XVI
No nos une el amor sino el espanto
Borges
No, naturalmente, no nos une el amor
sobrevivimos sin amarnos
¿Cómo podríamos amarnos? Nadie ama a un desdichado
salvo que se trate de un hermoso príncipe de cuentos
y su desdicha sea sólo aburrimiento o hartazgo.
Nos cansa pronto escuchar
un gemido
y más aún cuando no proviene de un bello infante Abandonado
en una cesta a orillas de un lago de garzas y
flamencos.
No, los desdichados estamos confinados a sobrevivir en
la soledad masticando nuestra
humillación como
un veneno
que nunca nos mata.
No, naturalmente, no nos une el amor
en todo caso, lo que nos une es un idéntico resentimiento
una misma rebelión una rebelión
tan desmesurada que acaba por volverse
estéril. No es una rebelión genuinamente política ni
religiosa, es la rebelión
de nuestro origen contra sí mismo
de nuestra sangre contra sí misma
de nuestra nada contra la nada o
de nuestro cielo contra el cielo de los otros.
Es la rebelión de los que sufrimos porque deseamos algo
que no existe.
No, naturalmente, no nos une el amor
nos une el magnetismo de esta casa;
nos une este laboratorio del dolor;
nos une este cuarto que nos aísla del Insulto,
del
bostezo indiferente de la calle,
de las lluvias heladas del invierno,
del sol ardiente del verano;
nos une este lugar en el que somos contenidos
y este tiempo que nos mide.
No, naturalmente, no nos une el amor
nos une la misma búsqueda
(o la misma fuga)
Nos unen, en definitiva, los mismos interrogantes,
las mismas ignorancias
y el mismo deseo (una bruta ansiedad)
por conocer al menos el por qué de nuestro sufrimiento.
No, naturalmente, no nos une el amor
nos une, en el mejor de los casos, el terror a la
soledad
completa, la incapacidad de amar a otro ser
sin sentirnos inferiores y humillados.
Nos une un orgullo que se alza cuando más desmoronados
estamos.
Nos une la incredulidad de que alguien diferente pueda
amamos.
No nos une el amor
nos une la vergüenza.
Nos une el pudor de saber tan íntimamente cómo es el otro
y de no saber con la misma intimidad quién es el otro.
Nos une un raro temor, algo así como una envidia antici-
pada por si uno de los dos ingresa
al mundo de los seres
dichosos.
Nos unen todas las bajezas visibles
y las previsibles.
Nos une el fracaso como
un pacto de niños,
firmado con sangre y alfileres.
No, no nos une el amor
ni la esperanza de alguna vez amamos
nos une nuestro empecinamiento contra las insalvables
distancias que nos separan.
Nos une la inercia de dos esculturas que, comparten una
plaza: cada una sobre su piedra sin poder alejarse un
solo paso
pero también sin poder acercarse un
solo paso.
Nos une ese acercamiento incompleto
ese mirarnos cada uno desde su
altura
(o desde su miseria)
(o desde su miseria)
Nos une un largo silencio cargado de palabras
que pesan demasiado para decirlas así porque sí,
sin garantías de que no estallen en los labios al pronun-
ciarlas.
No, no nos une el amor
que es un puente
lo que nos une es un abismo.
Nos une este lamento
que trazamos las tardes de lluvia como dos gatos
arrinconados por niños armados con piedras.
Nos une este lamento
como una esperanza
involuntaria, inconsciente, de que él nos salve.
No, no nos une el amor
quizá sea el infortunio el que nos obliga a aferramos
con tanta
vehemencia,
quizá sea este viento por el que
nos dejamos arrastrar
o quizá sea esta penumbra que nos desdibuja.
No, no nos une el amor
nos une el acicate de una soledad idéntica y diferente
y no es únicamente el temor a la soledad presente
es también la premonición de encontrarnos solos en el
futuro.
leer a Sbarra es un regalo, una terrorífica maravilla necesaria. este poema en particular es de una lucidez envidiable, largo como un invierno salvaje, una obra de arte. el cierre del poema es un derrumbe glorioso una terrible y cruel evidencia digno de estar colgado en la cabecera de muchas camas de matrimonio." No naturalmente no nos une el amor, nos une este lamento que lanzamos como una flor y un insulto como un reproche y una súplica a todos y a nadie. Nos une este lamento porque el hecho mismo de haber podido construirlo se asemeja a la esperanza. Pero no nos engañemos, al final de cuentas, lo que nos une, no es el puente, sino el abismo".
ResponderEliminarfuerte abrazo y gracias por compartirlo.
gracias a ti por descubrírmelo
Eliminary ahí va entero, un invierno salvaje nunca es demasiado largo si está hecho con las manos de Sbarra.
abrazo
Ayer noche fui al cine. Después de ver la última lágrima de Blancanieves, tomé unas copas y me fui a casa. Necesitaba el masaje cardíaco de las 03.33. La morfina de los Cowboy Junkies y el desgarro de Sbarra hicieron mi espanto más llevadero...Yo diría que hasta placentero.
ResponderEliminarMuchas Gracias
Un impacto súbito desde la distancia que, sin embargo, me suena tan cercano, que me siento dibujado por su eco.
ResponderEliminarBesos y una sonrisilla de descubrimiento que no se me quita de la cara
yo también me siento dibujada por su eco
Eliminarbesos
Negar axiomáticamente algo que se es incapaz de experimentar no se que inspira más: si pena o idotez.
ResponderEliminarBuen poema ficticio.
Un saludo
de ficticio yo no le veo nada, al poema, pero cada uno lee como quiere leer, sólo faltaría
ResponderEliminary yo en dos minutos no soy capaz de leerlo como merece, debo ser lenta
saludos JJ
no. no nos une el amor. no, el amor de inspiracion. no, el de consumo.
ResponderEliminarNo, el que se empecina en señalar siempre la barrera entre el yo y los demás.
¿cuál, amor de amores, prevalece?
no. no el impecable amor de trshumancia.
('eppur si muove'!)