cierro el libro de Ribeyro mientras saboreo aún las últimas frases que he leído y apago la luz para que entre la noche por mi ventana. poco a poco el deseo va cayendo sobre mí como cae la lluvia sobre Nueva Orleans y sé que no podré adivinarte porque este prólogo precipitado y triste que surge entre los dos ya me lo ha dicho todo. que venimos cargados de ansiedad y malas artes. que estamos tan solos y deshabitados, como dijo Cortázar. que sólo nos queda batallar con esas caricias violentas que demuestran la circulación de nuestra sangre. que los km se nos clavan como cuchillos en manos de un ebrio Daniel Auteuil. que hemos escondido los mapas. que nos hemos acostumbrado a vivir hambrientos. que me puedes pedir mil veces que te mire como Marie Laforet en A plein soleil pero que yo no soy ella. jamás seré ella. y mientras seguimos calados hasta el alma, enterrando paraguas, empapados de esa lluvia del deseo y deseando ahogarnos en ella.