Sobre
mi pescuezo sin armadura y sin odio, mi pescuezo
Que mi mano más
ligera y grave que una viuda
Acaricia bajo mi collar, sin que tu
corazón se conmueva,
Deja a tus dientes depositar su sonrisa de
lobo.
Oh
ven mi bello sol, oh ven mi noche de España,
Alcanza mis ojos que
mañana habrán muerto.
Alcanza, abre mi puerta, entrégame tu
mano,
Llévame lejos de aquí hasta alcanzar nuestro campo.
Pueden
despertar el cielo, florecer las estrellas,
No las flores
suspirar, ni de los prados la hierba negra
Acoger el rocío donde
la mañana va a beber,
La campana puede sonar: sólo yo voy a
morir.
¡Oh
ven mi cielo rosa, oh mi canasta rubia!
Visita en esta noche a tu
condenado a muerte.
Arráncate la carne, mata, trepa,
muerde,
¡Pero ven! Deposita tu mejilla junto a mi redonda cabeza.
No
hemos acabado aún de hablarnos de amor.
No hemos acabado aún de
fumar nuestros Gitanes.
Podemos preguntarnos por qué las Cortes
condenan
A un asesino tan bello que hace el día palidecer.
¡Amor
ven a mi boca! ¡Amor abre tus puertas!
Atraviesa los pasillos,
baja, camina ligero,
Vuela en las escaleras más ágil que un
pastor,
Más propicio al aire que un vuelo de hojas muertas.
Oh
atraviesa los muros; si hace falta camina en el borde
De los
techos, de los océanos; cúbrete de luz,
Usa la amenaza, usa la
plegaria,
Pero ven, oh mi fragata, una hora antes de mi muerte.
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