Se acordó de cuando estuvo solo en Constantinopla, tras reñir con ella en
París y marcharse. Había ido de putas sin parar, y cuando acabó, y vio que no
conseguía matar la soledad, sino empeorarla, le escribió a ella, a la primera, a
la que le dejó, una carta en la que le decía que nunca había sido capaz de matar
la soledad... Que una vez creyó haberla visto delante del Regence y le vino un
mareo y una náusea, y que cuando iba por el bulevar y veía a una mujer que se le
parecía un poco se ponía a seguirla, temiendo descubrir que no era
ella.
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