malditos sean los curiosos y que los malditos sean curiosos:
la esencia de la poesía es una mezcla de insensatez y látigo...
....el gran Hank

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viernes, 22 de junio de 2012

Charles Baudelaire y los sabios - Pere Rovira





Le registran a fondo la cartera y las casas.
Les irritan los vicios y el dandismo,
La lista de usureros, las cartas a la madre
-tanto amor miserable-, la sífilis, la negra
que Manet retrató, vestida de muñeca,
con manos de giganta -la Jeanne infiel, que olía
a alquitrán caliente en los orgasmos.

Hablan de Baudelaire como si no hubiese escrito,
no ocultan que lo quieren intratable, retrógrado,
malgastador, cobarde... El autor de un mal destino,
del inválido mudo de los últimos años;
el culpable, no el hombre
que hizo Les fleurs du mal,
el libro más perfecto de su siglo.

Ellos no pierden tiempo
rastreando poemas por las calles de París.
No han convertido escorias y desgracias
en belleza abrazada
desesperadamente a las palabras.
No hay capital que logre
belleza tan durable.

Ignoran cómo arden
las horas por un verso -que son éstas las horas
que salvan al poeta, no la posteridad.

No saben qué pensaba Baudelaire
de los hombres que guardan la ceniza.

miércoles, 9 de mayo de 2012

Breves entrevistas con hombres repulsivos (fragmento) - David Foster Wallace





" Ese ruido de algo blando que cae. El susurro suave del papel. Los pequeños gruñidos involuntarios. La imagen singular de un anciano ante el inodoro de la pared, la manera en que se coloca allí, asienta los pies, apunta y deja escapar un suspiro intemporal del que uno sabe que no es consciente. Aquel era su ambiente. Estaba allí seis días por semana. Los sábados doblaba turno. Esa sensación irritante que produce la orina mezclada con el agua. El susurro invisible de los periódicos sobre los muslos desnudos. Los olores. "

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Leyendo escribiendo - Julien Gracq




El escritor, ante sus libros, es sensible sobre todo a su evolución, el lector a sus constantes. Un autor es siempre, me parece, ingenuamente sorprendido cuando constata la facilidad de un lector sin experiencia crítica especial para detectarlo detrás de un fragmento de unas cuantas líneas, tomado al azar en sus libros. Él no se consideraba tan parecido a sí mismo porque sus propios libros nunca pudieron tenderle verdaderamente un espejo; si vuelve a abrirlos, bien ve en ello lo que los empaña, los raya o los descascarilla, no lo que reflejan de indeformable.

martes, 16 de noviembre de 2010

La ventana a la calle - Franz Kafka

“Quien vive solo, y sin embargo desea de vez en cuando vincularse a algo; quien, considerando los medios del día, del tiempo, del estado de sus negocios y demás, anhela de pronto ver un brazo al cual pudiese aferrarse, no está en condiciones de vivir mucho tiempo sin una ventana a la calle. Y si le place no desear nada, y sólo se acerca a la ventana como un nombre cansado cuya mirada oscila entre el público y el cielo, y no quiere mirar hacia afuera, y ha echado la cabeza un poco hacia atrás, sin embargo, a pesar de todo esto, los caballos de abajo terminarán por arrastrarlo en su caravana de coches y su tumulto, conduciéndolo finalmente a la armonía humana. ”

lunes, 15 de noviembre de 2010

El mito de Sísifo - Albert Camus


"Los dioses condenaron a Sisifo a empujar eternamente una roca hasta lo alto de una montaña, desde donde la piedra volvía a caer por su propio peso. Pensaron, con cierta razón, que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza.
....
Todo el gozo silencioso de Sísifo está en eso. Su destino le pertenece. Su roca es su casa. De la misma manera el hombre absurdo, cuando contempla su tormento, manda callar a todos los ídolos. En el universo que de pronto ha recobrado su silencio se alzan las mil vocecitas maravilladas de la tierra. Llamadas inconscientes y secretas, invitaciones de todos los rostros, son el reverso necesario y el precio de la victoria. No hay sol ni sombra, y es menester conocer la noche. El hombre absurdo dice sí y su esfuerzo no cesará nunca. Si hay un destino personal, no hay un destino superior o al menos no hay sino uno, que juzga fatal y despreciable. En lo demás, sabe que es dueño de sus días. En ese instante sutil en el que el hombre se vuelve sobre su vida, Sísifo, regresando hacia su roca, contempla esa serie de actos desvinculados que se convierte en su destino, creado por él, unido bajo la mirada de su memoria y pronto sellado con su muerte. Así, persuadido del origen plenamente humano de cuanto es humano, ciego que desea ver y que sabe que la noche no tiene fin, está siempre en marcha. La roca sigue rodando.