Viernes veintiuno de enero
6:47 spam, besos y Walter Freeman, rey de la técnica del
picahielo, en el buzón de entrada hablando de sobrecarga de emociones.
7:03 ya en la ducha, pienso en un amor lobotomizado mientras
la radio escupe noticias que se escurren por el sumidero con olor a gel de miel
y almendras.
Otro día de emboscada. Otro día de latitudes demoníacas en
las que no encontrarnos.
Atascos o cruzar los semáforos en ámbar, ascensores a punto
de cerrarse, coger turno para el análisis, para el correo, para la carne. Pedir
cita para amarte. Para estrellarme en tu cuerpo, como Crash de Cronenberg,
amasijo de caricias sin filtro.
Manosear el teclado. Habitar el ángulo muerto. Inocularnos la
desorientación. Hablar con gente sin rostro. Contestar emails, escanear
documentos, habitar la intranet como si fuera una enorme tela de araña. Brindar
por la insensibilidad en horario europeo. El móvil en vibración. Tú en
silencio. La pena en modo automático.
Un historial esquizo que muestra nuestro sendero de anoche,
altaporn, Lacan, Klittra, the sonics… Radiografiarnos el vacío a dentelladas. Preñados
de zumbido y ansiedad. Tricotarme al esternón tus abrazos mientras busco tu
verticalidad para trepar por ella, que inventes rascacielos entre mis piernas y
me vueles la pena con tus ojos.
la foto es enorme... y las palabras, las pupilas penetran desde los bordes negros para encarnar cada frase ahí abajo, en esas calles que logras hacernos pisar.
ResponderEliminarun abrazo
Tus palabras parecen haber salido de una ametralladora al otro lado de la pantalla.
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