Tengo 32 años, pero nadie sabe, ni siquiera yo, cuánto tiempo he vivido. Nací (según los papeles y los hombres) en 1955 pero no sé si estaba vivo en abril del 69, en marzo del 80, en aquella mañana gris, mientras remaba en el lago tranquilamente sueco. Nadie sabe los años que tiene, nadie conoce su verdadera edad, todos mentimos cuando decimos: "Tengo 32 años y soy ingeniero".
Todos
hemos estado muertos en el vientre estéril de la noche, cuando no
podemos dormir y nadie pone un disco para que bailemos con las estrellas
desnudas.
Las horas nos
entierran de repente, sobre nosotros crecen los minutos y las flores
moradas de la alta montaña. Luego, de pronto, otras horas nos
desentierran con un beso en la boca, una mano debajo del pantalón o una
simple tormenta, la madre del rayo y del charco, la tormenta salvadora.
... Ahora sé que tengo pocos minutos y pocos años...
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