la esencia de la poesía es una mezcla de insensatez y látigo...
....el gran Hank
viernes, 29 de diciembre de 2017
Eres el dragón en mi botella
martes, 19 de diciembre de 2017
El camino nunca termina - Henry Miller
Así caminamos, dormimos y comimos juntos, los gemelos
siameses a quienes Dios había juntado y a quienes sólo la muerte podría
separar. Caminábamos con los pies para arriba y las manos cogidas. Ella se
vestía casi exclusivamente de negro, salvo algunos parches purpúreos, de vez en
cuando. No llevaba ropa interior, sólo un vestido de terciopelo negro saturado
de perfume diabólico. Nos acostábamos al amanecer y nos levantábamos justo
cuando estaba oscureciendo. Vivíamos en agujeros negros con las cortinas
cerradas, comíamos en platos negros, leíamos libros negros. Por el agujero
negro de nuestra vida nos asomábamos al agujero negro del mundo. El sol estaba
oscurecido permanentemente, como para ayudarnos en nuestra continua lucha
intestina. Nuestro sol era Marte, nuestra luna Saturno; vivíamos
permanentemente en el cenit del averno. La Tierra había dejado de girar y a
través del agujero en el cielo colgaba por encima de nosotros la negra estrella
que nunca destellaba. De vez en cuando nos daban ataques de risa, una risa
loca, de batracio, que hacía temblar a nuestros vecinos. De vez en cuando
cantábamos, delirantes, desafinados, en puro trémolo. Estábamos encerrados
durante la larga y oscura noche del alma, período de tiempo inconmensurable que
empezaba y acababa al modo de un eclipse. Girábamos en torno a nuestros propios
yoes como satélites fantasmas. Estábamos ebrios con nuestra propia imagen, que
veíamos cuando nos mirábamos a los ojos. Entonces, ¿cómo mirábamos a los demás?
Como el animal mira a la planta, como las estrellas miran al animal. O como
dios miraría la hombre, si el demonio le hubiera dado alas. Y, a pesar de todo,
en la fija y estrecha intimidad de una noche sin fin, ella estaba radiante,
alborozada.
Tenía dos cañones, como una escopeta, era un toro hembra con una antorcha de
acetileno en la matriz. Cuando estaba en celo, se concentraba en el gran
cosmocrator, los ojos se le quedaban en blanco, los labios llenos de saliva. En
el ciego agujero del sexo, valsaba como un ratón amaestrado, con las mandíbulas
desencajadas como las de una serpiente, con la piel erizada de plumas armadas
de púas. Tenía la lascivia insaciable de un unicornio, el prurito que provocó
la decadencia de los egipcios.
¿Qué era la vida en la tierra sólida para nosotros que estábamos decapitados y
unidos para siempre por los genitales? La vida era un joder perpetuo y negro en
torno a un poste fijo de insomnio. La vida era escorpión en conjunción con
Marte, en conjunción con Mercurio, en conjunción con Venus, en conjunción con
Saturno, en conjunción con Plutón, en conjunción con Urano, en conjunción con
el mercurio, el láudano, el radio, el bismuto. (…)
martes, 12 de diciembre de 2017
Die Camera aus
viernes, 1 de diciembre de 2017
LA FRANJA ERRÓNEA
con un pasado en la garganta,
sin saber cuánto pesa el dolor que nadie te factura
aunque sean trillones de kilos.
A punto de parar y gritarle al funcionario/lector
“declaro que traigo drogas duras fabricadas en mi piel,
raudales de ganas ilegales para rondar oscuridad,
asalvajada y depresora,
que no soy divertimento al uso,
así muy aleatoria
ojos puñal
abrazos neuróticos
ropa nacida para el desprendimiento,
tres lenguas, dos sangres, dos islas,
que mis únicas raíces son mis manos
al enterrarse en la carne del infinito
o los ojos aceituna cuando le miran".
Que lo ligero no es menos hondo
pero que lo hondo siempre es más fresco
porque escarba
porque hurga
porque es valiente
Y así sin más, que no traigo arco iris
esta ciudad es muy grande
y hay calles con soles
que aguardan y ciegan.
Que no vengo a hacer café
sino a provocar insomnio.
son para los que se arriesgan.
jueves, 23 de noviembre de 2017
Consigna a construir - Mario Santiago Papasquiaro
jueves, 16 de noviembre de 2017
Poema doble del Lago Edén - Federico García Lorca
Nuestro ganado pace, el viento espira
Garcilaso
Era mi voz antigua
ignorante de los densos jugos amargos.
La adivino lamiendo mis pies
bajo los frágiles helechos mojados.
¡Ay voz antigua de mi amor,
ay voz de mi verdad,
ay voz de mi abierto costado,
cuando todas las rosas manaban de mi lengua
y el césped no conocía la impasible dentadura del caballo!
Estás aquí bebiendo mi sangre,
bebiendo mi humor de niño pesado,
mientras mis ojos se quiebran en el viento
con el aluminio y las voces de los borrachos.
Déjame pasar la puerta
donde Eva come hormigas
y Adán fecunda peces deslumbrados.
Déjame pasar, hombrecillo de los cuernos,
al bosque de los desperezos
y los alegrísimos saltos.
Yo sé el uso más secreto
que tiene un viejo alfiler oxidado
y sé del horror de unos ojos despiertos
sobre la superficie concreta del plato.
Pero no quiero mundo ni sueño, voz divina,
quiero mi libertad, mi amor humano
en el rincón más oscuro de la brisa que nadie quiera.
¡Mi amor humano!
Esos perros marinos se persiguen
y el viento acecha troncos descuidados.
¡Oh voz antigua, quema con tu lengua
esta voz de hojalata y de talco!
Quiero llorar porque me da la gana
como lloran los niños del último banco,
porque yo no soy un hombre, ni un poeta, ni una hoja,
pero sí un pulso herido que sonda las cosas del otro lado.
Quiero llorar diciendo mi nombre,
rosa, niño y abeto a la orilla de este lago,
para decir mi verdad de hombre de sangre
matando en mí la burla y la sugestión del vocablo.
No, no, yo no pregunto, yo deseo,
voz mía libertada que me lames las manos.
En el laberinto de biombos es mi desnudo el que recibe
la luna de castigo y el reloj encenizado.
Así hablaba yo.
Así hablaba yo cuando Saturno detuvo los trenes
y la bruma y el Sueño y la Muerte me estaban buscando.
Me estaban buscando
allí donde mugen las vacas que tienen patitas de paje
y allí donde flota mi cuerpo entre los equilibrios contrarios.
jueves, 9 de noviembre de 2017
Intimidad (1939), Jean-Paul Sartre (fragmento)
Me ama, no quiere a mis intestinos: si le mostrara mi apéndice en un frasco no lo reconocería; está todo el tiempo manoseándome, pero si se le pusiera el frasco entre las manos no sentiría nada en su interior, no pensaría: “es de ella”; se debería poder amar todo en una persona, el esófago, el hígado y los intestinos. Quizá no se les quiera por falta de costumbre; si se les viera como se ven nuestras manos y nuestros brazos, quizá se les amaría. Entonces las estrellas de mar deben amar más que nosotros: cuando hay sol se extienden sobre la playa y sacan el estómago para hacerle tomar aire y todo el mundo puede verlo; me pregunto por dónde haríamos salir el nuestro, por el ombligo.
martes, 7 de noviembre de 2017
Henry Miller, desesperado y vivo
lunes, 30 de octubre de 2017
la piel y su confidencia
lunes, 23 de octubre de 2017
la llave Allen
sábado, 14 de octubre de 2017
Fitzcarraldo
jueves, 5 de octubre de 2017
martes, 3 de octubre de 2017
KREUZBERG
Vaciado de botellas y mensajes borrosos.
Un lavado de gravas en la cabeza para disipar el dolor
de dos pompones de acero repicando.
Ese amanecer de buzo amarrado a un baffle.
Quería radiografiar cada graffiti contigo,
cada corredera, portal o farola,
el reverso de nuestras cuevas,
aireadas,
por una vez, lucir el escombro
y hallar ojos que no se duelan.
Descubrir nuestras Altamira.
Esa necesidad de gritarlo todo,
de hacerlo en cualquier lugar.
De convertir la propia piel
en muros pintarrajeados,
yonquis de tinta.
Pisar las cuerdas exactas
del mástil de tu cerebro
porque suenas tan bien
así cuando improvisado,
tarareado entre mis brazos.
Y después en cualquier rincón,
con poca luz,
traficar con nuestros corazones de uranio.
Somos Fausto.
Canjes de saliva,
miradas que agotan las existencias
de cualquier trasatlántico.
Cazadores o recolectores
pero dispuestos y algo desorientados,
como payasos exiliados en un drama.
Sembrarlo todo de nosotros.
Taladrar agujeros en la calma
y danzar sobre las vallas electrificadas
de las zonas de confort
que nos vienen por defecto.
Deshacerme las medias
con las sillas astilladas
de los tugurios que más amo.
Noches náufragas.
Amarrarme a puerto
con el pelo ya muy despeinado.
Que cada enredo al día siguiente duela
y me recuerde a tus manos.
Que dos medias lunas de rímel
coronen mis mejillas,
delatando la madrugada.
Y decirte: ya ha pasado, todo ha pasado.
Imagen: Kreuzberg
jueves, 21 de septiembre de 2017
BOOMERANG
sábado, 9 de septiembre de 2017
*pero las horas vuelan a la medida de incautos inmortales” - María Pilar Blanco Unzue
*pero las horas vuelan a la medida de incautos inmortales”