Pienso que me muevo.
Es como si hubiese estado nevando durante siglos
y todas las salidas estuvieran bloqueadas.
Al fondo de tu pasillo, mi voz,
como una música invisible en tu contestador.
Mi voz, entre esas cuatro paredes.
Mi voz. Nunca mis brazos. Nunca mis piernas.
Nunca mis sueños sobre tu almohada.
Nunca mis labios en la taza. Ni el olor de mi suavizante
en tus toallas.
De repente los días comprimidos
como pastillas que olvido si he tomado.
Paso semanas sin ver el mar,
yo, que desde aquí lo huelo.
Tú lo imaginas cada minuto.
Como esos grandes tótems de nuestros días
que al alcanzarse ya no vemos.
Será eso. Sólo eso.
Pido avance.
Un poco más torpe cada amanecer.
Un poco más humana. O no.
Acelerando en las curvas.
Arañando en tus recuerdos.
No decores más mi vida que siempre ando de mudanza.
Cargando con ese dolor tan viejo de mañana.
Nos gusta hacernos daño, dices.
Sí, las ganas.
echaba de menos letras así, Miss D.
ResponderEliminara estas horas, además, se escucha rasgar el silencio a cada renglón que leo.
le dejo un beso junto a la mesilla de noche
Muy bello tu poema...
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