malditos sean los curiosos y que los malditos sean curiosos:
la esencia de la poesía es una mezcla de insensatez y látigo...
....el gran Hank

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domingo, 21 de septiembre de 2014

lírica de sanatorio, túnel y orquesta salvaje




































Me olvidé de cómo se descuidan los mapas que nos labramos en la piel. Allí donde fue camino/guerra dejamos crecer la hierba y taponamos heridas con esa sobada lírica de sanatorio, túnel y orquesta salvaje que aprendimos, nunca supimos cómo, en alguna cuneta. Más tarde, con lúcida falsedad, las llamaremos cicatrices, y las mostraremos hasta orgullosos pero sin acercarnos demasiado, porcelana china que podría romperse, les reservamos estantes altos y las miramos con recelo, como pequeños acantilados que vamos coleccionando. Panorámicas del fracaso en las que el foto finish siempre muestra que perdimos los dos aunque horriblemente sonrientes. 

Pero todo lo que no sangra llamativamente tampoco coagulará nunca. Serán patadas en el vientre, vivir con la costilla quebrada e intentar andar derecho y sentir cómo te pincha en cada respiración un olor, una estación, una palabra. 

Después vendrá el hacer poemas con cada daño. Decorar los accidentes, convertirlos en naturalezas muertas, santuarios de la pérdida y gastar en ellos cientos de noches mirando, buscándole el brillo a los ojos del pescado y el dichoso adjetivo cargado de pólvora, sacrificio y arañazos. El exorcismo de la poesía. El poema quedará limpio al salir de la tintorería privada, la danza macabra de la ansiedad permanecerá en sus márgenes, de los cañaverales que habita nuestra flaqueza sólo brindaremos el sol, la nube, la postal, ofreciendo así toda la bisutería de nuestro pensamiento, en lugar de dibujar con la boca las bandadas de abedules y los bosques de estorninos que morían de quietud y fuego donde nos crecía lo impensable. Preferimos frotar las palabras hasta la intemerata y desfigurar el momento. Y soltarlo, como cachorros que ya no nos muerden.  

También olvidé que habitabas el bronquio de la madrugada, aquel que se dilata y esnifa toda la humedad y el metal de nuestros misterios más carnales desde que hice del oficio de escarbar en la mujer tu más miserable aventura. 

Y ahora, aquí, con el mapa de la tarde, violando cada significado de la palabra, en la orgía de nuestros daños, con la punta endemoniada del domingo y la gramática desnuda de las manos masturbaremos el sentimiento sobre el teclado una vez más porque en el fondo sólo somos habitaciones cerradas y un animal desgarrado con demasiado tiempo para pensar.


miércoles, 20 de agosto de 2014

imantados y precoces en la herida





En la insistencia del ruido,
con la vida hasta el cuello, me dejé caer la noche hasta los tobillos.
Le nacieron sogas a las palabras y astillas a los rincones donde me ponía a pensarte. Gasté los pomos de las puertas que nos separan de sólo imaginarme cruzando umbrales y ardieron las calles prometidas y sus soportales con olor a demonio.

El silencio es un idioma en sí, basta con cerrar los ojos y tocar pie en tu pensamiento, sin artificio. Hay que hacerlo lento, como cuando tienes miedo o alguien duerme.
Te hago un tajo en el abdomen y entro. Te tomo por los extremos. Mis manos en tus manos, mis muslos en tus muslos. Imantados. Engancho tu mente. Engancho tus pestañas. Sólo es un momento y ahí me detengo. Apnea voluntaria, inhalarte hasta el pre-desmayo. Paseo contigo por el museo de tus gestas y tus desgracias. Visto tu piel y tu aliento. Calada de ti. De dulces drogas el pecho lleno nos salvará de las palabras. Azaleas en tu tráquea, flor por tallo. Deambulo tus arrabales. Oleajes y escolleras. Vinos para descoser las almas. Matrioska infame y ensayada que inunda tu territorio. Y ahí, el silencio como un manto marino que calma. Y así entender lo insondable.

Después siempre vivir en el despeñadero o en la horizontalidad de nuestros salones. Después. 
El sueño de la luz recortada entre nuestros cuerpos. Extinguir con abrazos la distancia y volcarnos en el clima que crean dos ecuadores al enfrentarse, derramando todos los cielos por el costado.
Sujetos a la epifanía que se da en las salas de espera que inventamos en mitad del fracaso, con el aullido interno y la adrenalina del salto, precoces en la herida que nos haremos, anunciando nuestro infinito y lírico colapso.

Aquí, junto a mi temor, estoy yo tendida con el éxtasis y la furia bajo la ropa, abordándome callada, con la descarada ingenuidad de la que aguarda una tormenta ya empapada.

//Y sin embargo sonrío porque nos sé irrenunciables//.
 
 

*y mil gracias a Dulce Locura
que me descubrió el inquietante ojo de Arthur Tress