malditos sean los curiosos y que los malditos sean curiosos:
la esencia de la poesía es una mezcla de insensatez y látigo...
....el gran Hank

Mostrando entradas con la etiqueta Ben Clark. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Ben Clark. Mostrar todas las entradas

miércoles, 3 de octubre de 2012

Ben Clark

a   u n   a m o r   a n i m a l

duermen. suyo es el sueño de las presas
y suyo es el reposo merecido
de las aves rapaces, de las rocas.

descansan de sí mismos, descansándose
con la misma fatiga que los polos
le ofrecen a las aguas y a la sal;
es una pasión fría y sin remedio;
un elogio sin centro de una sílaba;
un olvido perenne; un jeroglífico.

¿dónde estarán ahora? no se sabe
ni puede especularse pero sí,
podemos afirmar que son felices
como sólo las bestias pueden serlo.



c a b o t e a  n d o

he soñado otra vida diferente.
mi único propósito: viajarte.
de tu boca a tu pecho,
de tu pecho a tu vientre
y de tu vientre al mundo

a recorrer sus calles con sombría
tez y pequeñas nubes sobre el hombro. 
a pudrirme en un centro comercial
y desde allí, sin duda, al bar de siempre.

un buque monocasco
roído, desgastado e inseguro.

por cien puertos infectos me arrastro cada día.
me queda sin embargo lo soñado
y lejos una cala resguardada;
un puerto natural de aguas turquesas
me espera, sé que me espera. 
y después de ese puerto los dos cabos,
y mucho más allá,
al sur, 
la cueva. 

miércoles, 25 de agosto de 2010

Caboteando - Ben Clark

he soñado otra vida diferente.
mi único propósito: viajarte.
de tu boca a tu pecho,
de tu pecho a tu vientre
y de tu vientre al mundo.

a recorrer sus calles con sombría
tez y pequeñas nubes sobre el hombro.
a pudrirme en un centro comercial
y desde allí, sin duda, al bar de siempre.

un buque monocasco
roído, desgastado e inseguro.

por cien puertos infectos me arrastro cada día.
me queda sin embargo lo soñado
y lejos una cala resguardada;
un puerto natural de aguas turquesas
me espera, sé que espera.
y después de ese puerto los dos cabos,
y mucho más allá,
al sur,
la cueva.

Doce versos para Maupassant - Ben Clark

El único consuelo es comprenderse
permitiendo, eso sí, un margen de error
donde quepan los jueves neurasténicos
de mayo, los reproches adiposos,
las lecturas frugales de novelas
y el sexo renegado del kiosco.

Y muy de vez en cuando, con cautela
-tras seis o siete copas, nunca menos-,
adivinar cuál fue nuestro pasado,
al salir a la noche como cuervos
que odian la poesía cuando mienten
y escriben en el hielo que hay futuro.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Dr. en medicina y cirugía - Ben Clark

La vida siempre apuesta por la vida.
En caso de hemorragia nuestro cuerpo
irá sacrificando,
                       uno a uno,
sus órganos vitales,
para así alimentar nuestro cerebro
unos segundos más.
                             Es complicado
escribir un poema donde quede
reflejada esta idea. Pero sirve,
sin embargo, en las tardes otoñales,
cuando todo parece estar muriendo
y el amor se pasea en gabardina,
sirve leer un libro y descubrir
que hay algo indefinido que jamás
se deja convencer, que no se rinde,
un instinto suicida que no atiende
a ninguna palabra salvo vida.

miércoles, 2 de junio de 2010

V (Fear) - Ben Clark

Y, de pronto, la noche. No la noche
de la caricia azul, del beso tibio,
la noche mansa y tersa como un pecho
de mármol. No esa noche.
                       Y un mal día
la noche, no la noche adolescente
de estrellas rutilantes y de cantos
sin dueño por senderos de luz tierna;
no la oscuridad cómplice, arcana,
madre del tiempo inútil
que algunos científicos han dicho
existe tras el último
beso. No: no esa noche.
Sino la del aullido de la fiera
detrás de las arrugas, la del ruido
que se repite golpe a golpe
como un aparador precipitándose
por unas escaleras sin final.
Cuando alguien quiere hacernos daño, quiere
forzar la cerradura para herirnos.
¡No queremos visitas! No queremos
que nadie nos moleste no hay comida
pero llaman no cesan las campanas
quién está al otro lado del teléfono
quien quiere entrar quién quiere entrar quién es
silencio.
                       Solamente silencio.
El grifo que gotea porcelana
el cuarto está inclinado y no hay comida
el médico el médico insolente
contar del uno al diez
¡uno dos tres el ruido! Otra vez
el ruido el batir insoportable
de unas alas no hay nada en la despensa
papeles en la mesa dónde estoy
el peso de la noche y el espejo
que no nos reconoce y la paloma
-de nuevo la paloma-
zurea con palabras afiladas
el nombre que una vez reconocimos
como nuestro.
Ha venido esta vez a acompañarnos
a nosotros, los seres paradójicos,
que en el último instante, en la última
alanceada a la muerte,
comprendimos.