N A T U R A L E Z A S M U E R T A S
Estamos hechos de carreras que
se dejan a la mitad por esprintar demasiado y de curvas tan cerradas que se
convierten en cintas de moebius, y ya no sabemos si íbamos o veníamos, como bajo el agua, que crees que subes hasta
que te revientan los tímpanos. Esto es
sólo una enorme Sagrada Familia repleta de andamios y puntales, que siempre
andamos retocando, fastidiando la foto perfecta, el dichoso foto finish que dirían algunos, con nuestra ansia de perseguir
horizontes y otras cosas que nunca se alcanzan. Almacenamos un blues y fotos
rotas que nos da miedo tirar. Pequeños Diógenes incorporados que nos llenan de
daño y remordimientos.
Nos decimos en flujo interno:
pero qué tristeza, joder.. Como si la vida fuera un día de pesca y nuestras
redes estuvieran rotas desde el principio, y aún así, nos echamos a la mar, no
inocentes pero sí ilusionados. Alma de feriantes y trileros, con circo sin
animales y con acróbatas muertos. Mirándonos en espejos que nunca se han roto y soñando
pieles que nunca se han sudado, así se rompen las líneas negras de esta
plegaria que nunca sirvió. Pensándolo bien no hay ni equipaje, sólo rabia, raíces y fiebre. Arrancarnos
de la tierra se complica cuando ya somos naturalezas muertas y estamos hechos
de miedo, parches y estómagos de paja. Somos como esa página de bloc agujereada
en quinto curso de tanto borrar y volverlo a intentar. Y es entonces cuando nada nos inspira más
que la pérdida y el escenario apocalíptico de un adiós y decidimos que el
pasado es un buen miembro con el que masturbarse. Deambulando por los pasillos,
descalzos, clavándonos los ayeres
cual fakir triste que no aprende a soportar el dolor. Y así pasan los días, como páginas de un libro
sin letra, sin la furia necesaria, dejando bailar ante nosotros otro abismo,
imaginando el salto, imaginando la carrera que antecede, la potencia, el talón
despegándose del suelo. La tensión en el gemelo, los brazos que muerden el aire
y todo para acabar en el mismo sitio. Sin tren, sin salto y ya casi sin abismo.
Y el hibiscus vomita otra flor en la
terraza y los relojes blandos de Dalí como una amenaza del tiempo que se
escurre por el sumidero.
( O A M O R )
He pensado en la tensión de los
arcos y las flechas como metáfora del deseo. Cuando vi tus ojos, exactamente
cuando vi el brillo en tus ojos, ese brillo capaz de romper oscuridades, me vi
perdida. Porque ya necesito ser la punzada que cruza tu carne y tu sueño para
así sentirme viva, porque ya necesito amarte ansiosa y desaforada y deshacer
las tormentas en tu cabeza. Necesito mi ansiedad, que ya soy yo, como un cuerpo
latiendo dentro de otro cuerpo mientras se me rompen los espacios que ansío
gobiernes con tu mirada. Y aunque después el dolor, como un flexo que se
encorva en mitad de la noche, venga a buscarme con su luz enferma a derrumbar mis sueños de piel
y violencia cuando son lo único que tengo, te digo que no me importará porque
contigo me late música por dentro cuando todo es silencio, cuando todo parece
sencillo, hasta morir.
Siempre que entro en tu blog y suena Johnny Cash me derrito. No puedo evitarlo.
ResponderEliminar:)
ha sido como leer un resumen de mucho de lo que te he leído. me quedo con ambos, pero sobre todo con el primer texto. un abrazo
ResponderEliminarMe gustó más el segundo texto, un placer pasar por acá.
ResponderEliminarBeso
Es necesario el dolor, para comprender. Un abrazo.
ResponderEliminarEs un texto espléndido, de esos que acanalan la piel y socavan muy profundo. Un abrazo y gracias por esta prosa que acompaña mi primer café humeante de la mañana
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