Los extraños efectos de la luz me obligaron a examinar
individualmente las caras de la gente y, aunque la rapidez
con que aquel mundo pasaba delante de la ventana me impedía
lanzar más que una ojeada a cada rostro, me pareció que,
en mi singular disposición de ánimo, era capaz de leer
la historia de muchos años en el breve intervalo de una mirada.
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