Siempre es conmovedor el ocaso
por indigente o charro que sea,
pero más conmovedor todavía
es aquel brillo desesperado y final
que herrumbra la llanura
cuando el sol último se ha hundido.
Nos duele sostener esa luz tirante y distinta,
esa alucinación que impone al espacio
el unánime miedo de la sombra
y que cesa de golpe
cuando notamos su falsía,
como cesan los sueños
cuando sabemos que soñamos.
precioso portal para caer a la deriva de tanto y tan grande.
ResponderEliminarme pierdo un rato por entre las entradas.
saludos
Hay que andar con los pies en el suelo y la mirada en el cielo. Mirar a lo lejos y arriba pero los pies simpre en el suelo, sentir la tierra.
ResponderEliminarUn saludo