la esencia de la poesía es una mezcla de insensatez y látigo...
....el gran Hank
lunes, 20 de enero de 2025
viernes, 17 de enero de 2025
El éxtasis - Paul Éluard
«Fire walk with me»
Twin Peaks
« y a d'autres mondes, mais ils sont en celui-ci»
Paul Éluard
Estoy ante este paisaje femenino
Como un niño ante el fuego
Sonriendo vagamente con lágrimas en los ojos
Ante este paisaje en que todo me emociona
Donde espejos se empañan donde espejos se limpian
Reflejando dos cuerpos desnudos estación a estación
Tengo tantas razones para perderme
En esta tierra sin caminos bajo este cielo sin horizonte
Hermosas razones que ayer ignoraba
Y que ya nunca olvidaré
Hermosas llaves de miradas claves hijas de sí mismas
Ante este paisaje donde la naturaleza es mía
Ante el fuego el primer fuego
Buena razón maestra
Estrella identificada
Y en la tierra y bajo el cielo fuera de mi corazón y en él
Segundo brote primera hoja verde
Que el mar cubre con sus alas
Y el sol al fondo de todo que viene de nosotros
Estoy ante este paisaje femenino
Como rama en el fuego.
«L’extase»
Je suis devant ce paysage féminin
Comme un enfant devant le feu
Souriant vaguement et les larmes aux yeux
Devant ce paysage où tout remue en moi
Où des miroirs s’embuent où des miroirs s’éclairent
Reflétant deux corps nus saisons contre saisons
J’ai tant de raison de me perdre
Sur cette terre sans chemins et sous ce ciel sans horizon
Belle raison que j’ignorais hier
Et que je n’oublierai jamais
Belles clés des regards clés filles d’elles-mêmes
Devant ce paysage où la nature est mienne
Devant le feu le premier feu
Bonne raison maîtresse
Etoile identifiée
Et sur la terre et sous le ciel hors de mon coeur et dans mon coeur
Second bourgeon première feuille verte
Que la mer couvre de ses ailes
Et le soleil au bout de tout venant de nous
Je suis devant ce paysage féminin
Comme une branche dans le feu.
miércoles, 2 de octubre de 2024
Buceando en el naufragio
Una vez leído el libro de mitos
y cargada la cámara
y comprobado el filo de la hoja del cuchillo,
me pongo
la armadura de caucho negro
las absurdas aletas
la tosca y rígida mascarilla.
Tengo que hacer todo esto
no como Costeau
con su diligente tripulación
a bordo de la goleta soleada
sino aquí, a solas.
Hay una escalera.
La escalera está siempre ahí
colgando inocentemente
al lado de la goleta.
Nosotros, que la hemos usado,
sabemos para qué sirve
Sería, si no,
un trozo de escoria marítima
un desperdicio cualquiera.
Desciendo.
peldaño tras peldaño y todavía
el oxígeno me sumerge
la luz azul
los claros átomos
de nuestro aire humano.
Desciendo.
Las aletas me estorban,
me arrastro por la escalera cual un insecto
y no hay nadie
que me diga cuándo va a comenzar
el océano.
Al principio el aire es azul y luego
es más azul y luego verde y luego
negro estoy perdiendo la conciencia
y sin embargo
mi careta es potente
llena la sangre con fuerza
el mar es otra historia
el mar no es cuestión de poder
tengo que aprender sola
a girar mi cuerpo sin esfuerzo
en el profundo elemento.
Y ahora: es fácil olvidar
a qué vine
entre tantos que siempre
han vivido aquí
ondeando sus dentados abanicos
entre los arrecifes
y además aquí abajo se respira de otro modo.
Vine a explorar el naufragio.
Las palabras son propósitos.
Las palabras son mapas.
He venido a ver el daño que se hizo
y los tesoros que se han conservado.
Deslizo el haz de luz de mi lámpara
lentamente por el flanco
de algo más permanente
que peces o algas
lo que vine a buscar:
el naufragio y no la historia del naufragio
la cosa en sí y no el mito
el ahogado rostro siempre mirando fijamente
hacia el sol
la evidencia del daño
carcomido por sales y vaivenes
hasta convertirlo en esta belleza raída
las cuadernas del desastre curvan su afirmación
entre difusas presencias.
Este es el lugar.
Y yo estoy aquí, sirena cuyo cabello oscuro
fluye negro, tritón en su cuerpo blindado.
Circundamos en silencio
por los restos del naufragio
nos sumergimos en la bodega.
Yo soy ella: yo soy él
cuyo rostro ahogado duerme con ojos abiertos
cuyo pecho aguanta todavía la tensión
cuya carga de plata, cobre, bronce yace
oscuramente en el interior de los barriles
mal encajados y pudriéndose
somos los instrumentos semidestruidos
que, una vez siguieron un rumbo
la bitácora carcomida por el agua
la brújula atascada.
Somos, soy, eres
por cobardía o valor
quienes hemos de hallar nuestro camino
de regreso a esta escena
llevando un cuchillo, una cámara
un libro de mitos
en el cual
nuestros nombres no aparecen.
viernes, 26 de julio de 2024
Katharsis - El muralismo hiper-violento de Orozco
Tras su viaje a los Estados Unidos en 1934, José Clemente Orozco regresó a México para pintar el muro oriente del Palacio de Bellas Artes en la Ciudad de Mexico, pero como el edificio estaba un poco hecho polvo, decidió no arriesgar su obra pintando directamente sobre un muro que se podía derrumbar en cualquier momento y optó por pintarla sobre un bastidor de acero.
Katharsis muestra mediante una orgía de color brillante y formas dinámicas una muy expresionista alegoría sobre la guerra y la desintegración. Para ello empleó diversos motivos, muchos de ellos recurrentes en su obra: las armas, las masas de gente, la lucha, el caos… Todo unido en una montaña de catarsis. También tenemos ahí la prostitución (putas que ríen simbolizando el abandono de los valores morales), las máquinas (que con sus engranajes parecen devorar a colectivos humanos enteros), una caja fuerte abierta (la avaricia y codicia humanas, el robo a la sociedad), el fuego… Porque en la parte superior de la obra todo está ardiendo, como si con un último sufrimiento extremo el fuego fuera a purificarlo todo.
¿Nos está diciendo Orozco que nuestra sociedad, donde se utiliza la máquina y la tecnología no precisamente para nobles fines, está abocada al fracaso? ¿Qué es mejor quemarlo todo y empezar de cero…?
Orozco era un genio, y mediante esa composición tan caótica, amplifica de manera increíble el dramatismo de la escena. Una tendencia clara hacia lo dramático y lo siniestro con la que quería lanzar un mensaje de alarma.
Autor del texto: Esteban Iborio
sábado, 8 de junio de 2024
un huracán fuera de temporada
Un coral, un relámpago, una palabra, un trozo de leña, un acorde o un rayo de luna, bastan. Un requiebro para recibir la aurora y hacer mío el temblor crucial y consagrarme como corazón hipnotizado que busca la escritura que devora y la encuentra en cualquier lugar. Aquí lo hacemos a oscuras porque no toda luz vale. Porque no toda luz viene del fuego. Aquí se tejen los versos al muslo y se alumbra lo que se alcanza. En la síntesis de una mirada, eso basta. La métrica del pensamiento desatado que se alcanza con la mano. La rima del gemido. La lengua de una diosa, nido de azúcar y también su espalda de sal repleta. En las líneas de fuga nadie debería querer reescribir una caricia, ni un verso, ni un dolor, porque no se puede. El que reescribe un poema lo convierte en algo que no fue y ya nunca será. Quién sabe reconstruir un arrecife? renombrar una galaxia? dibujar el origen de un sabor?
Yo, me reencarnaré en un poema. Quizá llegue con las crines lastimadas de deseo y tarde. Mejor. Con una plaga de recuerdos que respiren sin lamentos; un precipicio en el pecho desde donde se lanzaron, uno a uno, los días más felices, sin miedo, después de arrancar manojos de nostalgia de los caminos para no tropezar ni un segundo. Como una estrella moribunda que viene a traducir su fulgor, tal vez llegue, cuando las palabras sean la carne del poema, las pestañas estambres dulces donde amarrarse con euforia en lo inédito del amor que nadie escribió, con el lenguaje irreconocible que nace desde dentro, de roce duplicado, con su bautismo de fuego. Hay que tener los arrestos de salir de la muchedumbre. Exaltarse y blandir la palabra inesperada. Traducirse por dentro. A solas y más allá, afilar la pluma, elevarse en un abrazo de balconada, sabernos infinitos y barrocos. Los versos llenos de serpientes y nenúfares que vengan a tocar el mundo con suavidad y veneno y elevarse con austeridad y romanticismo en estos tiempos de romería y absurdo. Como barcazas surcando el desierto. Caballos crucificados devueltos a la vida. Tu mordisco tatuado en mi hombro izquierdo. Un revuelo de pétalos electrificados en el anfiteatro de tus ojos.
Leí que la ternura es un submarino que todos ignoran. Pero aquí no. Aquí un tratado de paz, un atlas de los instintos, más allá de la gramática del misterio y la muerte. Partidarios de la inspiración, sedientos por devoción. Notas sobre la belleza. La belleza del escalofrío que se siente versus el escalofrío que se provoca. Triunfantes los cuerpos que no se adornan con nada que no sientan. El gozo de la transformación nickcaveiana siempre presente en esta obra sin ensayos que son nuestras vidas. La promesa del aullido que se profiere desde lo más hondo. O un poema despiadado que rompa el ritmo de las estaciones. Un canto para nadie. Un aguacero para la desnudez. Habitar el Reino de los fines. Furiosamente hacia uno mismo. Ruinas en reconstrucción pero legítimos de nuestra derrota. El paisaje urgente que atraviese la nada que nos envuelve porque los sótanos de la transparencia están llenos de espejos. Hectáreas de vacío que ahuyentamos. Las proporciones áureas de nuestro abismo como himno.
Pero siempre pertenecerme entera, que el mundo está amueblado por tus ojos*, dijo el poeta y por ello crucé avenidas y partículas de luz para errar lugares pero acertar en mi emoción por si acaso no había nada más.
domingo, 2 de junio de 2024
"A scar is what happens when the word is made flesh.” Leonard Cohen
“Poetry is just the evidence of life. If your life is burning well, poetry is just the ash.”
“This world is full of conflicts and full of things that cannot be reconciled. But there are moments when we can… reconcile and embrace the whole mess, and that’s what I mean by ‘Hallelujah.'”
“Children show scars like medals. Lovers use them as secrets to reveal. A scar is what happens when the word is made flesh.”
domingo, 21 de abril de 2024
ALTAZOR O EL VIAJE EN PARACAÍDAS, VICENTE HUIDOBRO
PREFACIO
Nací a los treinta y tres años, el día de la muerte de Cristo; nací en el Equinoccio, bajo las hortensias y los aeroplanos del calor.
Tenía yo un profundo mirar de pichón, de túnel y de automóvil
sentimental.
Lanzaba suspiros de acróbata.
Mi padre era ciego y sus manos eran más admirables que la
noche.
Amo la noche, sombrero de todos
los días.
La noche, la noche del día,
del día al día siguiente.
Mi madre
hablaba como la aurora y como los dirigibles que van a caer. Tenía
cabellos color de bandera y ojos llenos de navíos lejanos.
Una tarde, cogí mi paracaídas y dije: «Entre una estrella y dos
golondrinas.» He aquí la muerte que se acerca como la tierra al
globo que cae.
Mi madre bordaba lágrimas
desiertas en los primeros arcoiris.
Y
ahora mi paracaídas cae de sueño en sueño por los espacios de la
muerte.
El primer día encontré un
pájaro desconocido que me dijo: «Si yo fuese dromedario no tendría
sed. ¿Qué hora es?» Bebió las gotas de rocío de mis cabellos, me
lanzó tres miradas y media y se alejó diciendo: «Adiós» con su
pañuelo soberbio.
Hacia las dos aquel
día, encontré un precioso aeroplano, lleno de escamas y caracoles.
Buscaba un rincón del cielo donde guarecerse de la lluvia.
Allá lejos, todos los barcos anclados, en la tinta de la aurora. De
pronto, comenzaron a desprenderse, uno a uno, arrastrando como
pabellón jirones de aurora incontestable.
Junto con marcharse los últimos, la aurora desapareció tras algunas
olas desmesuradamente infladas.
Entonces
oí hablar al Creador, sin nombre, que es un simple hueco en el
vacío, hermoso, como un ombligo.
«Hice
un gran ruido y este ruido formó el océano y las olas del
océano.
»Este ruido irá siempre pegado
a las olas del mar y las olas del mar irán siempre pegadas a él,
como los sellos en las tarjetas postales.
»Después tejí un largo bramante de rayos luminosos para coser los
días uno a uno; los días que tienen un oriente legítimo y
reconstituido, pero indiscutible.
»Después tracé la geografía de la tierra y las líneas de la
mano.
»Después bebí un poco de cognac
(a causa de la hidrografía).
»Después
creé la boca y los labios de la boca, para aprisionar las sonrisas
equívocas y los dientes de la boca, para vigilar las groserías que
nos vienen a la boca.
»Creé la lengua
de la boca que los hombres desviaron de su rol, haciéndola aprender
a hablar... a ella, ella, la bella nadadora, desviada para siempre de
su rol acuático y puramente acariciador.»
Mi paracaídas empezó a caer vertiginosamente. Tal es la fuerza de
atracción de la muerte y del sepulcro abierto.
Podéis creerlo, la tumba tiene más poder que los ojos de la amada.
La tumba abierta con todos sus imanes. Y esto te lo digo a ti, a ti
que cuando sonríes haces pensar en el comienzo del mundo.
Mi paracaídas se enredó en una estrella apagada que seguía su
órbita concienzudamente, como si ignorara la inutilidad de sus
esfuerzos.
Y aprovechando este reposo
bien ganado, comencé a llenar con profundos pensamientos las
casillas de mi tablero:
«Los verdaderos
poemas son incendios. La poesía se propaga por todas partes,
iluminando sus consumaciones con estremecimientos de placer o de
agonía.
»Se debe escribir en una lengua
que no sea materna.
»Los cuatro puntos
cardinales son tres: el sur y el norte.
»Un poema es una cosa que será.
»Un
poema es una cosa que nunca es, pero que debiera ser.
»Un poema es una cosa que nunca ha sido, que nunca podrá ser.
»Huye del sublime externo, si no quieres morir aplastado por el
viento.
»Si yo no hiciera al menos una
locura por año, me volvería loco.»
Tomo mi paracaídas, y del borde de mi estrella en marcha me lanzo a
la atmósfera del último suspiro.
Ruedo
interminablemente sobre las rocas de los sueños, ruedo entre las
nubes de la muerte.
Encuentro a la Virgen
sentada en una rosa, y me dice:
»Mira
mis manos: son transparentes como las bombillas eléctricas. ¿Ves
los filamentos de donde corre la sangre de mi luz intacta?
»Mira mi aureola. Tiene algunas saltaduras, lo que prueba mi
ancianidad.
»Soy la Virgen, la Virgen
sin mancha de tinta humana, la única que no lo sea a medias, y soy
la capitana de las otras once mil que estaban en verdad demasiado
restauradas.
»Hablo una lengua que llena
los corazones según la ley de las nubes comunicantes.
»Digo siempre adiós, y me quedo.
»Ámame, hijo mío, pues adoro tu poesía y te enseñaré proezas
aéreas.
»Tengo tanta necesidad de
ternura, besa mis cabellos, los he lavado esta mañana en las nubes
del alba y ahora quiero dormirme sobre el colchón de la neblina
intermitente.
»Mis miradas son un
alambre en el horizonte para el descanso de las golondrinas.
»Ámame.»
Me puse de rodillas en el
espacio circular y la Virgen se elevó y vino a sentarse en mi
paracaídas.
Me dormí y recité entonces
mis más hermosos poemas.
Las llamas de
mi poesía secaron los cabellos de la Virgen, que me dijo gracias y
se alejó, sentada sobre su rosa blanda.
Y heme aquí, solo, como el pequeño huérfano de los naufragios
anónimos.
Ah, qué hermoso..., qué
hermoso.
Veo las montañas, los ríos,
las selvas, el mar, los barcos, las flores y los caracoles.
Veo la noche y el día y el eje en que se juntan.
Ah, ah, soy Altazor, el gran poeta, sin caballo que coma alpiste, ni
caliente su garganta con claro de luna, sino con mi pequeño
paracaídas como un quitasol sobre los planetas.
De cada gota del sudor de mi frente hice nacer astros, que os dejo la
tarea de bautizar como a botellas de vino.
Lo veo todo, tengo mi cerebro forjado en lenguas de profeta.
La montaña es el suspiro de Dios, ascendiendo en termómetro
hinchado hasta tocar los pies de la amada.
Aquél que todo lo ha visto, que conoce todos los secretos sin ser
Walt Whitman, pues jamás he tenido una barba blanca como las bellas
enfermeras y los arroyos helados.
Aquél
que oye durante la noche los martillos de los monederos falsos, que
son solamente astrónomos activos.
Aquél
que bebe el vaso caliente de la sabiduría después del diluvio
obedeciendo a las palomas y que conoce la ruta de la fatiga, la
estela hirviente que dejan los barcos.
Aquél que conoce los almacenes de recuerdos y de bellas estaciones
olvidadas.
Él, el pastor de aeroplanos,
el conductor de las noches extraviadas y de los ponientes amaestrados
hacia los polos únicos.
Su queja es
semejante a una red parpadeante de aerolitos sin testigo.
El día se levanta en su corazón y él baja los párpados para hacer
la noche del reposo agrícola.
Lava sus
manos en la mirada de Dios, y peina su cabellera como la luz y la
cosecha de esas flacas espigas de la lluvia satisfecha.
Los gritos se alejan como un rebaño sobre las lomas cuando las
estrellas duermen después de una noche de trabajo continuo.
El hermoso cazador frente al bebedero celeste para los pájaros sin
corazón.
Sé triste tal cual las gacelas
ante el infinito y los meteoros, tal cual los desiertos sin
mirajes.
Hasta la llegada de una boca
hinchada de besos para la vendimia del destierro.
Sé triste, pues ella te espera en un rincón de este año que
pasa.
Está quizá al extremo de tu canción próxima y será bella como la cascada en libertad y rica como la línea ecuatorial.
Sé triste,
más triste que la rosa, la bella jaula de nuestras miradas y de las
abejas sin experiencia.
La vida es un
viaje en paracaídas y no lo que tú quieres creer.
Vamos cayendo, cayendo de nuestro cenit a nuestro nadir y dejamos el
aire manchado de sangre para que se envenenen los que vengan mañana
a respirarlo.
Adentro de ti mismo, fuera
de ti mismo, caerás del cenit al nadir porque ése es tu destino, tu
miserable destino. Y mientras de más alto caigas, más alto será el
rebote, más larga tu duración en la memoria de la piedra.
Hemos saltado del vientre de nuestra madre o del borde de una
estrella y vamos cayendo.
Ah mi
paracaídas, la única rosa perfumada de la atmósfera, la rosa de la
muerte, despeñada entre los astros de la muerte.
¿Habéis oído? Ese es el ruido siniestro de los pechos
cerrados.
Abre la puerta de tu alma y sal
a respirar al lado afuera. Puedes abrir con un suspiro la puerta que
haya cerrado el huracán.
Hombre, he ahí
tu paracaídas maravilloso como el vértigo.
Poeta, he ahí tu paracaídas, maravilloso como el imán del
abismo.
Mago, he ahí tu paracaídas que
una palabra tuya puede convertir en un parasubidas maravilloso como
el relámpago que quisiera cegar al creador.
¿Qué esperas?
Mas he ahí el secreto
del Tenebroso que olvidó sonreír.
Y el
paracaídas aguarda amarrado a la puerta como el caballo de la fuga
interminable.
sábado, 30 de marzo de 2024
VIGÍA DE MI PROFUNDIDAD
"A las gentes nos fue dada
esa maldita capacidad:
transformar el amor en nada".
Paulo Leminski
Recé a dioses extraños descalza, entre cantos de aves sin paraíso y los cantos del propio cuerpo cuando venían a cambiar el vendaje de mi sombra que no dejaba de devorarme. En la proyección de la caída me vi a mí misma, directa al suelo de tu pupila, intentando adivinar el movimiento que me sucedería pero no, nunca, porque la cartografía del oleaje es traicionera y al final algo me dice que en la exuberante oscuridad de mi verbo puedo ver y verme por dentro. Yo, que me alivio con un poema, yo, que me demoro en el mismo y le rompo el estribo y alimento a mis caballos de fuerza y me enveneno con el tiempo y hago del largo silencio un viaje, de mi corazón bastión y agito versos como banderas blancas mientras mis manos van a la deriva. Más tarde, el viacrucis de los cuerpos se elevará entre tanta naturaleza muerta. Más tarde cuando la noche sea un muro, el cabello magia, la palabra auxilio o fortaleza. Más tarde haciendo nido en el delta de mi cadera, cuando me abrace al relámpago de no tenerme. Una leyenda que se deshoja lentamente para que la escribas. Una cicatriz se esconde porque se sueña madriguera. Donde ardimos siempre será verano pero insistentemente te extraño. Crece la hierba sobre el pasado pero la memoria se afila como el agua y encuentra su camino. Y el velcro de las pieles y el paisaje que se incrustó por dentro hacen el resto porque el camino del dolor se aprende de memoria aunque no queramos.
martes, 19 de marzo de 2024
SCARLET RIVERA: EL VIOLÍN DEL HURACÁN
En Muzikalia: SCARLET RIVERA: EL VIOLÍN DEL HURACÁN
Un sinfín de historias y leyendas hablan sobre el
significado o el poder del cruce de caminos. El no-lugar, que decía Marc
Auge, donde los ciudadanos se convierten en meros elementos de
conjuntos que se forman y deshacen al azar. En las encrucijadas se
enterraba a los suicidas en la Edad Media, se llevaban a cabo ejecuciones y en
muchas culturas el cruce de caminos servía para invocar a los ancestros y
espíritus, realizar ofrendas, rituales mágicos, de purificación e incluso,
canjes a lo Robert Johnson con el mismísimo diablo.
Algo más prosaico pero no menos poético, es el cruce de
caminos que en ocasiones une a dos personas. O tres. O dieciocho. Y esos
encuentros también pueden resultar una ofrenda para nuestros sentidos, un punto
de encuentro entre lo terrenal y lo divino.
Un 5 de junio de 1975, una joven de 25 años llamada Donna
Shea caminaba con el estuche de su violín al hombro por la 13th Street
del Lower East Side, de Nueva York. La historia no habla de a dónde se dirigía
ni de dónde venía porque a veces todo ese envoltorio de detalles queda reducido
a la nada, sobre todo cuando una limusina de un color verde horrible se cruza
en tu camino. Esa joven nacida en Chicago en 1950, de orígenes irlandeses y
sicilianos, que soñaba con viajar a Europa del Este, amaneció un jueves
cualquiera sin poder imaginar jamás que acabaría subiendo a un coche
desconocido para ir a un local de ensayo en el que pasaría la tarde, escuchando
tocar y tocaría ante Muddy Waters, entre otros, grabaría ese verano
un álbum, Desire, y saldría embarcada prácticamente en una
gira que duraría seis meses. El nombre artístico de la violinista es Scarlet
Rivera y el del brujo con el que se cruzó y cambió su vida haciéndola
subir al coche, Bob Dylan.
Tres meses después, el escritor y dramaturgo Sam
Shepard, encontraba una pequeña nota de color verde sobre la mesa de su
cocina con un número de teléfono. Bob Dylan quería que le
acompañara en su gira para escribir el guion o cuaderno de bitácora de la
misma, con la idea de que todo desembocara en una película. Shepard tenía mil
planes en mente en su nuevo rancho. ¿Qué pensaba Dylan? ¿Que con un
chasquido de dedos iba a dejarlo todo? Sí, de nuevo, el brujo, el bardo de
Minnesota, abducía al escritor más cool del momento y lo unía
a esa troupe rocanrolera y circense que haría
historia recorriendo EEUU y Canadá en 57 recitales que venían a retumbar el
mundo, a imagen y semejanza de los indios Hopi, con su legendaria danza
de la serpiente y como mensajeros de este mundo lanzarían su plegaría al más
allá. La gira del trueno que retumba había cobrado vida.
Dylan y Shepard no se habían encontrado nunca antes, al
menos siendo conscientes de ello. En la misma época en la que el Wizard grababa
el épico disco The times are changing en los míticos Columbia
Studios de Nueva York (lugar que alumbró las grabaciones del Kind of
blue de Miles Davis, The Wall de Pink
Floyd o el New York New York de Frank Sinatra entre
otros muchos), tan sólo a unas calles de allí, en pleno corazón del Greenwich
Village, un joven Shepard trabajaba de busboy, lo que vendría
a ser ayudante de camarero en uno de los garitos más emblemáticos, el Village
Gate. La mayor parte de los feligreses que acudían a expiar sus pecados a golpe
de voz o mediante el exorcismo de los instrumentos musicales en el famoso
estudio de grabación, también conocido como The Church, ya que eso
fue, una iglesia desde 1875, en 1948 reconvertida -eriza por dentro imaginar la
acústica y la sensación que debía embriagar cada grabación- tocaban después en
vivo, al caer la noche, en el Village Gate. Ambos lugares gozaban
de mágicas propiedades acústicas, damos fe de ello.
Los tres, Rivera, Shepard y Dylan gastaron
sus suelas, sus manos, sus días y noches en busca de sus sueños, en el mismo
entramado de calles antes o después o al mismo tiempo. De hecho los tres
procedían de ciudades muy cercanas, Rivera y Shepard de Illinois, a orillas del
Lago Michigan, y el bardo Dylan de un poco más arriba, Duluth,
a orillas del Lago Superior. En esa rayuela del destino se fueron moviendo
siempre cerca.
La reunión urgente y salvaje de 18 músicos
quedó maravillosamente retratada de la mano de Shepard en un épico libro que
probablemente nada tenía que ver con la idea original de lo que debía ser. Algo
nos dice que Dylan quería hacer su propia película,
inspiradísima en Les enfants du paradis (1945), ya que verle
con esa máscara blanca y ese sombrero de ala ancha repleto de flores es ver al
gran mimo y actor Jean-Louis Barrault en la misma. Así, como dijo Oscar
Wilde «el hombre no es él mismo cuando habla en su propia persona.
Dale una máscara y te dirá la verdad», así hizo el hoodoo man, con
su banda improvisada y cambiante, sin apenas ensayos, conciertos en pequeños
aforos, sembrando el hechizo en ciudades ignoradas en las grandes giras, con
actuaciones de casi cuatro horas por sólo siete dólares y medio, más bien una
ruina en lo económico, pero para ser historia hay que hacer historia.
Allí, en ese cruce de caminos, fortuito o premeditado, con
un elenco de músicos inaudito e inspiradísimo, embriagados todos con el
violín que lloraba y reía, los temas sonaron con una energía hechizante, la
mirada de Dylan electrizaba y sometía, hay algo hipnótico en cada grabación que
nos ha llegado. Para la historia, las cuerdas de Scarlet en el
«Yo acuso» musical más efectivo y emotivo que se recuerde, el «Hurricane», nos
sigue maravillando, sonó con una fuerza distinta lo envolvió todo de un fuego
místico porque allí estaba «la misteriosa dama oscura del violín, con sus
sortilegios, su espada y su serpiente», tal y como la describió Shepard.
Y como suele pasar en el no-lugar, los elementos de conjuntos que se forman y
deshacen al azar, el de Minnesota no volvió a contar con Scarlet, según
dicen eso suele pasar con los genios. O con los trucos de magia en los circos.
O en los cruces de caminos.
Pero el violín del Huracán nos sigue y seguirá hechizando.
domingo, 11 de febrero de 2024
SENTIMENTAL CATÁSTROFE *
¿Dónde vas tú, sentimental catástrofe,
roto soneto,
galgo pasante por tu dorado escudo?
Francisco Umbral
Uno se cansa de pasear por escenarios vacíos trágicamente iluminados en noches literarias sin literatura. La imponderable necesidad de auxilio en la hora muerta lo abarca todo de un modo selvático. Más misterio en la contorsión del verbo, más humedad para lo frondoso en el gemido. El corazón es una bomba, no un recipiente. Mejor la mirada caleidoscopio y el músculo ya caliente de la intuición. Para saltar, combarme, serpentear, apartarme del simulacro de laureles y madreselvas que vienen a enterrar la luz más que a calmar el hambre. Mejor creer/crecer en el primer trazo emocionante que tiña el momento de balada punk por el bancarrotismo de las ilusiones y ser, como diría Kerouac, tan inexcrutable como la dirección que habría seguido un fuego apagado. Seguir hurgando más hondo hasta que la piel cante aleluya y después volver a hurgar, otro mundo aquí y ahora, por una poesía sin prospecto, una velocidad con curvas, una senda con misterios, un alboroto en las raíces. Dejar de explicarnos, que le tiemblen las pestañas y se le dilaten las pupilas al momento que llega. Como dijo el poeta, solo busco un poco de tiempo en estado puro.
Entre tanto pensamiento intoxicado, al fin, fabricar un resplandeciente vagón del silencio, en mitad de tanto siglo veintiuno.
domingo, 31 de diciembre de 2023
ROMANCERO ELÉCTRICO I