malditos sean los curiosos y que los malditos sean curiosos:
la esencia de la poesía es una mezcla de insensatez y látigo...
....el gran Hank
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miércoles, 6 de junio de 2012
Ray Bradbury
El ruido de un trueno, de Cuentos del futuro
Eckels miró en el otro extremo de la vasta oficina la confusa maraña zumbante de cables y cajas de acero, y el aura ya anaranjada, ya plateada, ya azul. Era como el sonido de una gigantesca hoguera donde ardía el tiempo, todos los años y todos los calendarios de pergamino, todas las horas apiladas en llamas. El roce de una mano, y este fuego se volvería maravillosamente, y en un instante, sobre sí mismo. Eckels recordó las palabras de los anuncios en la carta. De las brasas y cenizas, del polvo y los carbones, como doradas salamandras, saltarán los viejos años, los verdes años; rosas endulzarán el aire, las canas se volverán negro ébano, las arrugas desaparecerán. Todo regresará volando a la semilla, huirá de la muerte, retornará a sus principios; los soles se elevarán en los cielos occidentales y se pondrán en orientes gloriosos, las lunas se devorarán al revés a sí mismas, todas las cosas se meterán unas en otras como cajas chinas, los conejos entrarán en los sombreros, todo volverá a la fresca muerte, la muerte en la semilla, la muerte verde, al tiempo anterior al comienzo. Bastará el roce de una mano, el más leve roce de una mano.
Una noche o una mañana cualquiera, de El hombre ilustrado
Ya lo ves. No tienes ninguna evidencia mental. Eso busco, una evidencia mental que yo pueda sentir. La evidencia física, las pruebas que tienes que buscar fuera no me interesan. Quiero algo que se pueda llevar en la mente, y tocar, y oler, y sentir. Pero no es posible. Para creer en algo tienes que llevarlo contigo. Y la Tierra y los hombres no te caben en los bolsillos del traje. Yo quisiera hacer eso, llevarme todas las cosas conmigo. Así podría creer que existen. Qué pesado y difícil tener que salir en busca de algo, algo terriblemente físico, para poder probar su existencia. Odio los objetos físicos. Los dejas atrás y ya no puedes creer en ellos.
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Seb Janiak
sábado, 2 de octubre de 2010
RAY BRADBURY
"¡Eh -gritó Will-, la gente corre como si ya hubiera llegado la Tormenta!". "¡Llegó -gritó Jim-, la tormenta somos nosotros".
domingo, 1 de agosto de 2010
El ruido de un trueno - Ray Bradbury
" Eckels miró en el otro extremo de la vasta oficina la confusa maraña zumbante de cables y cajas de acero, y el aura ya anaranjada, ya plateada, ya azul. Era como el sonido de una gigantesca hoguera donde ardía el tiempo, todos los años y todos los calendarios de pergamino, todas las horas apiladas en llamas. El roce de una mano, y este fuego se volvería maravillosamente, y en un instante, sobre sí mismo. Eckels recordó las palabras de los anuncios en la carta. De las brasas y cenizas, del polvo y los carbones, como doradas salamandras, saltarán los viejos años, los verdes años; rosas endulzarán el aire, las canas se volverán negro ébano, las arrugas desaparecerán. Todo regresará volando a la semilla, huirá de la muerte, retornará a sus principios; los soles se elevarán en los cielos occidentales y se pondrán en orientes gloriosos, las lunas se devorarán al revés a sí mismas, todas las cosas se meterán unas en otras como cajas chinas, los conejos entrarán en los sombreros, todo volverá a la fresca muerte, la muerte en la semilla, la muerte verde, al tiempo anterior al comienzo. Bastará el roce de una mano, el más leve roce de una mano. "
Crónicas marcianas - Ray Bradbury
" Se llamaba Benjamin Driscoll, tenía treinta y un años y quería que Marte creciera verde y alto con árboles y follaje, produciendo aire, mucho aire, que aumentaría en cada temporada. Los árboles refrescarían las ciudades abrasadas por el verano, los árboles pararían los vientos del invierno. Un árbol podría ser tantas cosas: color, sombra, fruta, paraíso de los niños, universo aéreo de escalas y columpios, arquitectura de alimento y placer. Todo eso era un árbol. Pero los árboles eran, ante todo, fuente de aire puro y un suave murmullo que adormece a los hombres acostados de noche en lechos de nieve. "
Fahrenheit 451 - Ray Bradbury
" Constituía un placer especial ver las cosas consumidas, ver los objetos ennegrecidos y cambiados. Con la punta de bronce del soplete en sus puños, con aquella gigantesca serpiente escupiendo su petróleo venenoso sobre el mundo, la sangre latia en la cabeza y sus manos eran las de un fantástico director tocando todas las sinfonías del fuego y de las llamas para destruir los guñapos y ruinas de la Historia. Con su casco simbolico en que aparecía grabado el número 451 bien plantado sobre su impasible cabeza y sus ojos convertidos en una llama anaranjada ante el pensamiento de lo que iba a ocurrir, encendió el deflagrador y la casa quedo rodeada por un fuego devorador que inflamó el cielo del atardecer con colores rojos, amarillos y negros. El hombre avanzó entre un enjambre de luciérnagas. Quería, por encima de todo, como en el antiguo juego, empujar a un malvavisco hacia la hoguera, en tanto que los libros, semejantes a palomas aleteantes, morían en el porche y el jardín de la casa; en tanto que los libros se elevaban convertidos en torbellinos incandescentes y eran aventados por un aire que el incendio ennegrecía.
(...)
Se vio en los ojos de ella, suspendido en dos brillantes gotas de agua, oscuro y diminuto, pero con mucho detalle; las líneas alrededor de su boca, todo en su sitio, como si los ojos de la muchacha fuesen dos milagrosos pedacitos de ámbar violeta que pudiesen capturarle y conservarle intacto. El rostro de la joven, vuelto ahora hacia él, era un frágil cristal de leche con una luz suave y constante en su interior. No era la luz histérica de la electricidad, sino... ¿Qué? Sino la agradable, extraña y parpadeante luz de una vela. "
(...)
Se vio en los ojos de ella, suspendido en dos brillantes gotas de agua, oscuro y diminuto, pero con mucho detalle; las líneas alrededor de su boca, todo en su sitio, como si los ojos de la muchacha fuesen dos milagrosos pedacitos de ámbar violeta que pudiesen capturarle y conservarle intacto. El rostro de la joven, vuelto ahora hacia él, era un frágil cristal de leche con una luz suave y constante en su interior. No era la luz histérica de la electricidad, sino... ¿Qué? Sino la agradable, extraña y parpadeante luz de una vela. "
sábado, 31 de julio de 2010
Una noche o una mañana cualquiera - Ray Bradbury
" Ya lo ves. No tienes ninguna evidencia mental. Eso busco, una evidencia mental que yo pueda sentir. La evidencia física, las pruebas que tienes que buscar fuera no me interesan. Quiero algo que se pueda llevar en la mente, y tocar, y oler, y sentir. Pero no es posible. Para creer en algo tienes que llevarlo contigo. Y la Tierra y los hombres no te caben en los bolsillos del traje. Yo quisiera hacer eso, llevarme todas las cosas conmigo. Así podría creer que existen. Qué pesado y difícil tener que salir en busca de algo, algo terriblemente físico, para poder probar su existencia. Odio los objetos físicos. Los dejas atrás y ya no puedes creer en ellos. "
viernes, 25 de junio de 2010
Ray Bradbury - La muerte es un asunto solitario
¿Crees que no sé todo acerca de ti?
No hay mucho para saber - contesté tímidamente.
Claro que no. Escucha. – Crumley sorbió otro trago, cerró los ojos y comenzó a leer los detalles de mi vida en la parte de atrás de sus párpados.
A Shrank y a mí nos asaltó una especie de paroxismo. A mí, porque acababa de decir una verdad, como si hubiese destapado un horno de donde emanaba un calor que me quemaba la cara, la lengua, el corazón y el alma.
No hay mucho para saber - contesté tímidamente.
Claro que no. Escucha. – Crumley sorbió otro trago, cerró los ojos y comenzó a leer los detalles de mi vida en la parte de atrás de sus párpados.
A Shrank y a mí nos asaltó una especie de paroxismo. A mí, porque acababa de decir una verdad, como si hubiese destapado un horno de donde emanaba un calor que me quemaba la cara, la lengua, el corazón y el alma.
jueves, 1 de mayo de 2008
El hombre ilustrado - RAY BRADBURY

"Ya lo ves. No tienes ninguna evidencia mental. Eso busco, una evidencia mental que yo pueda sentir. La evidencia física, las pruebas que tienes que buscar fuera no me interesan. Quiero algo que se pueda llevar en la mente, y tocar, y oler, y sentir. Pero no es posible. Para creer en algo tienes que llevarlo contigo. Y la Tierra y los hombres no te caben en los bolsillos del traje. Yo quisiera hacer eso, llevarme todas las cosas conmigo. Así podría creer que existen. Qué pesado y difícil tener que salir en busca de algo, algo terriblemente físico, para poder probar su existencia. Odio los objetos físicos. Los dejas atrás y ya no puedes creer en ellos."
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