Con el material de los cuerpos
adulteraremos nuestra memoria,
allí donde los contornos son orillas embravecidas
en las que nunca creció el miedo
volveremos a intentarnos, desmedidos.
Como lupanares malditos
que visitamos siempre por primera vez,
cada palabra saldrá nueva,
haremos barricada en la piel,
en el gesto,
tan hechizados,
dueños de esa fuerza extraña
con el acabamiento como salida eterna.
Porque sabemos aquello de abrirse el pecho
y cuidar de los tallos crecientes
en la herrumbre de los días.
Rezarle
a los orificios del alma.
Ser corteza al antojo del mal tiempo.
Con el vicio de abarcarnos las torceduras
y aliviar el
quejido en otras bocas,
otras lindes
y atraer otros tropiezos,
contando en voz baja,
la distancia entre luz y trueno.
Con el vicio de beber de las palabras
hasta embriagarnos
y errar la altura del vuelo
que nos lleva a la ausencia definitiva,
esa que nos deja en herencia la estampida en el adentro.
Con el material de los cuerpos
apresamos las ganas
y nos hallamos maravillados y sedentarios en el recuerdo,
tan poco libres,
tan poco diestros y tan indecorosamente ciegos.
Usaremos la belleza inexpugnable
de los momentos en que reímos hasta el dolor,
justo cuando cristalizó el instante eterno en la retina,
justo cuando te amé mandíbula batiente.
Tan fermentados en sudor/llanto,
sin temer la demolición,
porque aprendimos a habitar la grieta propia.
No hay idioma
desde que fuimos capaces de darle cuerda al desamparo,
y ahora las caricias y el ayer como alhajas benditas.
Ejecutamos el amorío e imaginamos brillos
porque el daño es ancho y profundo como un océano
y el amor se cultiva en barbecho
cuando el dolor es una resaca.
Con el material de los cuerpos haremos balada y epitafio
del héroe de la derrota,
el que habita avenidas y barras con su caballo de Troya
para vencer las mil noches oscuras del alma
y hallar escapatorias infinitas
y nunca definitivas.
Escenarios del amor:
habitaciones, tú y yo,
suelos, estaciones, esquinas.
Cenas en las que no recordamos pedir la cuenta.
Cuando al cuerpo le faltan manos, hay pasión y no corre el tiempo.
Praderas de angustia por las que pasear con el ansia
multiplicada
y poseer el don de la lágrima a escondidas.
Creamos el idioma desde el hambre
y somos astutos a pesar de que los ojos sean ramas que
cargan rocío.
A pesar del aguacero que hará que el sueño muera en la balsa.
A pesar de la bandera que crece en la respiración
entrecortada,
esa que se nos come las palabras.
A pesar de todo
salvaremos la magia
con qué otro si no
ResponderEliminarDentro de unas horas, cuando la luna se refleje en la mágica claraboya de la existencia, ya serán "las mil y una noches oscuras del alma".
ResponderEliminarSalut!
No , si no hay más remedio.
ResponderEliminarY no lo va a haber.
Bss