La pluma que contaba la verdad
fue a parar a la lavadora,
para su desgracia. Salió
una hora después y acabó
en la secadora. Pasaron los días
y estaba tranquilamente en el escritorio,
bajo la ventana. Allí estaba,
pensando que se había estropeado.
Sin esperanza alguna.
No tenía ganas
de seguir adelante, aunque lo intentara.
Pero una mañana, una hora más o menos
antes del amanecer, volvió a la vida
y escribió:
"Los húmedos campos dormidos bajo la luna".
Luego volvió a quedarse quieta.
Su misión en esta vida
había llegado a su fin.
Él la sacudió, la golpeó
contra la mesa. Luego se olvidó
de ella, o casi.
Una vez más, con grandísimo
esfuerzo, había agotado sus últimas
reservas. Esto es lo que escribió:
"Un ligero viento, al otro lado de la ventana,
los árboles bracean en el aire dorado de la mañana".
Intentó escribir algo más
pero no hubo forma. La pluma
había dejado de funcionar para siempre.
Tiempo después se fue
al cubo de la basura junto con
otras cosas. Y mucho después
fue otra pluma,
una pluma que aún no se había probado a sí misma,
la que escribió:
"La oscuridad se agrupa en las ramas.
Quédate dentro. Quédate quieto".
Conocia al grandisimo Carver por sus extraordinarios cuentos cortos.
ResponderEliminaracudí a su poesia por curiosidad y me atrap-o del todo.
Creo que la sensacional "Protegiendo a la nº uno" es una muestra de amor bellisima.
Y "en la cocina con mi hija" es durisima en su belleza.