Mi
respiración, así, cuando acelerada,
abandona
la fragmentaria vida de antaño y se acopla a ti,ya sea sobre un sofá, sobre el suelo, sentada en un escalón,
cercada siempre por el umbral de tus palabras,
abandona el bodegón de muerte.
Ahí, en el bramar de las olas que me sacas de dentro,
en el viento que peina el trigo y barre las nubes del desasosiego,
en la necesidad de nombrarte en mitad de la noche
para saberme entera,
hembra que conjura la infección de las palabras vacías
en esta suerte de herencia que es verter en tinta el sentir.
y volcarlo en un papel
con sus sombras,
con sus sobras,
dándome brazadas en el vientre de la noche
sin la piedad que me debo.
Poniendo el grito en el cielo o en el infierno
para saberme exacta, para saberme hallada,
para entenderme las arterias,
el pulso y el verbo.
te protegeré, haré enroque con mis brazos,
una soprano muda que lo desnudará todo en tu mirada
en esta quintaesencia del desahogo que me brindas
con la batiente ala de la memoria que augura el vuelo
acto reflejo de amarte con cada miembro y cada esquina
de este latifundio que es mi piel y que ya te pertenece.
me abandono,
me hallo,
me desobedezco
cuando todo era páramo, cuando todo era yermo,
cuando nuestra calma era una promesa en el bolsillo de un niño,
un sueño de almohada,
un fuego fatuo.
Traigo en mis yemas la fiebre
y en tus ojos hallo la magia del precipicio,
así, paso a paso, hacia nosotros mismos.