Me faltan algunos odios todavía.
Estoy seguro de que existen.
Estoy seguro de que existen.
(...)
Os lo digo, infelices, jodidos de la vida, vencidos, desollados,
siempre empapados de sudor; os lo advierto: cuando los grandes de este
mundo empiezan a amaros es porque van a convertiros en carne de cañón.
(...)
(...)
Pero era demasiado tarde para rehacer la juventud. ¡Ya no creía en ella! En seguida te vuelves viejo y de forma irremediable. Lo notas porque has aprendido a amar tu desgracia, a tu pesar. Es la naturaleza, que es más fuerte que tú, y se acabó. Nos ensaya en un género y ya no podemos salir de él. Yo había seguido la dirección de la inquietud. Te tomas en serio tu papel y tu destino poco a poco y luego, cuando te quieres dar cuenta, es demasiado tarde para cambiarlos. Te has vuelto inquieto y así te quedas para siempre.
Cómo me gustan las ventanas abiertas y los cristales trasparentes, aunque siempre acabo cerrando sus hojas y dibujando sueños en las traslúcidas vidrieras, cubiertas del vaho de nuestros suspiros.
ResponderEliminarBesos