El aire huele a mar
El invierno tiene tanta altura que nos espanta
No se sabe dónde nacen los vientos
Ni que dirección toman
La casa cabecea como un barco
Qué mano nos mece
Al grito lanzado desde fuera
Salí para ver
Una mujer se ahogaba
Una mujer desconocida
La tendía la mano
La salvé
Después de haberle dicho mi nombre
Que ella no conocía
La puse a secar en un sitio más caliente
La vi volver a la vida y embellecerse
Luego como el calor aumentaba
Desapareció
Evaporada
Comencé a gritar y llorar
Y estallé
En carcajadas
Por un momento había recogido el renombre
En mi intimidad
Abrí la puerta y eché a correr
A campo traviesa a cantar a voz en cuello
Cuando volví
En mi casa se había hecho la calma
Y el fuego que se había apagado
en un monasterio el consuelo es que las paredes no se mueven y que la habitación siempre es la misma. Besos
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