Ritmitas de marea. Si por dentro me observaras, todo lo verías. Cada capa, estrato del delirio que me alberga. Varios libros no escritos, más allá de la dermis, albergamos, porque la Vida, cuando libre, es una loca. De las que no están medicadas. Una danza sin historial de la histeria. Yo no quiero ni enterrar, ni enterrarme. La lucidez es el rayo oblicuo que cruza tu pensamiento, derrumbando a mansalva, lo que a duras penas, a duras rabias, venías tú con ternura construyendo. Viene a crujir y a desdecirte. En la cúspide hace frío y en la mina también cuesta respirar. No quiero leer reseñas del naufragio. La decadencia es obscena si no te toca. Un lienzo puro que cuelga de un muro que se queda a solas al anochecer. No hay viento en los museos. No hay redadas en sus salas. Me encantaría pasear borracha por el Louvre o El Prado. Que me hicieran un control de alcoholemia frente a un Caravaggio. Señorita, usted no puede mirar este cuadro, usted es un tigre. O que me dejen quieta frente a un Bosco, para ver si bajan o suben los niveles de mi aliento. Y desaparecer en El Jardín de las delicias. Nadie se dedica a bucear en mi aliento más allá de las cunetas a las seis de la mañana fuera del Amnesia. Tantas cosas que medir en él. En mi aliento. Desidia, indignación, deseo, voracidad, extenuación, hambre, sed. Esta mujer está demasiado embravecida, aléjense hasta que pase. Y que le pongan mi nombre a un huracán. O a un terremoto. Esta mujer que no observe un Freud, ni un Schiele, ni un Goya, hasta que esté limpia y serena, como un mar tras la tormenta.
Me encantaría arrojar a un lienzo todas tus palabras, incluso las que callas, a ver si tienen el coraje de exhibirlo en el Louvre o el Prado y si no, en cualquier garito de los que sales a las seis de la mañana.
ResponderEliminarF.
Te leo
ResponderEliminarMe leo en cada una de tus letras
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