malditos sean los curiosos y que los malditos sean curiosos:
la esencia de la poesía es una mezcla de insensatez y látigo...
....el gran Hank

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martes, 19 de marzo de 2024

SCARLET RIVERA: EL VIOLÍN DEL HURACÁN

En Muzikalia:     SCARLET RIVERA: EL VIOLÍN DEL HURACÁN 



Un sinfín de historias y leyendas hablan sobre el significado o el poder del cruce de caminos. El no-lugar, que decía Marc Augedonde los ciudadanos se convierten en meros elementos de conjuntos que se forman y deshacen al azar. En las encrucijadas se enterraba a los suicidas en la Edad Media, se llevaban a cabo ejecuciones y en muchas culturas el cruce de caminos servía para invocar a los ancestros y espíritus, realizar ofrendas, rituales mágicos, de purificación e incluso, canjes a lo Robert Johnson con el mismísimo diablo.

Algo más prosaico pero no menos poético, es el cruce de caminos que en ocasiones une a dos personas. O tres. O dieciocho. Y esos encuentros también pueden resultar una ofrenda para nuestros sentidos, un punto de encuentro entre lo terrenal y lo divino.

Un 5 de junio de 1975, una joven de 25 años llamada Donna Shea caminaba con el estuche de su violín al hombro por la 13th Street del Lower East Side, de Nueva York. La historia no habla de a dónde se dirigía ni de dónde venía porque a veces todo ese envoltorio de detalles queda reducido a la nada, sobre todo cuando una limusina de un color verde horrible se cruza en tu camino. Esa joven nacida en Chicago en 1950, de orígenes irlandeses y sicilianos, que soñaba con viajar a Europa del Este, amaneció un jueves cualquiera sin poder imaginar jamás que acabaría subiendo a un coche desconocido para ir a un local de ensayo en el que pasaría la tarde, escuchando tocar y tocaría ante Muddy Waters, entre otros, grabaría ese verano un álbum, Desire, y saldría embarcada prácticamente en una gira que duraría seis meses. El nombre artístico de la violinista es Scarlet Rivera y el del brujo con el que se cruzó y cambió su vida haciéndola subir al coche, Bob Dylan

Tres meses después, el escritor y dramaturgo Sam Shepard, encontraba una pequeña nota de color verde sobre la mesa de su cocina con un número de teléfono. Bob Dylan quería que le acompañara en su gira para escribir el guion o cuaderno de bitácora de la misma, con la idea de que todo desembocara en una película. Shepard tenía mil planes en mente en su nuevo rancho. ¿Qué pensaba Dylan? ¿Que con un chasquido de dedos iba a dejarlo todo? Sí, de nuevo, el brujo, el bardo de Minnesota, abducía al escritor más cool del momento y lo unía a esa troupe rocanrolera y circense que haría historia recorriendo EEUU y Canadá en 57 recitales que venían a retumbar el mundo, a imagen y semejanza de los indios Hopi, con su legendaria danza de la serpiente y como mensajeros de este mundo lanzarían su plegaría al más allá. La gira del trueno que retumba había cobrado vida.

Dylan y Shepard no se habían encontrado nunca antes, al menos siendo conscientes de ello. En la misma época en la que el Wizard grababa el épico disco The times are changing en los míticos Columbia Studios de Nueva York (lugar que alumbró las grabaciones del Kind of blue de Miles Davis, The Wall de Pink Floyd o el New York New York de Frank Sinatra entre otros muchos), tan sólo a unas calles de allí, en pleno corazón del Greenwich Village, un joven Shepard trabajaba de busboy, lo que vendría a ser ayudante de camarero en uno de los garitos más emblemáticos, el Village Gate. La mayor parte de los feligreses que acudían a expiar sus pecados a golpe de voz o mediante el exorcismo de los instrumentos musicales en el famoso estudio de grabación, también conocido como The Church, ya que eso fue, una iglesia desde 1875, en 1948 reconvertida -eriza por dentro imaginar la acústica y la sensación que debía embriagar cada grabación- tocaban después en vivo, al caer la noche, en el Village Gate. Ambos lugares gozaban de mágicas propiedades acústicas, damos fe de ello.

 

Los tres, Rivera, Shepard y Dylan gastaron sus suelas, sus manos, sus días y noches en busca de sus sueños, en el mismo entramado de calles antes o después o al mismo tiempo. De hecho los tres procedían de ciudades muy cercanas, Rivera y Shepard de Illinois, a orillas del Lago Michigan, y el bardo Dylan de un poco más arriba, Duluth, a orillas del Lago Superior. En esa rayuela del destino se fueron moviendo siempre cerca.

La reunión urgente y salvaje de 18 músicos quedó maravillosamente retratada de la mano de Shepard en un épico libro que probablemente nada tenía que ver con la idea original de lo que debía ser. Algo nos dice que Dylan quería hacer su propia película, inspiradísima en Les enfants du paradis (1945), ya que verle con esa máscara blanca y ese sombrero de ala ancha repleto de flores es ver al gran mimo y actor Jean-Louis Barrault en la misma. Así, como dijo Oscar Wilde «el hombre no es él mismo cuando habla en su propia persona. Dale una máscara y te dirá la verdad», así hizo el hoodoo man, con su banda improvisada y cambiante, sin apenas ensayos, conciertos en pequeños aforos, sembrando el hechizo en ciudades ignoradas en las grandes giras, con actuaciones de casi cuatro horas por sólo siete dólares y medio, más bien una ruina en lo económico, pero para ser historia hay que hacer historia.

Allí, en ese cruce de caminos, fortuito o premeditado, con un elenco de músicos inaudito e inspiradísimo, embriagados todos con el violín que lloraba y reía, los temas sonaron con una energía hechizante, la mirada de Dylan electrizaba y sometía, hay algo hipnótico en cada grabación que nos ha llegado. Para la historia, las cuerdas de Scarlet en el «Yo acuso» musical más efectivo y emotivo que se recuerde, el «Hurricane», nos sigue maravillando, sonó con una fuerza distinta lo envolvió todo de un fuego místico porque allí estaba «la misteriosa dama oscura del violín, con sus sortilegios, su espada y su serpiente», tal y como la describió Shepard. Y como suele pasar en el no-lugar, los elementos de conjuntos que se forman y deshacen al azar, el de Minnesota no volvió a contar con Scarlet, según dicen eso suele pasar con los genios. O con los trucos de magia en los circos. O en los cruces de caminos.

Pero el violín del Huracán nos sigue y seguirá hechizando.

 


viernes, 27 de octubre de 2023

Lou Reed

 

Diez años sin Lou, mi temblor eléctrico para él en Muzikalia 



   Lou Reed, el poeta eléctrico en la oscuridad de la grieta



«Cantáis mis canciones para demostraros / Que no sois una basura».


Lou Reed – “Waste”



Sometimes when I’m all alone

I feel a type of fear

dawn’s descending, dusk is breaking

creep my darling near

I see my life before me

as a seamstress sees her pins

full and lined with failure

and coated then with sin

An education gone to waste

talent left ignored

imagination rent with drugs

someone who’s always bored

scared to death of life itself

but even more by death

not fit company for anyone

let alone a wife

no example for a child

therefore no sun for me

I am told never to think these thoughts

for they make me unhappy


The sin was craziness you see

don’t blame yourself for that –

a strange childhood, well that is true

but nothing can be done about that

The future is the same for all

we face it as we can

and there is nothing wrong with fear

it proves that you’re a man


Then other times I feel so good

the opposite you see

I think I’m full of talent

good old intuitive me

I write all hours of the night

terrible poetry

Others say that it is good

but they are lying to me

Why would they lie, you might ask

and to this I would reply

encouraging me encourages them,

to cut me shows their lie

For mine was illusion of life well spent,

everyone thought so

I was courted as a rake

wherever I did go

But I know warts, you can’t fool me

with flattering and praise

You sing my songs to prove to yourselves

that you are not a waste.