boceto del desnudo de cuarto de hora
y saca algo de la sombra.
Sombra y sobra
se parecen. Ambas quedan fuera del hambre.
Mi amor no es una variable así que construye un mirador en
mi pelo
para el hampa de nuestros deseos y aquello de recrearse en
lo obsceno.
Que el instante viene denso, late y puñe en el rácord de
nuestras desmemorias.
Mía la rabia constelada que arde. Y el momento rasurado con
calor.
Que ya sé que la raíz que hice en tu pecho era un relámpago
de tierra roja.
Un anclaje nuevo en el corazón del barro.
No me hagas habitable que aquí dentro todo resiste aunque se
acaben las noches.
Ver crecer la hierba, el sonido de lo despacio y tus palabras
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