“El silencio en la habitación era tan profundo como la noche…. Como en un relámpago fugaz tuvo la visión de la lucha y del valor de los seres humanos. De pronto, sintió que algo se aceleraba dentro de él. El corazón le dio un vuelco y tuvo que apoyarse en el mostrador para no caer… Contempló su propio rostro reflejado en el espejo de atrás… El ojo izquierdo escudriñaba, semicerrado, el pasado; mientras que el derecho se desorbitaba de temor frente a la oscuridad del futuro, el error y la ruina. Y él estaba suspendido entre la luz y las tinieblas. Entre la amarga ironía y la fe”…
malditos sean los curiosos y que los malditos sean curiosos:
la esencia de la poesía es una mezcla de insensatez y látigo...
....el gran Hank
la esencia de la poesía es una mezcla de insensatez y látigo...
....el gran Hank
lunes, 30 de enero de 2012
jueves, 26 de enero de 2012
El genio de la multitud - Charles Bukowski
Hay suficiente traición y odio, violencia,
necedad en el ser humano corriente
como para abastecer cualquier ejercito o cualquier
jornada.
Y los mejores asesinos son aquellos
que predican en su contra.
Y los que mejor odian son aquellos
que predican amor.
Y los que mejor luchan en la guerra
son -AL FINAL- aquellos que
predican
PAZ.
Aquellos que hablan de Dios
necesitan a Dios.
Aquellos que predican paz
no tienen paz.
Aquellos que predican amor
no tienen amor.
Cuidado con los predicadores
cuidado con los que saben.
Cuidado con aquellos que están siempre
leyendo libros.
Cuidado con aquellos que detestan
la pobreza o están orgullosos de ella.
Cuidado con aquellos de alabanza rápida
pues necesitan que se les alabe a cambio.
Cuidado con aquellos que censuran con rapidez:
tienen miedo de lo que no conocen.
Cuidado con aquellos que buscan constantes
multitudes;
no son nada solos.
Cuidado con
el hombre corriente
con la mujer corriente.
Cuidado con su amor.
Su amor es corriente, busca
lo corriente.
Pero es un genio al odiar
es lo suficientemente genial
al odiar como para matarte, como para matar
a cualquiera.
Al no querer la soledad
al no entender la soledad
intentarán destruir
cualquier cosa
que difiera
de lo suyo.
Al no ser capaces
de crear arte
no entenderán
el arte.
Considerarán su fracaso
como creadores
sólo como un fracaso
del mundo.
Al no ser capaces de amar plenamente
creerán que tu amor es
incompleto
y entonces te
odiarán.
Y su odio será perfecto
como un diamante resplandeciente
como una navaja
como una montaña
como un tigre
como cicuta
Su mejor
ARTE.
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Charles Bukowski,
Sophie Jodoin
miércoles, 25 de enero de 2012
Alfonsina Storni
esternón
es una palabra dura como un hueso
esternón suena a epitafio
el estornino es un pájaro
creo
y a Alfonsina
sus huesos no la querían
anatomía de un epitafio
dos puntos
todo cuanto he escrito
últimamente
son epitafios
estoy armando un esqueleto
es un buen verso para empezar
luego encajas los órganos internos
la carcasa doble del cuerpo
en carne viva
y otra vez te sobra una pieza
y siempre es últimamente
todo cuanto he construido
son puentes de huesos
para huir de mi esternón
una huida hacia la noche en la noche
a cara de noche
sin hacer prisioneros
perdiendo en el intento
la sal de la tierra
los tornillos en el mar
esternón
es una palabra dura
como el galápago corazón
Alfonsina no tenía
esternón
y aunque el buzón le escupía
todas sus cartas de despedida
todo lo que puedo escribirle esta noche
antes de que la melancolía
gota a gota acabe de abrir mi frente
es esternón y huida
y usó tantas identidades secretas
que olvidó el secreto de sus huesos de pájaro
todo
últimamente me vuela
es que todo
me suena
a epitafio a hueso a secreto
todo cuanto buscó fue el calor de los otros
que son el infierno verdadero.
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Wieslaw Walkuski
martes, 24 de enero de 2012
La piedra ya no es piedra - Carson McCullers
Hubo un tiempo en que la piedra era piedra
y una cara en la calle era un rostro perfecto.
Entre esto, yo mismo y Dios
hubo un instante de simetría.
Desde que has alterado todo mi mundo, esta trinidad se ha perturbado.
La piedra ya no es de piedra
y los rostros, como en los sueños, son incompletos.
Hasta en el rostro inmaduro del niño
reconozco tus ojos perdidos.
El soldado sube la escalera resplandeciente dejando tras él tu sombra.
Esta noche, la habitación duerme desgarrada
enmarañada por ti bajo la luz de las estrellas.
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Seb Janiak
sábado, 21 de enero de 2012
spam, besos y walter freeman
Viernes veintiuno de enero
6:47 spam, besos y Walter Freeman, rey de la técnica del
picahielo, en el buzón de entrada hablando de sobrecarga de emociones.
7:03 ya en la ducha, pienso en un amor lobotomizado mientras
la radio escupe noticias que se escurren por el sumidero con olor a gel de miel
y almendras.
Otro día de emboscada. Otro día de latitudes demoníacas en
las que no encontrarnos.
Atascos o cruzar los semáforos en ámbar, ascensores a punto
de cerrarse, coger turno para el análisis, para el correo, para la carne. Pedir
cita para amarte. Para estrellarme en tu cuerpo, como Crash de Cronenberg,
amasijo de caricias sin filtro.
Manosear el teclado. Habitar el ángulo muerto. Inocularnos la
desorientación. Hablar con gente sin rostro. Contestar emails, escanear
documentos, habitar la intranet como si fuera una enorme tela de araña. Brindar
por la insensibilidad en horario europeo. El móvil en vibración. Tú en
silencio. La pena en modo automático.
Un historial esquizo que muestra nuestro sendero de anoche,
altaporn, Lacan, Klittra, the sonics… Radiografiarnos el vacío a dentelladas. Preñados
de zumbido y ansiedad. Tricotarme al esternón tus abrazos mientras busco tu
verticalidad para trepar por ella, que inventes rascacielos entre mis piernas y
me vueles la pena con tus ojos.
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mis desastres,
mis desastres(imagen)
miércoles, 18 de enero de 2012
lluvia
ya no sé en qué momento del día se abre el precipicio y todo se me inclina. dolorosa gravedad que me tira como un imán. y la melancolía echando raíces aprovechándose de la lluvia. la lluvia que todo lo difumina menos el hastío. la lluvia que hace que brille el dolor como un sol que inventamos para rajarnos las ganas. la lluvia que me sirve de coartada al letargo al que me someto. la lluvia dulce sobre mis mejillas saladas. confusión. vectores de personalidad, de eso hablabas mientras mentalmente estaba huyendo. la respiración cavernosa de la tarde acecha y tú me faltas. y quiero retorcer o maltratar las palabras y hacer con ellas un escudo, una coraza. morderme el pelo y abandonarme en tu piel. mientras en el deseo enredada. y romperle la columna vertebral a esta rabia que me muerde los tobillos mientras yo me doy la espalda.
vamos a nivelar todo esto, a ti qué te falta?
lunes, 16 de enero de 2012
luxación
después de una mañana de anestesia y morfina me recuerdo con trece, cayéndome, luxación de hombro. y después el miedo, a correr, a volver a caer. eso es el amor y muchas otras cosas. miedo y el miedo sólo sabe ser atroz. y mientras miro por la ventana y veo las montañas recortando la luz gris y las nubes cargadas, pienso en la isla dentro de la isla. pienso en nuestros silencios y manosear este sentimiento hasta deformarlo ya es un hobby. y perdí la rabia de los que corren sin que les importe nada. y ahora sólo niebla a borbotones y canciones que no escucho. y no me hallo en el ángulo que forman nuestros cuerpos porque no te tengo. busco otra música en el silencio. en el silencio que pesa porque viene cargado de todo lo que aún no te he dicho. en el silencio de querer ser el borde de esa copa que besas, que bebes. en el silencio de ser la toalla que te seca o el agua que te cala. en el silencio de estar tras esa puerta que abres ahora. y no estar hecha de desesperación y espinas. ser equilibrio y ser una piel.
con la rabia de los que corren
a ello me agarro como a un silencio
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domingo, 15 de enero de 2012
A Ricardo Bada - Héctor Abad Faciolince
Esa felicidad,
esa seguridad
de repetir los mismos gestos cada día.
Exprimir las naranjas,
preparar el café,
tostar las rebanadas
de pan,
untar la mermelada.
Darle a la vida
el ciclo regular de los planetas,
acostarse a las once,
levantarse a las seis,
sentir que cae el agua
tibia, plácida,
encima de tus hombros,
usar siempre
el mismo jabón, el mismo champú,
la misma loción
–la que usaba tu padre–.
Protestar por lo malo
que se ha vuelto el periódico,
el de toda la vida,
el pan de cada día,
y volver a comprarlo
con ese mismo asco resignado
de tener que cagar
una mañana sí y otra también.
Usar siempre los mismos
viejos zapatos que se parecen
más a ti que tus pies.
Vestirte
con el eterno azul
que te vuelve invisible,
felizmente invisible.
Sentir que tú eres tú,
que yo soy yo.
Ir a los mismos sitios,
comer las mismas cosas,
jueves frisoles,
lunes pescado,
sábados arroz...
Visitar a tu hermana todos los veranos
y pensar que envejece,
pero decirle siempre que no cambia,
que no cambie.
Recordar a los muertos
en cada aniversario;
enviar tarjetas cursis
en cada cumpleaños.
Planear de nuevo el viaje
que nunca emprenderemos.
No poder soportar
que ya no haya tranvía,
que hayan movido
la parada del bus
a la otra manzana,
que hayan quebrado los ferrocarriles,
que nadie escriba cartas
y haya que adaptarse
al correo electrónico,
tan vulgar, tan urgente,
la vida un permanente
telegrama.
Resistirse a llevar en el bolsillo
un teléfono,
detestar que el dinero
sea de plástico
y no de plata, de oro o tan siquiera
de papel.
Que el mismo corte de pelo
te lo haga siempre el mismo peluquero,
que tengas siempre gripa por enero,
que el primero
y el quince
llegue la quincena.
Desayunar trancado,
almorzar abundante,
cenar poco,
quejarse de la gota, de la bilis,
de la memoria y de la digestión.
Creer que nunca sueñas.
Recordar ese chiste
de tu única esposa:
“Aquí se picha los viernes
estés vos o no estés vos”,
y hacer hasta lo imposible
cada viernes
por encaramarte en ella
con ganas o sin ganas
porque l’appetito vien mangiando
como dicen en Turín.
Negar que eres un soso,
un rutinario
con el verso aprendido de un amigo:
“La vida se soporta
tan doliente y tan corta
solamente por eso”.
Caminar por la calle ensimismado,
ausente de este mundo,
rumiando en tu cabeza
historias, frases, viajes, desventuras,
crímenes, adulterios, melodramas, incestos,
abortos, heroínas, traiciones, sacrificios,
saber que todo drama
está en tu calavera,
que la gran aventura
ocurre en las paredes de tu cráneo,
que nunca habrá más grande sensación
(orgías, drogas, sueños)
que aquello que imaginas.
Que la vida consiste en perdonarnos
las ofensas que hacemos,
los gestos que no hicimos,
los silencios cobardes,
los fingidos afectos,
las mentiras.
Y escribir cada día,
ganar la lotería
de al menos una frase
que nadie ha dicho nunca,
tener un pensamiento
que todos han tenido,
pero decirlo bien
con todas las vocales,
con todos los sonidos,
con todos los sentidos.
Lograr que la aventura de tu vida
esté en las páginas que escribes,
en los ojos que ahora
pulen un heptasílabo,
quitan o ponen una coma, una tilde, un acento,
en los ojos que ahora se detienen
complacidos tal vez
o entretenidos
en un punto, este punto: .
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Eve Arnold,
Héctor Abad Faciolince
jueves, 12 de enero de 2012
Quizás - Ana María Shua
Si los elefantes duelen y la carpa tiene un sabor amargo, si las serpientes empapan de sudor frío los trapecios y los tigres te devoran la memoria, si se oyen los gritos del mago pidiendo socorro pero nadie lo ve, si el domador azota a la ecuyere y no hay payasos, sobre todo si no hay payasos, es aconsejable retirarse despacio, sin que nadie lo note, quizás no sea un circo, a veces es mejor no preguntar.
Me acuerdo - Georges Perec
Me acuerdo de un amigo de mi primo Henri que se pasaba todo el día en pijama cuando estaba preparando los exámenes.
***
Me acuerdo de que, antes de la guerra, Jean Gabin tenía que morir, por contrato, al final de todas sus películas.
***
Me acuerdo de cuando volvíamos de vacaciones, el 1 de septiembre, y de que todavía quedaba por delante un mes entero sin colegio.
***
Me acuerdo de que me sorprendió mucho saber que mi nombre quería decir «labrador».
***
Me acuerdo de los agujeros de los billetes de metro.
***
Me acuerdo del tenis-barba: contábamos los barbudos que pasaban por la calle. 15 para el primero, 30 para el segundo, 40 para el tercero y juego para el cuarto.
***
Me acuerdo de lo que me costó comprender lo que significaba la expresión «sin solución de continuidad».
***
Me acuerdo de cuando me rompí el brazo e hice que toda la clase me escribiera dedicatorias en la escayola.
***
Me acuerdo de que los autobuses estaban clasificados por letras y no por números.
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Dayanita Singh,
Georges Perec
lunes, 9 de enero de 2012
Carretera - Rogelio Guedea
A diario, o casi a diario, salgo a carretera. Con el pensamiento abierto al pensamiento, y la mano fija en el volante, mis ojos miran hacia delante y hacia atrás, como en la vida. No hay una mejor manera de revivir a los muertos ni una peor forma de mantener viva la esperanza. Durante el trayecto, uno puede perdonarse o tal vez convencerse de que no es fácil saber si el destino lo vamos haciendo metro a metro, kilómetro a kilómetro, o si él, por el contrario, nos va entrando piel a piel, hueso a hueso. La velocidad, lo sabe uno desde que arranca, no es el factor esencial, por eso no hay que preocuparse por llegar a la ciudad próxima, no hay ciudad próxima, sólo acotamientos, retenes, puntos de fuga. El que va siempre vuelve, porque viajar es volver, quedarse quieto. Esto me lo enseñó el hombre que a diario, o casi a diario, veo caminando a la orilla de la cinta asfáltica, descalzo, perdido. Ese hombre que, cada vez que paso, me dice adiós desde el otro lado, fuera ya de la carretera de la vida, con ese gesto del que pretende decirte que, si no te sales, seguirás en el rumbo equivocado.
domingo, 8 de enero de 2012
Creta Lateral Travelling - Agustín Fernández Mallo
"Si en cada centímetro cuadrado epidérmico aún reconocemos vestigios de pez, de agua, de alga, de electrones, de dinosaurios, de monos, somos fósiles del pez, del agua, de las algas, de las partículas cargadas, de los dinosaurios y los monos. Si en nuestras leyes y ordenanzas aún hay vestigios alejandrinos, presocráticos, dionisíacos y romanos, somos fósiles de Alejandría, de los Presocráticos, de Dioniso y los romanos. Si entre las líneas del texto hay vestigios de cuanto noche a noche voy soñando, soy el fósil de ese hombre que, ubicuo e inmodelable, lleva mi nombre en el sueño", me digo detenido ante un escaparate, el niño que toca un acordeón desafinado por la lluvia pide limosna, el pelo empapado, fregona del cielo. Quién es ese resucitado, le susurra un maniquí a otro. Sólo la muerte nos actualiza, pienso.
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Agustín Fernández Mallo,
Parkeharrison
sábado, 7 de enero de 2012
Prosas Apátridas - Julio Ramón Ribeyro
48
Mi mirada adquiere en privilegiados momentos una intolerable acuidad y mi inteligencia una penetración que me asusta. Todo se convierte para mí en signo, en presagio. Las cosas dejan de ser lo que parecen para convertirse probablemente en lo que son. El amigo con el que converso es un animal doméstico cuyas palabras apenas comprendo; la canción de Monteverdi que escucho, la suma de todas las melodías inventadas hasta ahora; el vaso que tengo en la mano, un objeto que me ofrece, atravesando los siglos, el hombre de la edad de piedra; el automóvil que atraviesa la plaza, el sueño de un guerrero sumerio; y hasta mi pobre gato, el mensajero del conocimiento, la tentación y la catástrofe. Cada cosa pierde su candor para transformarse en lo que esconde, germina o significa. En estos momentos, insoportables, lo único que se desea es cerrar los ojos, taparse los oídos, abolir el pensamiento y hundirse en un sueño sin riberas.
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El azar de mis trabajos y andanzas me lleva al barrio de Saint-Cloud, cerca de la casa donde vivió una amiga hace dieciséis años. Retrocedo, indago, busco el lugar que habitaba. Llego al Sena y recorro un trecho del muelle. Búsqueda vana. El antiguo puente ha sido reemplazado por uno más moderno y para ello ha sido necesario derribar su casa que daba al río. Allí, justo donde estaba su cama, su cuarto con terraza sobre el río, se yergue el pilar del puente, a pico sobre una mole de cemento. Nada ha quedado. Y yo que quería tan poco mirar apenas la ventana por donde juntos, al atardecer, veíamos pasar las barcazas. Ella, a miles de kilómetros de aquí, no piensa en esto y yo, de no haber venido al viejo barrio, tampoco pensaría. Pero el lugar, ¿por qué también él debía caer no sólo en el olvido, sino en la destrucción? ¿Qué testimonio, qué huella? También mueren los lugares donde fuimos felices.
97
Somos un instrumento dotado de muchas cuerdas, pero generalmente nos morimos sin que hayan sido pulsadas todas. Así, nunca sabremos qué música era la que guardábamos. Nos faltó el amor, la amistad, el viaje, el libro, la ciudad capaz de hacer vibrar la polifonía en nosotros oculta. Dimos siempre la misma nota.
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Julio Ramón Ribeyro,
Paul Delvaux
martes, 3 de enero de 2012
Americana - Don DeLillo
" Llegamos entonces al final de otro otoño aburrido y cetrino. Las tiendas lucían bombillas extendidas a lo largo de sus fachadas. Los vendedores de castañas empujaban sus carritos humeantes. Por las tardes, se creaban multitudes inmensas, y el tráfico alcanzaba las proporciones de un maremoto rugiente. Los papanoeles de la Quinta Avenida hacían sonar sus campanillas con peculiar y entristecedora delicadeza, como si estuvieran rociando con sal trozos de carne brutalmente putrefactos. De todos los comercios surgían canciones de propaganda, cánticos y hosannas, y las bandas del Ejército de Salvación proferían los marciales lamentos de trompetas de las antiguas legiones cristianas. Unidos con aquel chasquido de platillos y tambores que parecían sugerir que alguien reprendía a los niños por sus pecados insondables, conformaban un sonido, ajeno a aquel momento y lugar, que parecía irritar a la gente. Pero las muchachas mostraban un aspecto encantador e infatigable, comprando en las tiendas más disparatadas y desplazándose entre aquellas luces parpadeantes y magnéticas como majorettes, altas y rubicundas, sosteniendo relucientes paquetes contra sus tiernos senos. Nada de todo ello entorpecía el sueño del lazarillo del ciego, un pastor alemán. Finalmente llegamos a casa de Quincy. Su mujer nos abrió la puerta. Le presenté a mi acompañante, B.G. Haines, y comencé a contar las personas que había en la estancia. Mientras contaba, percibía de un modo distante que la esposa de Quincy y yo habíamos comenzado a hablar de la India. Tenía la costumbre de contar a los presentes. La cuestión de cuánta gente había en un sitio determinado me parecía importante, quizá porque los informes periódicos sobre catástrofes aéreas y escaramuzas militares siempre subrayaban el número de muertos y desaparecidos; esa precisión es como una chispa de electricidad para las mentes abotargadas. Después de eso, lo más importante es averiguar el grado de hostilidad, algo relativamente sencillo. Todo cuanto hay que hacer es devolver la mirada a las personas que te miran. Una larga ojeada suele bastar para obtener una lectura más o menos precisa. Había treinta y una personas en la estancia, de las que aproximadamente tres o cuatro eran hostiles. "
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Don DeLillo,
Lisette Model
domingo, 1 de enero de 2012
Este corazón que late junto a mi corazón - James Joyce
Este corazón que late junto a mi corazón
Es mi esperanza y toda mi fortuna,
Desdichado cuando nos separamos
Y feliz entre beso y beso;
Mi esperanza y toda mi fortuna -¡si!-
Y toda mi ventura.
Pues allí, al igual que en nidos musgosos
Los reyezuelos amontonan múltiples tesoros,
Deposité los caudales que yo tenía
Antes de que mis ojos hubieran aprendido a llorar.
¿No seremos de su misma sensatez
Aunque el amor no viva sino un día?
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