malditos sean los curiosos y que los malditos sean curiosos:
la esencia de la poesía es una mezcla de insensatez y látigo...
....el gran Hank

sábado, 31 de marzo de 2012

deseo - Abilio Estévez


Yo deseo una casa de madera, una tosca casa vacía, sin muebles, desde la que pueda ver el mar y donde tenga algunos libros -muy pocos- y cuadernos de hojas en blanco: uno nunca sabe en qué momento pueda hacerse aún más vulnerable.
Yo deseo esperar tu llegada, que vengas cualquier tarde, y conversar sobre lo que tenemos y sobre lo que no deseamos, con la alegría de que ese paisaje sea el único, de que el mundo termine aquí y nos baste.
Parecerá un mezquino deseo, pero será suficiente tu cuerpo en la casa sin muebles, y a lo lejos el mar y quizá -porque a veces necesito del peor romanticismo- un velero encallado y un camino de arena por el que deberíamos pasear leyendo a Montaigne, mientras la tarde y su extinción nos recordaran lo serena que debe resultar toda despedida.

martes, 27 de marzo de 2012

kodachrome

quiero que me gusten tus labios salados y que me saques a empujones del punto muerto del martes mediodía. me hace falta envolverme en una piel que no sea la mía. frenadol y piedras negras que me angustian, así se llenó la tarde, como un fondo de mar enfermo. te voy a decir que te quiero y te voy a dejar cruzar el puente. porque no todo lo que es oro brilla, dice la canción. y conoces los límites de mi sonrisa y sabes de mis lugares comunes. acaríciame con una pasión milimétrica y abandonémonos cada noche en el misterio de lo que traiga el nuevo día. de lo que llega cuando hay que ponerse solos la ropa otra vez. de lo que trae la piel fría. de cuando la cerveza es sólo resaca. y las farolas son hierros tristes e inútiles. con la luz blanca que lo quema todo. aunque ya nos sintamos extraños. aunque fueran otros los de anoche. abandonémonos. 






































cojo el tiempo. con cuidado, que no se rompa. lo doblo cuidadosamente hasta que, de sus veinticuatro o treinta o trescientos sesenta y cinco o treinta y cinco pliegues, sale una pajarita brillante y simpática como un sol o un arcoiris, o un barquito que flota y cruza mares tan valiente, o una flor de pétalos iguales, o un avión que a veces vuela, a veces no y siempre espiralea, o una ranita que salta de tema en tema sin que nadie le diga ponte en orden, corazón. a veces también sucede que lo arrugo, también con cuidado, hasta conseguir una bolita que lanzo despreocupadamente a la papelera o a cualquier vaso, mientras fumo tabaco negro davidoff y la impresora deletrea hojas con cansancio, rac-rac, antes de quedarse sin tinta, aburrida que es ella y aguafiestas

o le prendo fuego con un mechero azul, de esos que regalan

o escribo encima palabras que me gustan. por ejemplo, mandarina o gominola o diecisiete, el más bonito de los números

o le dibujo una chica embarazada, un puente, una escalera, una amapola, un perro que sonríe

o lo rompo minuciosamente en trocitos bien pequeños y jugamos a los puzzles

o lo miro sin saber qué hacer con él mientras remolonea contento por haber ganado la partida, silbato final

exactamente como ahora

domingo, 25 de marzo de 2012

el mendigo - Sam Shepard





¿Podrías darme una pequeña parte de ti? Sólo estoy pidiendo la parte más diminuta, sólo lo bastante para desplazarme de aquí a allí.


Podrías darme algo, cualquier cosa, aceptaré lo que sea. ¿Podrías poner tu mano en mi cabeza? ¿Podrías rozarme el brazo? ¿Podrías acercarte lo bastante para que yo pudiera sentir que fueras a abrazarme? ¿Podrías tocarme con tu voz? ¿Soplar tu aliento en mi dirección? ¿Te importa que te mire a la cara? ¿Te importa que camine detrás de ti? ¿Me dejarías seguirte a distancia? Si tuviera algo de valor te lo daría. Si hay algo de mí que quieras, tómalo. Pero no pienses que soy de esta manera con todos. Casi nunca soy así. De hecho, normalmente es al revés. Hay muchas personas que les encantaría tener una conversación conmigo, incluso hay quienes me preguntan si pueden caminar detrás de mí. Así que no pienses que estoy completamente solo, porque no lo estoy. De hecho, eres tú quien podría usar un poco de compañía. ¿Cómo has podido pensar que tienes algo que darme? Tengo todo lo que necesito, y lo que no tengo, sé donde conseguirlo, cuando yo quiera, en el medio de la noche, en medio de la tarde, a las cinco de la mañana. De hecho, ahora mismo, estoy perdiendo mi tiempo, simplemente hablando contigo.

sábado, 24 de marzo de 2012

Elogio de las bestias - Félix Grande

¿Sabías que hay bestias mansas y leales
que cuando pierden su pareja
husmean al viento con hocico furioso
atacan braman reflexionan
se niegan a comer y giran y enloquecen?
 
 
gillesvranckx.blogspot.com
 

jueves, 22 de marzo de 2012

canto primero - Isidore Ducasse





 RUEGO al cielo que el lector, animado y momentá­neamente tan feroz como lo que lee, encuentre, sin de­sorientarse, su camino abrupto y salvaje, a través de las desoladas ciénagas de estas páginas sombrías y lle­nas de veneno, pues, a no ser que aporte a su lectura una lógica rigurosa y una tensión espiritual semejante al menos a su desconfianza, las emanaciones mortales de este libro impregnarán su alma lo mismo que hace el agua con el azúcar. No es bueno que todo el mundo lea las páginas que van a seguir; sólo algunos podrán saborear este fruto amargo sin peligro. En consecuen­cia, alma tímida, antes de que penetres más en seme­jantes landas inexploradas, dirige tus pasos hacia atrás y no hacia adelante, de igual manera que los ojos de un hijo se apartan respetuosamente de la augusta con­templación del rostro materno; o, mejor, como durante el invierno, en la lejanía, un ángulo de grullas friolen­tas y meditabundas vuela velozmente a través del si­lencio, con todas las velas desplegadas, hacia un pun­to determinado del horizonte, de donde, súbitamente, parte un viento extraño y poderoso, precursor de la tempestad. La grulla más vieja, formando ella sola la vanguardia, al ver esto mueve la cabeza, y, consecuen­temente, hace restallar también el pico, como una per­sona razonable, que no está contenta (yo tampoco lo estaría en su lugar), mientras su viejo cuello despro­visto de plumas, contemporáneo de tres generaciones de grullas, se agita en ondulaciones coléricas que pre­sagian la tormenta, cada vez más próxima. Después de haber mirado numerosas veces, con sangre fría, a to­dos los lados, con ojos que encierran la experiencia, prudentemente, la primera (pues ella tiene el privile­gio de mostrar las plumas de su cola a las otras gru­llas, inferiores en inteligencia), con su grito vigilante de melancólico centinela que hace retroceder al enemigo común, gira con flexibilidad la punta de la figura geo­métrica (es tal vez un triángulo, aunque no se vea el tercer lado, lo que forman en el espacio esas curiosas aves de paso), sea a babor, sea a estribor, como un há­bil capitán, y, maniobrando con alas que no parecen mayores que las de un gorrión, porque no es necia, em­prende así otro camino más seguro y filosófico.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Irène Némirovsky - Elena Medel



Yo soy Elisabeth Gille llorando tu marcha:
éstas son mis cartas de cumpleaños quemadas.
Yo soy tu hija pequeña sin regalos de Navidad.
Persiguiendo a los nazis, saltando la valla.
Yo soy David Golder arruinado tras tu muerte.
Yo soy un acorde de piano cualquiera
que, de repente, en Issy-L′Evêque suena.
Yo soy Danièle Darrieux tirándose a un ministro nazi.
Yo soy la familia Kampf en un baile malogrado.
Yo soy las lágrimas que derramaste
en una cámara de gas en Auschwitz.
Yo soy el espíritu de la mala suerte.
Yo soy, como tú, una judía atea.
Yo también me exilié por la guerra.
Y soy un susurro al oído y un cuento de Chejov
y las moscas del otoño en un suburbio de Moscú
y soy un perro y soy un lobo
y soy un trago de vino de soledad…
Y soy tu todo y soy tu nada.
Y soy el cabrón alemán que te mató.
Y el germen de la semilla de tu ser.
Yo también me marché de Kiev.
Yo soy tú y a la vez yo.
Yo soy un insecto que por noviembre
merodea en los crematorios.
Yo soy la elegancia, el clasicismo y la frescura
de la boca que Hitler mandó callar un día.
Yo soy Grasset quemando todos tus fonemas
cuando tus hijas aún duermen a tu sombra.
Soy tu mano que acaricia sus cabellos
y que, dedos traviesos, imagina un nuevo cuento.
Y digo que este poema es Irène Némirovsky
lo mismo que yo soy Finlandia en 1918
y tú eres un corazón más en un mundo vacío.

El Frágil Absoluto - Slavoj Zizek

" Es posible que la mejor manera de captar la esencia de una época sea examinar no las características explícitas que definen sus construcciones sociales o ideológicas, sino los fantasmas no reconocidos que la pueblan, y que moran en una región misteriosa de entidades inexistentes que, sin embargo, persisten y siguen haciendo valer su fuerza. "

lunes, 19 de marzo de 2012

Desaparecer - Enfant Terrible


Hablo de no poder dormir por las noches porque el sistema nervioso se empeña en recordarte que una noche dormida, es una noche perdida. Hablo de levantarse de la cama, coger el abrigo, y meterse en el coche. Conducir hasta el paso a nivel. Parar el motor ante las barreras. Y mirar cómo la lluvia, iluminada ante el rojo del semáforo, durante dos segundos en el cielo, se tiñe de algo que no es. Y escuchar el vaivén del limpiaparabrisas y el tren a lo lejos. Y las campanas y las gaviotas de las que ya han escrito todos los escritores. Y la angustia por todos los hombres y las mujeres que han muerto y de los que nadie ha escrito. Hablo del sistema que nervioso que dice que arranques y aceleres. Y hablo del sistema nervioso que escribe esto, en la luna frontal del coche, de mi imaginación, mientras el tren pasa.

quiero una vida y una muerte
como las de Bobby Fischer
lástima que me falten dos cosas
inteligencia y cojones
es decir, una

Hablo de volver a casa y contemplar los rastros de cobardía, sobre el tablero de ajedrez, mientras amanece.
Desaparecer siempre es la jugada maestra.

http://enfant.zonalibre.org/

sábado, 17 de marzo de 2012

73 - Julio Cortázar






Así es como París nos destruye despacio, deliciosamente, triturándonos entre flores viejas y manteles de papel con manchas de vino, con su fuego sin color que corre al anochecer saliendo de los portales carcomidos. Nos arde un fuego inventado, una incandescente tura, un artilugio de la raza, una ciudad que es el Gran Tornillo, la horrible aguja con su ojo nocturno por donde corre el hilo del Sena, máquina de torturas como puntillas, agonía en una jaula atestada de golondrinas enfurecidas. Ardemos en nuestra obra, fabuloso honor mortal, alto desafío del fénix. Nadie nos curará del fuego sordo, del fuego sin color que corre al anochecer por la rue de la Huchette. Incurables, perfectamente  incurables, elegimos por tura el Gran Tornillo, nos inclinamos sobre él, entramos en él, volvemos a inventarlo cada día, a cada mancha de vino en el mantel, a cada beso del moho en las madrugadas de la Cour de Rohan, inventamos nuestro incendio, ardemos de dentro afuera, quizá eso sea la elección, quizá las palabras envuelvan esto como la servilleta el pan y dentro esté la fragancia, la harina esponjándose, el sí sin el no; o el no sin el sí, el día sin Manes, sin Ormuz o Arimán, de una vez por todas y en paz y basta.


jueves, 15 de marzo de 2012

libélulas - enfant terrible


El único regalo de la literatura es pertenecer a un mundo irreal. El mundo real es una herencia cruel, servida en bandeja de plata, por un mayordomo teócrata, que corta el cordón umbilical. Irreal como adornado, blando, e incipiente, como el vello púbico en la infancia. Irreal como los muyahidines que suben a los minaretes de mi cabeza y, poco a poco, disparan la letanía de voces. Que convierte algunas palabras en emperadores, al menos, durante algunos segundos. Y después del confeti, sólo queda limpiar las frases, como un arqueólogo quita el polvo, con un cepillo suave, de algo que cree un descubrimiento. Regar la calle, rezarle al asfalto mojado, y atarse los cordones. Podría escribir una palabra en la luna empañada de cada coche. Y construir así, un poema de muerte y frío, que atravesara la ciudad. Deberíamos enfrentarnos, en un cuerpo a cuerpo, hoy, que os sentís poderosos en vuestras resacas. Aquí, en el barro en el que se trenzan las frases. Desnúdate. Los cuerpos teñidos de pintura fluorescente han salido a volar como libélulas. Todavía brilla algo dentro de nosotros. El único regalo de la literatura es pertenecer a un mundo irreal.

http://enfant.zonalibre.org/

miércoles, 14 de marzo de 2012

correr



tocarte y relamer tus heridas, ahí me detengo, capturo esa imagen y me azoto con ella. prorrogar el deseo y aprender la tipografía de tu dolor. deja de sacarle punta al pasado para clavártelo más dentro. acaba ya con esa pena tántrica, me digo a mí misma. sólo altero el equilibrio de lo que más amo. necesitaría fármacos y lobotomía para borrarte. recórreme entera y déjame hacerte. déjame inventarte, dibujarte unos ojos que sonríen, frotarme con tu alma y que lo sientas todo. necesito quemarme contigo. este amor es una hemorragia. no te detengas.

X - Lois Pereiro




Tristemente convivo con tu ausencia
sobrevivo a la distancia que nos niega
mientras bordeo la frontera entre dos mundos
sin decidir cuál de ellos puede darme
la calma que me exijo para amarte
sin sufrir por tu indiferencia
a mi retirada preventiva
de una batalla que ya sé perdida
resuelto a no entrar jamás en ti
pero no a la tortura de evitarte.

lunes, 12 de marzo de 2012

Me senté y lloré - Enrique Vila-Matas



Me preguntaron si era fácil distinguir entre una buena novela y una que no lo era, y dije que bastaba con examinar cuáles eran sus relaciones con las altas ventanas de la poesía. Precisé que hablaba de sutiles conexiones con la poesía y en ningún caso de lo antagónico: novelas escritas por poetas a base de prosa poética, algo absolutamente a evitar cuando se trata de una novela.

“Querido Friedrich, el mundo todavía es falso, cruel y bello...”, escribe Charles Simic, escritor yugoslavo de Nueva York que enlaza con originalidad el surrealismo, la metafísica y los mitos primitivos. Para él, la imaginación no es un alejamiento de la realidad, sino la llave idónea para acceder al mapa de estrellas de nuestras paredes interiores.

Hablé ese día de la filosofía poética de Simic y de la necesidad de que la novela no pierda las sutiles conexiones con la alta poesía. Y, muy poco después, sentí deseos de convertirme allí mismo en el título de una novela de Elizabeth Smart, En Grand Central Station me senté y lloré. Siempre quise ser o escenificar ese título, y aquella era toda una oportunidad para hacerlo, pues a fin de cuentas me encontraba en Nueva York y estaba justo en aquel momento en Park Avenue, a dos pasos de Grand Central Station.

Me dije que, aparte del título, aquel libro de Elizabeth Smart (novela autobiográfica que narra la pasión de la autora por el poeta George Barker, un hombre casado del que se enamoró incluso antes de conocerlo: libro de una bella intensidad, extrema y rara) fue siempre una obra maestra gracias a su capacidad de diálogo con la tradición poética y a su elegante inspiración surrealista. De hecho, aquel mismo libro era un perfecto ejemplo de novela en comunicación con el gran espectro poético. Y es más, tenía el encanto de haber sido pionero en un procedimiento que aprecio y que consiste en convertir el texto en una máquina de citas literarias que ayudan a crear sentidos diferentes.

Me acuerdo muy bien de cómo era, aquel día, la novela de mi vida. Parecía que el surrealismo de Simic estuviera por todas partes, porque vi en el pasillo de entrada al gran vestíbulo de la estación a un negro con la cabeza rapada, sin zapatos, poniendo a un limpiabotas y a Dios por testigos. ¿Por testigos de qué? Tras contestar a cómo se distinguía entre una buena novela y una que no lo era, empezó a cumplirse uno de mis más antiguos deseos cuando, al adentrarme en el gran vestíbulo, avancé hipnotizado hacia el célebre reloj de cuatro caras, y fui pasando repentina revista a lo que habían sido las ventanas ciegas de mi vida: iba como hechizado y como si tuviera luz para descifrar el mapa de las estrellas en los futuros interiores de las novelas. Y así fui avanzando y buscando un lugar solitario, hasta que lo hallé y, contemplando en una de las ventanas altas los movimientos del sol como quien mira el de las hormigas, pensé en un poema de Simic que habla de una azotea y de un agujero en unas medias negras y de una bella muchacha de Nueva York de la que estaban todos enamorados, y entonces sí, entonces, tal como venía previendo, como si uno pudiera ser el título de una novela dentro de una poesía secreta, casi desmoronándome, dando bandazos con mi suerte más ciega, en Grand Central Station me senté y lloré.

jueves, 8 de marzo de 2012

Yo, Claudio - Robert Graves



" Y quizá sobreviví porque las enfermedades no pudieron ponerse de acuerdo acerca de cual de ellas tendría el honor de rematarme. Para empezar nací prematuramente, a los siete meses de gestación, y luego la leche de mi nodriza no me sentó bien, de modo que me estalló un terrible salpullido en toda la piel, y después tuve malaria, y sarampión, que me dejó levemente sordo de un oído, y erisipela, y colitis, y finalmente parálisis infantil, que me acortó de tal modo la pierna izquierda, que me vi condenado a una permanente cojera.
(...)
Pero yo vivía en el corazón de la manzana, por decirlo así, y se me perdonará si escribo más acerca de la putrefacción central que acerca de la parte exterior, todavía intacta y fragante.
-Una vez que te abandonas a una metáfora, Claudio, cosa que sucede muy rara vez, la sigues demasiado lejos. Sin duda recordarás las instrucciones de Atenodoro contra esas cosas. Bueno, llama gusano a Seyano y termina con eso. Y vuelve a tu estilo habitualmente sencillo. "

miércoles, 7 de marzo de 2012

(1)




La tristeza es tan grande que, de repente, lo ocupa todo. Se expande, hace metástasis, es una riada. Somos Diógenes atesorando tristeza. Aún no ha salido el sol y ante nuestro reflejo en el espejo, nos decimos en flujo interno: pero qué tristeza, joder.. Como si la vida fuera un día de pesca y nuestras redes estuvieran rotas desde el principio, y aún así, nos echamos a la mar, no inocentes pero sí ilusionados. Así me siento..y así me levanto todos los días, en eterno ritual. Nadie sospecha de mi decaimiento. Nadie sabe de mi dolorosa existencia. Me guardo de ello, me guardo mucho. Leía el otro día “sé metódico y ordinario en tu vida, como un burgués, para poder ser violento y original en tu obra”. Tras la niebla de la corrección todos somos cristal empañado, borrones o bocetos en el mejor de los casos. Hechos de miedo, parches y estómagos de paja. Yo soy como esa página de bloc agujereada en quinto curso de tanto borrar y volverlo a intentar. Mi epitafio sería un necesita mejorar (indudablemente).
La inspiración no llega sola, gran sentencia. Suele tener nombre de mujer, apellido y dirección.
Nunca le rompí las medias, nunca le arranqué un botón, nunca pensé en eso cuando la tuve, nunca me inspiró tanto como al marcharse. El pasado es un miembro con el que masturbarse y ya no sé hacer otra cosa, desde luego.
Era como una ciudad. Me aprendí sus calles de tanto perderme en ellas. Aprendí su idioma. Su sabor, su olor. Aprendí su invierno, sus atardeceres, el mejor banco de su parque, el café más caliente. De memoria sus colores. Gasté mis yemas con sus cuerdas. Me sabía sus abismos. Nido de golondrinas y cielo azul, en eso la convertí.

Fe de vida - Antonio Colinas




Esperar junto a este mar (en el que nacieron las ideas)
sin ninguna idea. (Y así tenerlas todas.)
Ser sólo la brisa en la copa del pino grande,
el aroma del azahar, la noche de las orquídeas
en las calas olvidadas.

Sólo permanecer viendo el ave que pasa
y no regresa; quedar
esperando a que el cielo amarillo
arda y se limpie con los relámpagos
que llegarán saltando de una isla a otra isla.
O contemplar la nube blanca
que, no siendo nada, parece ser feliz.
Quedar flotando y transcurriendo de aquí para allá,
sobre las olas que pasan,
como un remo perdido.
O seguir, como los delfines,
la dirección de un tiempo sentenciado.

Ser como la hora de las barcas en las noches de enero,
que se adormecen entre narcisos y faros.
Dejadme, no con la luz del conocimiento
(que nació y se alzó de este mar),
sino simplemente con la luz de este mar.
O con sus muchas luces:
las de oro encendido y las de frío verdor.
O con la luz de todos los azules.
Pero, sobre todo, dejadme con la luz blanca,
que es la que abrasa y derrota a los hombres heridos,
a los días tensos, a las ideas como cuchillos.

Ser como olivo o estanque.
Que alguien me tenga en su mano como a puñado de sal.
O de luz.

Cerrar los ojos en el silencio del aroma
para que el corazón –al fin- pueda ver.
Cerrar los ojos para que el amor crezca en mí.
Dejadme compartiendo el silencio
y la soledad de los porches,
la hospitalidad de las puertas abiertas; dejadme
con el plenilunio de los ruiseñores de junio,
que guardan el temblor del agua en las últimas fuentes.
Dejadme con la libertad que se pierde
en los labios de una mujer.

martes, 6 de marzo de 2012

El ladrón - Georges Darien




“Voy a pasar la tarde al jardín zoológico para matar el tiempo. Son sobre todo las fieras las que me interesan. ¡Ah! ¡Bellas y desgraciadas criaturas! La tristeza de sus miradas persigue, a través de los barrotes de las jaulas, sin preocuparse de la curiosidad ridícula de la multitud, visiones de acción y de libertad, de largos ocios y de cazas terribles, de acechos pacientes y de sangrientos festines, de luchas amorosas y de celos satisfechos… visiones de cosas que no volverán a ocurrir, de cosas cuyo recuerdo despierta cóleras feroces que ni siquiera llegan a realizarse, tan bien saben, esos animales mártires, que tendrán que morir ahí, en esa prisión en la que notan debilitarse día a día la enorme fuerza que les es imposible gastar.

Doloroso espectáculo el de esos sueños enérgicos y crueles condenados a rumiar sueños de independencia bajo el ojo húmedo de los castrados. Sus ojos, de ellos… Los ojos de los leones, desdeñosos y del color de las arenas, proyectando resplandores oblicuos entre los párpados semicerrados; los ojos de ámbar pálido de los tigres, que saben mirar interiormente; los ojos rojos y helados de los osos, que parecen hechos de un poco de nieve y de mucha sangre; los ojos que siempre han vivido de los lobos, de una inmensidad angustiosa; los ojos imprecisos de las panteras, ojos de cortesanas, almendrados, ojerosos y móbiles, llenos de traición y de caricias; los ojos filantrópicos de las hienas, de pupilas religiosas… ¡Ah! ¡qué terrible angustia y cuánto desprecio en esos ojos de reflejos metálicos!”

lunes, 5 de marzo de 2012

XVI Análisis hemático del amor - Lois Pereiro







































Un Lied de Mahler sería la banda sonora: "Nun will die Sonne so hell aufgeht", en la voz de Christa Ludwig... Por ejemplo. (Tratamiento para enamorados, cuando "la vida anochece en cada hueso", por ejemplo. Pero tengo motivos, movimientos, gestos, para sentirme feliz y satisfecho; y también para estampar el coche contra todo lo que perdí en el camino de regreso.)

XVI
(Análisis hemático del amor)
Con el amor que se interpone
entre vosotros
y mi miedo
se alteran los parámetros orgánicos
de mis restos en frágil equilibrio
bien restaurados y supervisados.

Y podría hacer un Lied amargo
dedicado a mis seres más amados
modificando mis CD4
y bajando el nivel de protrombina
de este cuerpo que flota en endorfinas
sin jeringas o fármacos
que las lleven.

La sed por soñar aumenta la fiebre
y causa hemorragias invisibles
exiliando de la sangre los hematíes.

Pero las lágrimas lubrican el deseo
provocan más nostalgia
y anestesian.

La amistad protege y el amor cura
el odio contagia y hiere
la indiferencia mata.

Apagado este incendio sobrevivid libres
de este estertor final de quien os ama.


"Mi madre es un pez", dijo Vardaman.

viernes, 2 de marzo de 2012

Reza un antiguo proverbio del lejano oeste, que cuando te descubres a ti mismo en un agujero, lo primero que debes hacer es dejar de cavar. Sin embargo, otra posibilidad es seguir paleando, y mantener la luz al final del túnel siempre fija sobre tu cabeza.

Crear es ambas opciones. Pero los momentos de mayor delectación son aquellos en los que estás en posición de explicar el agujero desde el mismo túnel.

jueves, 1 de marzo de 2012

Fin y principio - Wislawa Szymborska



Ambos están convencidos
de que los ha unido un sentimiento repentino.
Es hermosa esa seguridad,
pero la inseguridad es más hermosa.
Imaginan que como antes no se conocían
no había sucedido nada entre ellos.
Pero ¿qué decir de las calles,
las escaleras, los pasillos
en los que hace tiempo podrían haberse cruzado?
Me gustaría preguntarles
si no recuerdan
-quizá un encuentro frente a frente
alguna vez en una puerta giratoria,
o algún "lo siento"
o el sonido de "se ha equivocado" en el teléfono-,
pero conozco su respuesta.
No recuerdan. Se sorprenderían
de saber que ya hace mucho tiempo
que la casualidad juega con ellos,
una casualidad no del todo preparada
para convertirse en su destino,
que los acercaba y alejaba,
que se interponía en su camino
y que conteniendo la risa
se apartaba a un lado.
Hubo signos, señales,
pero qué hacer si no eran comprensibles.
¿No habrá revoloteado
una hoja de un hombro a otro hace tres años
o incluso el último martes?
Hubo algo perdido y encontrado.
Quién sabe si alguna pelota
en los matorrales de la infancia.
Hubo picaportes y timbres
en los que un tacto
se sobrepuso a otro tacto.
Maletas, una junto a otra, en una consigna.
Quizá una cierta noche el mismo sueño
desaparecido inmediatamente después de despertar.
Todo principio
no es mas que una continuación,
y el libro de los acontecimientos
se encuentra siempre abierto a la mitad.