Y se sienta tétrico
en un cofre marrón.
Ante los pálidos sacerdotes.
Y señala delicadamente
al cielo.
Con palma y dedo índice.
Y tiene un halo
de puerta negra.
Y tiene una nariz aguileña
vigilante que ama odiar.
Pero ha aprendido a meditar.
Y no es bueno odiando.
Por eso observa, rosado laurel
en la cabeza.
A espaldas del príncipe Avalokitesvara
que acaricia con mano de nieve.
Y ensarta de perlas
la majestad del mar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario