Lo primero que hice fue quemar todos mis libros de Charles Bukowski. Saqué el papel de aluminio y lo extendí en el suelo. Rompí en mil pedazos las entrañas inmundas de la literatura-plancton y encendí una cerilla. Apagué las luces y observé las llamas junto con unas películas caseras en super-8 que había hecho mientras me hallaba bajo la influencia de aquella vida que ahora había decidido cambiar. Las pelis eran las típicas mierdas sangrientas con marionetas follando, ah, y ese efecto como de programa televisivo de videntes con formas aristoides flotando y girando de un modo surrealista cargado de significado. Qué chorrada, era como ver un seminario para agentes inmobiliarios, pero quedaba bien como telón de fondo para mi conversación a Dios a través de la MTV. Dios. Dios. Dios. Me siento con las piernas cruzadas. El rosario a mi izquierda, la Biblia a mi derecha, aquí estoy atascado en medio contigo. «Atascado en medio contigo». ¿Quién cantaba esa canción? ¿Atlanta Rhythm Section? Steve Miller, puf, Dios.
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