(tu risa es una ducha
en el infierno)
L. A. de Cuenca
21:30
Suelo estar tranquila hasta que
en vez de comunión leo demonio. Que es lo que me acaba de pasar leyendo un
poema. Y es como ese hilo de la blusa del que no tirar. Pero tiras. Y empiezas
a escribir un poema vestido de prosa y Heineken que acaba en verde y Desnuda. Y
tengo frío y estaré sola toda la noche. Y no sé dónde voy. Como si me hubiera
puesto el antifaz que usaba cuando hacía turno de noche en el aeropuerto, y
forzaba la oscuridad en mitad del olor a café y tostada y sólo eran las diez de
la mañana. Esa desubicación es tan peligrosa.
Tampoco he sido nunca de
itinerarios. No sé manipular el momento. Triangulaba bien pero nada de hacerle
cirugía al texto. Más bien de incluir el arañazo del gato, el mechón que cruza
el rostro o mi luxación del hombro izquierdo. Algo que intenta desprenderse de
uno mismo. Eso es el poema para mí. Una luxación. Como si fuera una alfombra
polvorienta, con sus ácaros, su polvo, su historia, su histeria, su barro y
pudiera sacudirla. Alejar el alma. Borrar huellas. Llamar escombro al rh
negativo que me recorre, en circuito cerrado, con sus picos y pozos. Desvirtuar
la pena un instante, improvisar un monólogo de sed que busca abrazo. Dejar que
dance la larva en plato ajeno. Que tú lo leas y entre uno y otro, travistamos
la curva cerrada en panorámica de luz, postal que se separa de lo hondo. Pero
soy sanguinolenta. Pero me escribo en carne viva. Y hueso. Y fluido. Y rabia. Y soledad. Y repetición, caos y precipicio. Y me desprendo de ello un rato. Y me siento ligera que no vacía. Un
viaje y su droga.
Hablar de aterrizaje es otro
poema que no sé si quiero escribir.
21:37
Da un poco de rabia (un peu beaucoup) saber que la persona que habita Ibiza galardonada con el premio de poesía Loewe no hayas sido tu.
ResponderEliminarF.
Música de cámara soñada por Joyce tal vez.
ResponderEliminar