malditos sean los curiosos y que los malditos sean curiosos:
la esencia de la poesía es una mezcla de insensatez y látigo...
....el gran Hank

miércoles, 19 de enero de 2022

Me enamoré de una portada de los Jayhawks

 


Naufragios cotidianos en lugares insospechados.

Me enamoré de la portada de un disco como el que se enamora de un hoyuelo, una mirada o un mechón rebelde. Porque esto funciona así. Lo dijo Cortázar. No se elige. 
A veces leo un libro o un poema y es como si me acabara de beber una botella de vino inmortal o como si hubiera atrapado una supernova entre mis dedos. A veces escucho una canción y es como si acabaras de recorrer todo mi cuerpo con tu lengua. Igual. Seísmo en el corazón. 

Después me dejé caer en la contraportada de ese vinilo e improvisé un poema con los títulos de las canciones, un cut-up a lo Burroughs. Y con la luz del ocaso de fondo todo cobraba un sentido de créditos finales de film mítico que te ha regalado una ebriedad interna, así, mecido dulcemente en el oleaje que ha invadido tu salón y que sigue colándose bajo las ranuras de todas la puertas.

Pude ver coches a través de las ventanas, regalando ese sonido que rasga el silencio y se diluye sin más en la distancia. Igual que las luces de sus faros, creando esa intermitencia lumínica. Blanco a rojo. Blanco a rojo. Las carreteras secundarias son como un fuego lento, te llevan pero te dejan paladear el paisaje. Son más peligrosas pero también más verdaderas. Por eso están plagadas de moteles que se llaman El Dorado, Manila o Luna Inn y tienen espejos en el techo y el tiempo en los relojes se detiene. De repente un parpadeo me devolvió a la realidad. Estaba en Discos Revolver. Los Jayhawks y mis dedos recorriendo esa portada mientras sonaba de fondo Let's spend the night together de Bowie





sábado, 1 de enero de 2022

Vengo a lanzar mi hacha


"sé que eres capaz de resurgir,

de aparecer sorprendiendo, 

como máquina expendedora de champán

en mitad del bosque"

G. Apesteguía


Por tercera vez, pretendo romper un champán barato en el casco de estos años veinte que tan ilusa inauguré en una Cuba sudorosa donde podíamos cantar unos encima de otros, y abrazarnos y besarnos, respirarnos a fin de cuentas, estar vivos, a ver si ahora sí. Un proverbio británico dice que el barco que no haya probado vino probará sangre. De hecho eran los griegos los que derramaban sangre de los sacrificios como bautismo naval, después llegaron las ánforas de vino. 

Un año nuevo como un velero que lanzamos al mar. Comparo un año nuevo con una travesía como una excusa tramposa de volver a intentarlo, sin pensar que no es posible perfeccionar el salto al vacío. Somos más bien una suma de saltos, titubeos e improvisación. Subir y caer. Alzarse y derramarse. El fondo es un pecio repleto de años nuevos rotos. 

He leído que en Babilonia, sacrificaban un buey, pero me quedo con los japoneses lanzando hachas para ahuyentar el mal, me parece más directo, aunque a día de hoy cortan la cuerda de amarre con un hacha hecha para la ocasión que deben después portar a bordo. Sajaré con los dientes ese hilo invisible que se trama a las 00:00, con uvas, vino y champán. Tierra, cepa y manos. Vendimia de deseos. Solo hay una salida de emergencia ¿o era una huida? Pero siempre hacia dentro. 

He construido una barra de bar con todos los libros que he leído y me han trepanado el cerebro y el ansia. Baudelaire es el barman perfecto de mi trinchera. Copas de topacio que romper o vaciar en mis vértices. Empantanados de tinta barbitúrico, no abandonaremos el riguroso salvajismo de ha de nacer de la palabra ya que amamantados de desmesura somos más felices. 

Ven y acaricia a la bestia, escúpeme todos los besos, que vengo a amar la afonía del jadeante cuando aún grita. Mieles para el deterioro y retratar la mordedura. 

No sé el motivo de comparar un nuevo año con un mar y a nosotros con la tripulación enloquecida que pretende llegar a quién sabe dónde, a bordo de una nave, más bien añeja, pero un naufragio juntos es la más bella osadía.