malditos sean los curiosos y que los malditos sean curiosos:
la esencia de la poesía es una mezcla de insensatez y látigo...
....el gran Hank

martes, 16 de octubre de 2012

algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer - David Foster Wallace



He visto playas de sacarosa y aguas de un azul muy brillante. He visto un traje informal completamente rojo con las solapas evasé. He notado el olor de la loción de bronceado extendida sobre diez mil kilos de carne caliente. Me han llamado < > en tres países distintos. He visto a quinientos americanos pijos bailar el Electric Side. He visto atardeceres que parecían manipulados por ordenador y una luna tropical que parecía más una especie de limón obscenamente grande y suspendido que la vieja luna de piedra de Estados Unidos a la que estoy acostumbrado.
(...)
He bailado (muy brevemente) la conga.
(…)
El baño del camarote 1009 siempre huele a un desinfectante noruego pero no desagradable cuyo aroma se parece a como olería si alguien que supiera la composición organoquímica exacta de un limón pero en realidad nunca hubiera olido un limón intentara sintetizar el aroma de limón. Más o menos la misma relación con un limón de verdad que las aspirinas infantiles de Bayer con una naranja de verdad.

(...)

He visto montones de barcos blancos e inmensos. He visto bancos de pececitos con las aletas brillantes. He visto a un chico de trece años con tupé. (A los pececitos brillantes les gustaba aglomerarse entre nuestro casco y el cemento del muelle donde atracábamos). He visto la costa norte de Jamaica. He visto y olido a los ciento cuarenta y cinco gatos de la Residencia Ernest Hemingway de Cayo Hueso, Florida. Ahora conozco la diferencia entre el bingo normal y el Prize-O, y lo que quiere decir que el bote de un bingo “nieve”. He visto videocámaras que casi necesitaban una plataforma móvil: he visto maletas fluorescentes, gafas de sol fluorescentes, quevedos fluorescentes y más de veinte marcas distintas de chanclas de goma. He oído timbales, he comido buñuelos de caracola y he visto a una mujer con un vestido de lamé vomitando a distancia dentro de un ascensor de cristal. He señalado rítmicamente al techo al compás dos por cuatro de la misma música disco con la que en 1977 odiaba señalar al techo.

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