malditos sean los curiosos y que los malditos sean curiosos:
la esencia de la poesía es una mezcla de insensatez y látigo...
....el gran Hank

sábado, 6 de mayo de 2023

naufragio azul prusia en una canción de Carlos Ann




"me ahogo cada vez que te acabo"

Carlos Ann



Hago de mi cuerpo servidumbre y dejo que el grito me cruce y amanse el mundo.

Los besos-furor, como la lluvia de los cementerios y el convoy de tu sangre, eso quiero llevarme. Nativo de mí, dices. Quiero habitar la abstracción/otro planeta con el idioma de tu risa, con la esencial mordedura que degüella soledades. Una Salomé de Beardsley que cobra vida derribando auroras de agua salvaje, acaba de cruzar mi esternón de puntillas. El músculo de terciopelo que encuentro en la periferia del momento/ruina viene y me da forma mientras fumas entre mis piernas, inhalas, exhalas y esa procesión de nubes de humo se va atando a mi cabello bajo el bruñir de tu mirada.

Estás en el poema, puedo verte mientras me ciño a tus pedazos.  

Hago de mi cuerpo un junco, un paisaje que es rasguño o sabrosa huella a la que regresar. Como a esas canciones, como a esos poemas que son trampas. Dulce alambre de espino, fábrica del verbo emboscada. Solo la ley de la víscera deshilachada. Porque son los flecos y el barniz de la luz lo que inunda y exalta. El mundo ahora es esta calle, o este camino sin asfaltar, con sus flores llenas de polvo, su polvo lleno de flores. El mundo es una presencia en un umbral golpeando con nudillos una puerta antigua y enorme que siempre se abre hacia dentro. O un peldaño roto en la mente del funambulista. O el pedazo que abarcas en la extensión de tus brazos. Vengo a ensuciarlo con un mal poema. Quiero ensanchar la piel del verso, de esos versos que son colonia de hongos negro-humo testimonio del incendio de la tinta. Así mis manos, tiznadas y no puedo dejar de oler la vida en ellas. Yo busco lo que ruge en este Occidente accidental. Algo que parece un animal. El voltaje del labio eléctrico. La cruz/luz donde amarran los sexos. El discurso de la pelvis borracha de la mujer que amas. O las costras del odio que ya no se derrama. Los santos griales de tu cabecita. El delirio es un túnel que te chupa mientras tu cabello te cubre los ojos y hueles a hierba mojada. Huye del verso castrado como de un licor que no aturda. Suda en los cambios de rasante del ser amado. Tristeza en polvo y gusanos/promesas de seda, se dejarán apartados en el plato. La carretera a tu desnudo es una cicatriz que serpentea, te acaricia y te maldice pero está ubicando el goce en el punto exacto, con carrozas de excitación y algo de sangre rimbaudiana. La picadura del arte es su imperio. Cultivar y cautivar. Desmayar y desnucar. Hay canciones que son himno de venas que in extremis marcan senderos para la turista hambrienta que se descalza y late, que se desviste y nace en y para la tormenta. 

Hago de mi cuerpo un remo místico, un volcán de saliva, una mirada que es espuela, un riff que es puñal nunca anestesia. Copa de adrenalina donde hundir tu nariz primero y hacerla danzar en círculos poderoso y desatado derviche. 

¿Sabes cuál es el color de mis recuerdos? Azul prusia. Y de fondo siempre el run run de una película francesa donde soy capaz de oler el hash en las medias de la protagonista. Sí, lo sé, vienes a bautizarte en mis neuronas, pero espera, que Lanegan está sentado en el salón y puedo cortar rebanadas de ternura mientras me quitas la arena de los muslos e inventas una playa en la cocina.     


2 comentarios:

  1. en cruz/luz, como puñado de arroz bien dispuesto, cada uno de sus granos ansiando ahogarse en marea cocida a fuego lento, ansiando reinventar todas las playas

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  2. No tenemos que coincidir en todo y siempre, solo en tus palabras me conformo y no es conformismo.
    F.

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