no, no eran mariposas, eran
larvas, y ese cosquilleo era similar a una pequeña fiesta que reptaba
por mi cuerpo, una fiesta itinerante que acabó produciendo un ardor que fácilmente
confundí con alegría. si escuece, sana, y en el peor de los
casos será una infección. yo pienso que ya no hay cura que no sea una
bala de plata, una lobotomía o talar la pasión de un buen hachazo. este sentimiento que gangrena, como el pequeño remolino
que deriva en tornado. bienaventurados los románticos, porque de ellos
serán las tormentas de verano, los besos dulces y los paseos cogidos de
la mano. a nosotros ya sabes lo que nos queda, frotarnos con cada pared
como perros pulgosos en busca de caricias tristes. apagar las luces y
que nadie nos vea, ni siquiera nosotros mismos, vaya a ser que nos
asustemos del reflejo de la derrota en nuestros rostros.
no eran mariposas, eran larvas,
pero juro que sentí su aleteo en algunos momentos.
Lo único que nos queda es acostumbrarnos a vivir en películas de amor en donde el romanticismo es una enfermedad de verano y los besos acaramelados salen más caros de lo que uno puede pagar.
ResponderEliminarComo si fuera tan sencillo renunciar a ser larva y perpetuarse crisálida amorosa a un tiempo!
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