Llega el tiempo de no esperar a nadie.
Pasa el amor, fugaz y silencioso
como en la lejanía un tren nocturno.
No queda nadie. Es hora de volver
al desolado reino del absurdo,
a sentirse culpable, al vulgar miedo
de perder lo que estaba, ya, perdido.
Al inútil y sórdido tiempo moral.
Es hora ya de darse por vencido
en el trabajo a solas, otro invierno.
¿Cuántos quedan aún, y qué sentido
tiene esta vida donde te he buscado,
si ya llegó la hora tan temida
de comprobar que nunca has existido?
ya sé que me ignora, Miss D... hace usted bien, pero es que echo mucho de menos aquellas letras tan suyas que nos regala de vez en cuando... me preguntaba si volverían alguna vez... Un saludo que no espera respuesta (pero desea reacción)
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