robé esas palabras y te las dediqué en una servilleta de aquel bar en la calle del Almendro. cuando vi tus ojos, exactamente cuando vi el brillo en tus ojos, ese brillo capaz de romper oscuridades, no supe volver atrás, estuve a punto, justo antes del precipicio de tu mirada.
después tocó aprenderse como se tararea una melodía entre líneas feroces de piel dulce. desataste mi lengua y sentiste el cascabel de mis ganas de tenerte. estampaste tus gemidos en mi boca. sabía que podía amarte ansiosa y desaforada. sabía que podía atarte a mis amaneceres. que podía deshacer las tormentas en tu cabeza. también sabía que no era lo soñado, que podía encontrar las siete o las mil diferencias, pero que me sentía viva y mientras cubría con sábanas blancas tus recuerdos, casi me sentí flotar.
la Virgen!...se nos acaba de caer pujando en la procesión
ResponderEliminarTremendo
si puedes escribir esto habiéndolo vivido antes es que escribes bien; si puedes escribirlo sin haberlo vivido es un paso grande más allá.
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