Me desvelas y me haces caliente en las trampas de tu piel, cuando amaneces, cuando te vuelves oscuro o en pleamar. Trampas tapizadas de entrañas y casquería variada, me rompes la farolas y te cuelas bien dentro y ya no sabes volver a casa ni yo volverte. Tiras bien fuerte porque he mordido tu anzuelo, y te gusta la sirena y te gusta la sal. He abierto todas las puertas y ahora danzan los deseos, en voz alta, orgullosos, tremendos, de arrabal. No hay nada como perderse. No hay nada como olvidar nuestros nombres. No hay nada más que olas blancas aferradas con bajeras al colchón de nuestros mares. Salpicándonos. Eres el amarre, eres la cala. Devoción y ansiedad.
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