¿Crees que no sé todo acerca de ti?
No hay mucho para saber - contesté tímidamente.
Claro que no. Escucha. – Crumley sorbió otro trago, cerró los ojos y comenzó a leer los detalles de mi vida en la parte de atrás de sus párpados.
A Shrank y a mí nos asaltó una especie de paroxismo. A mí, porque acababa de decir una verdad, como si hubiese destapado un horno de donde emanaba un calor que me quemaba la cara, la lengua, el corazón y el alma.
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