malditos sean los curiosos y que los malditos sean curiosos:
la esencia de la poesía es una mezcla de insensatez y látigo...
....el gran Hank

jueves, 30 de junio de 2011

Enterarse de una noticia en el coche - Philippe Delerm

"France Inter, son las cinco de la tarde, hora de las informaciones, presentadas por..." Una breve sintonía y : "Acaba de llegar la noticia a los teletipos: ha muerto Jacques Brel".
En ese lugar, la autopista desciende rápidamente por un valle carente de especial encanto, en una zona situada entre la salida de Évreux y la de Mantes. Hemos pasado por allí mil veces, sin más cuidado que adelantar a un camión o empezar a preocuparnos por el dinero del peaje. De súbito el paisaje queda recortado, paralizada su imagen. Todo transcurre en una fracción de segundo. Sabemos que la foto está tomada. Esa subida de tres carriles totalmente anónima y gris que asciende hacia el valle del Sena cobra un carácter, una singularidad que no sospechábamos. Puede incluso que el canmión Antar rojo y blanco del carril de la derecha permanezca en la imagen. Es como si descubriésemos la realidad de un lugar que no nos apetecía conocer, que asociábamos tan sólo con cierto hastío con una leve fatiga, una taciturna abstracción del paisaje.
Teníamos de Jacques Brel montones de imágenes, recuerdos de adolescencia ligados a canciones, ese estallido físico de la ovación cuando cantaba Amsterdam en el Olympia en 1964. Pero todo eso desaparecerá. El tiempo pasará. Oiremos al principio muchas canciones de Brel, muchos homenajes. Luego irán espaciándose, hasta quedar en casi nada. Pero, cada vez, resurgirá el valle de la autopista en el momento de la noticia. Es absurdo o mágico, pero superior a nosotros. La vida genera su película, y el parabrisas puede convertirse en una pantalla, la radio en una cámara. Nos dan vueltas en la cabeza algunos fragmentos de esa película. Pero eso también lo hace el viaje, la falsa familiaridad de los paisajes borrados el uno por el otro que un día cristaliza. La muerte de Jacques Brel es una autopista de tres carriles, con un voluminoso camión Antar en la fila de la derecha.

martes, 28 de junio de 2011

Expulsado - John Cheever

“Y ahora es agosto. Los campos de orquídeas apestan de maduros. El arroyo color té corre entre las piedras. Hay algo de musgo en ellas y no sopla el viento detrás de los sauces. Todos se preparan para regresar al colegio. Yo no tengo colegio adonde regresar.
“No estoy triste. No estoy para nada contento.
“Es extraño ser tan joven y no tener un sitio donde ocuparse a las nueve de la mañana. Eso es lo que la educación ha sido siempre. Cortesías de encaje y perfumadas puntualidades.
“Pero ahora ya no es nada. Es algo simétrico con mi vida. Estoy perdido en ella. Por eso no me encuentro en situación de hablar.
“Están lavando las ventanas del colegio. Los suelos están duros de cera fresca.
“pronto será la temporada de las nieves y de las sinfonías. Será la época de Brahms y de los vientos fuertes y secos”.

lunes, 27 de junio de 2011

Casi


Cuando no hay principio, nudo y desenlace,
todo son momentos,
cuartos de hora,
de esos que desgarran, que atropellan.
Golpes que nos damos para sentirnos vivos.
Risas, jadeos.
Las horas muertas como un camino polvoriento
que nos lleva a ese instante.
A esa explosión.
Anclados al deseo.
Revelándonos temerosos y osados a la vez.
Cerrar la puerta y dejar a la multitud fuera.
Y la excitación como un cuchillo.
Penetrar en la noche cargados de sueños.
Olvidar que mañana es martes.
Caer lentos, sostenidos
y cruzar la línea invisible una y otra vez
por el placer de casi caer al abismo. Casi.

sábado, 25 de junio de 2011

TE PREGUNTO - Billy Collins

¿En qué otra escena preferiría estar atrapado
sino en ésta,
una noche normal en la mesa de la cocina,
tranquilo en una caja de papel pintado de flores,
armaritos blancos llenos de vasos,
el teléfono en silencio,
con un bolígrafo apoyado en la mano?

Me concede tiempo para pensar
en las hojas que se apilan en las esquinas,
el liquen que verdea las lejanas rocas grises
y el mundo en su navegar más allá de las dunas-
inmenso, trasatlántico, la historia borboteando a su paso.

Fuera de esta habitación
no hay nada que necesite,
ni un trabajo al que pudiera llegar remando,
ni un Aston Martín DB4 de color café
con asientos verdes de piel cuarteada.

No, se está bien aquí,
los limpios óvalos de un vaso de agua,
un pequeño cajón de naranjas, un libro sobre Stalin,
un extraño pez gruñón en un marco de la pared,
y estas tres velas,
cada una de diferente altura, cantando en perfecta armonía.

Por ello, perdóname
si bajo la cabeza y escucho
a la pequeña vela con voz de bajo cuando ejecuta un solo
mientras mi corazón
puntea bajo la camisa-
como rana en el borde de un estanque-
y mis pensamientos se alejan volando hacia una región
compuesta por un enorme cielo
y cerca de un millón de ramas vacías.

viernes, 24 de junio de 2011

La cinta mecánica de la estación de metro Montparnasse - Philippe Delerm (1950)

¿Tiempo perdido? ¿Tiempo ganado? En cualquier caso, es un largo paréntesis esa acera que desfila, infinitamente rectilínea, silenciosa. Al comienzo, se produce casi una confesión: no puede imponerse un pasillo tan largo, un tránsito tan colosal. Los esclavos del estrés urbano tienen derecho a un respiro. Siempre, eso sí, que puedan permanecer en la corriente y convertir en aceleración objetiva ese nebuloso alivio que se les brinda en su itinerario del combatiente.

Es inmensa la cinta mecánica de la estación Montparnasse. Nos internamos en ella con la misma aprensión que nos inspiran las escaleras mecánicas de los grandes almacenes. Pero en este caso, no hay escalones desplegados cual mandíbulas de cocodrilo. Todo es pura horizontalidad. De pronto, nos asalta el mismo tipo de vértigo que cuando bajamos una escalera oscura y creemos que hay un último escalón cuando no lo hay. Una vez embarcados en esas aguas vivas, todo se tambalea. ¿Es el deslizarse de la cinta lo que nos obliga a adoptar cierta rigidez, o simplemente compensamos con una reacción de amor propio ese súbito abandonarse, ese dejarse llevar? Vemos, sí, delante de nosotros a algunos incondicionales de la precipitación que multiplican la velocidad de la cinta dando largas zancadas. Pero preferimos mantenernos ojo avizor, cogidos de la barandilla negra.

En sentido inverso se deslizan hacia nosotros siluetas hieráticas, y a uno y otro lado se intercambia la misma mirada falsamente ausente. Extraña manera de cruzarse, próximos e inaccesibles, en esa fuga acelerada disfrazada de indolencia. Destinos aprehendidos en un segundo, rostros casi abstractos, planeando sobre un fondo de espacio gris. Más allá, el pasillo reservado a los caminantes impenitentes, los que desdeñan las facilidades de la cinta mecánica. Andan rapidísimos, en su afán de demostrar las inanidades de la cinta mecánica. Los ignoramos: su deseo de infundir mala conciencia resulta un tanto zafio y ridículo. Hay que limitarse al hechizo acaparador de la cinta mecánica. Esa huidiza inmovilidad le convierte a uno en un personaje de Magritte, en un envoltorio de banalidad humana que se cruza con dobles evanescentes en una cinta infinitamente plana.

jueves, 23 de junio de 2011

La posibilidad de una isla - Michel Houellebecq

Daniel 1,20
Es sencillo definir el amor, pero se prodiga poco en la secuencia de los seres. A través de los perros rendimos homenaje al amor y a su posibilidad. ¿Qué es un perro sino una máquina de amor? Le ponen delante a un ser humano, le encargan la misión de amarlo y, por poco agraciado, perverso, deforme o estúpido que sea el ser humano, el perro lo ama. Esta característica era tan asombrosa para los humanos de la antigua raza, los impresionaba tanto, que la mayoría –todos los testimonios concuerdan- terminaba por corresponder al amor de su perro. Así que el perro era una máquina de amor capaz de entrenamiento; cuya eficacia, no obstante, se limitaba a los perros y nunca se extendía a otros seres humanos.
De ningún tema se habla tanto como del amor, tanto en los relatos de vida de los humanos como en el corpus literario que nos han dejado; abordan el amor homosexual y el amor heterosexual, sin que hasta ahora nadie haya podido descubrir una diferencia significativa entre ambos; tampoco ha habido ningún tema tan discutido y que haya causado tanta controversia, sobre todo durante el período final de la historia humana, en el que las oscilaciones ciclotímicas referentes a la creencia en el amor fueron constantes y vertiginosas. En resumen, ningún tema parece haber preocupado tanto a los hombres; incluso el dinero, incluso las satisfacciones de la lucha y de la gloria pierden, en comparación, su fuerza dramática. El amor parece haber sido para los humanos del último periodo del súmum y lo imposible, el arrepentimiento y la gracia, el punto focal donde podían concentrarse todo el sufrimiento y toda la alegría. El relato de vida de Daniel 1, duro, doloroso, tan inmoderadamente sentimental, como francamente cínico, contradictorio desde cualquier punto de vista, es característico a este respecto.

John Cheever

“La ficción es experimentación; cuando deja de ser eso sencillamente deja de ser ficción. Uno nunca escribe una oración sin sentir que jamás ha sido escrita de esa manera y que, tal vez, hasta la sustancia de esa oración jamás ha sido percibida así. Cada línea es una innovación. Cuando estoy escribiendo un cuento que me gusta es realmente como si… es…, bueno, es algo maravilloso. Esto es lo que puedo hacer y amo hacerlo. Puedo darme cuenta de que es algo bueno. Le digo a Mary y a los niños, “De acuerdo, me voy de viaje, dejadme solo, vuelvo en dos o tres días”. Y, no, jamás me he sentido como un Dios a la hora de escribir. No, la sensación es de total y completa utilidad. Todos nosotros tenemos un poder que controlamos, es parte de nuestras vidas: lo tenemos en el amor y en el trabajo que amamos hacer. Es una sensación de éxtasis, tan simple como eso. La sensación de que “ésta es mi utilidad y puedo llevarla a cabo hasta el final”. Algo que siempre te deja sintiéndote muy bien. En resumen: tu vida tiene un sentido después de todo… No conozco quiénes son mis lectores pero son gente maravillosa y parecen vivir vidas independientes y apartadas de los prejuicios de la publicidad, el periodismo y el irritante mundo académico. La habitación donde yo trabajo tiene una ventana que da a un bosque, y a mí me gusta imaginarme que todos ellos –estos entusiastas, adorables y misteriosos lectores- están allí, escondidos detrás de los árboles, mientras yo escribo un cuento más, un cuento menos”.

martes, 21 de junio de 2011

hasta que pierda su nombre




úsalo todo, dices
y eso hago
los días los paso como una autómata
después la noche, gastar la noche
gastarla y desgastarla hasta que pierda su nombre
roer sus esquinas y prenderme a su oscuridad
hasta que pierda su nombre y tenga que volver a inventarla.
las misma farsa siempre, el mismo amor derrotado y confundido.
úsalo todo y después por la mañana cuando se encienden los colores
y los pliegues de las sábanas como restos del oleaje nocturno
y la sal en nuestras pieles
después del horizonte de tu boca
y después del viento en mis caderas
y tu respiración
y mis ojos verdes guiándote
hasta detenernos en mitad de la nada
donde esto no tiene nombre
y pedirte que fondees en mí
que nos hundamos juntos
para siempre
o al menos
hasta mañana.

lunes, 20 de junio de 2011

Pero ¿dónde se ha metido todo el mundo? - Roger Wolfe

Es precisamente
lo que también a mí me gustaría
saber en noches como ésta
en las que ya no queda una cerveza en la nevera
ni un puto número que digitar.

Lilichka - Vladimir Mayakovsky

" El humo del tabaco resquemó el aire, el cuarto,
un capítulo en el infierno kruchonijiano, ¿te acuerdas?
Tras esa ventana por vez primera acaricié, frenético, tus manos.
Hoy estás con el corazón acorazado, otro día más
y me expulsarás abrumándome de injurias,
en la turbia antesala no acierta con la manga
la mano quebrada de temblor.
Huiré, arrojaré el cuerpo a las calles, arisco,
enloqueceré tajado de desesperación. ¿Para qué eso?
Querida, piadosa, déjame decirte adiós,
aunque no quieras es mi amor lastre que arrastrarás adónde vayas,
deja que llore en el último grito el amargor del desaire,
el buey cansado de trabajar va y se tumba en las aguas frías,
para mí no hay otro mar que tu amor,
y tu amor no concede descanso,
si quiere calma el elefante agotado
se acuesta majestuoso en la arena encendida,
para mí no hay otro sol que tu amor,
y no sé dónde estás, ni con quién.
Si atormentaran así a un poeta, él, por dinero,
cambiaría a su amada y la fama,
pero a mí no me alegra otro sonido
que el sonido de tu nombre entrañable,
no me arrojaré al patio, no beberé veneno
ni podré apretar el gatillo en la sien,
en mí aparte de tu mirada, no manda el filo de las navajas.
Olvidarás mañana que te coroné,
que abrasé en el amor el alma florida,
y el carnaval agitado de los días vanos
aventará las páginas de mis libros,
las hojas secas de mis palabras
¿harán detenerte y respirar con ansiedad?
Déjame que con mi última ternura alfombre tus pasos que se van."