malditos sean los curiosos y que los malditos sean curiosos:
la esencia de la poesía es una mezcla de insensatez y látigo...
....el gran Hank

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jueves, 29 de septiembre de 2022

La buganvilla arde y escribe



Este aguacero es una llamarada

Paul Eluard


La buganvilla del jardín está escribiendo una carta. Me gusta pensar que se recrea describiendo las nuevas vistas que va alcanzando en ese Annapurna lento que está conquistando y la luz toda, cuando se va vistiendo de sombra o de noche cerrada. O cómo serpentea y se abraza a ese muro centenario a modo de página en blanco, como si fuera un cuerpo por descubrir y descubrirse las muescas del tiempo, los desconchados, las imperfecciones que se nos dibujan durante el uso de la vida. Tal vez en algún momento me mencione mientras me ve a través de la ventana de la cocina preparando café o unos aglio e olio mientras bailo un sábado por la mañana. Yo siento la bulla del deseo apretando como nudo ballestrinque. La tensión y una vuelta mordida, mientras ella sigue alfombrando la entrada de rojo sangre para mis neumáticos gastados. Flores y neumáticos, de eso nunca hablan los poemas pero quizá sí las cartas.

Me gustan las cartas manuscritas, cinceladas con calma y pulsos acelerados al mismo tiempo. Me gusta lo que oculta un tachón aún legible, la palabra desterrada a medias. Me gustan los dos pliegues del papel, como dos trópicos que la dividen. Me gusta imaginar el proceso de las mismas, la presión-danza de los dedos, las tintas derramadas en caligrafías que nacen para desvelar unos ojos concretos.

Fitzgerald le dijo a Zelda: Nos destrozamos nosotros mismos. Sinceramente, nunca he creído que nos destrozáramos el uno al otro. (...) Recuerdo una tarde en la que todo era horrible menos nosotros dos.

Balzac escribió: Tú lo has devorado todo.

Keats escribió: Tú siempre eres nueva.

Goethe: Adiós a ti, a quien amo mil veces. 

Somos un delta de rabias y pequeños bochornos que se congregan para destruir la calma. Somos una aceleración insensata que no nos lleva a ningún lugar. Y la habitación hoy, como un bosque al anochecer. A mí no me arrulla la escarcha, me digo. Me desordena el viento y me voltea sobre mapas antiguos en los que no dejo de encontrarme. Soy la que cree, soy la que ama. De nosotros lo único que sobrevivirá será el amor, dijo Philip Larkin, así que démonos precipicio, démonos canto, démonos néctar. Que vendrá la vida y tendrá tus ojos. Lorcacalorlorcacalor como un mantra. Movamos el tiempo y respiremos la fiebre. Tengo que hacer algo con el abismo líquido que se cierne sobre esta hembra península de carne, cabello y versos en la emergencia. ¿Cuántos guernicas en el corazón se pueden albergar? te pregunto. Al final nos rebosan los recuerdos, se desparraman por la casa que es el cuerpo. Nos llevaremos hasta el final así que mejor arder en flores como una buganvilla enloquecida. Reptemos sobre la hoja en blanco sin tiempo ni horizonte, destilemos significados de palabras recién nacidas y que nos sorprenda el amanecer con su túnica de luz, los puños doloridos y un amor yugular que bombea energía y caricias. 

Bukowski le dijo a Sheri: ¿arden allí cosas más grandes que poemas o rubias de nailon y liguero, joder, me refiero a las rubias jóvenes, Sheri, de noche de escupir cerveza y maldiciones; arden allí cosas más grandes que luchar por tu vida en un combate a 4 asaltos, los guantes que bombardean tus entrañas cuando lo único que quieres es amor?. 

Miller le dijo a Nin: Ya te veré en medio de la nieve y entre libros y vino. Adiós, tuyo siempre. 

Hoy yo he escrito: En las fotografías donde me ves borrosa, soy un cíclope ebrio huyendo de un flash pero nunca del Sol.






domingo, 17 de junio de 2012

otra vez el amor - Philip Larkin



Otra vez el amor: cascársela a las tres y diez
(sin duda él ya se la habrá llevado a casa),
el dormitorio caliente como una panadería,
agotado el alcohol, sin haberme mostrado
cómo dar la talla mañana, o después,
y el dolor de siempre, como disentería.

Algún otro sintiendo sus pechos y su coño,
algún otro ahogándose en esa mirada repleta de pestañas,
y es de suponer que yo debo ignorarlo,
o encontrarlo gracioso, o que no me importe,
incluso... ¿pero por qué ponerlo en palabras?
Mejor aislar este elemento

que se extiende a través de otras vidas como un árbol
y que en cierto sentido las apremia
y explicar por qué en mi caso nunca funcionó.
Algo que tiene que ver con la violencia
de hace mucho tiempo, y las equivocadas recompensas,
y la arrogante eternidad.

(traducción A. Catalán)

lunes, 25 de abril de 2011

Poema XVI - Philip Larkin

A la una la botella está vacía.
a las dos el libro al fin cerrado,
a las tres los amantes ya duermen
dándose la espalda
terminados el amor y su comercio,
y ahora las luminosas manecillas
indican que son más de las cuatro,
esa hora de la noche en la que los vientos errantes
agitan la oscuridad.

Y estoy harto de este insomnio,
tanto que casi puedo creerme
que el silencioso río que sale a chorros de la cueva,
no es poderoso ni profundo,
tan solo una imagen, una metáfora forzada.
Me acuesto y espero a que llegue la mañana, y con ella los pájaros,
y los primeros pasos que bajan por la calle sin barrer,
y las voces de muchachas protegidas con bufandas.

domingo, 17 de abril de 2011

Las baladas y el tiempo - Philip Larkin

Ocupaban tan poco, que conservó sus discos.
Le seguían gustando las portadas:
una descolorida de haber estado al sol,
otra marcada en círculos por un vaso de agua,
otra pintorreada por su hija
y arreglada una vez que le dio por el orden.
La esperaron así hasta que en la viudez,
buscando cualquier cosa, dio con ellas.

Fue reaprendiendo cómo cada sumiso acorde
había precedido a una letra y a otra,
prolongadas y unidas por los surcos,
y la sensación cierta de ser joven
surgió igual que despierta la primavera a un árbol,
mientras sonaba aquella frescura antes oculta,
aquella certidumbre de tiempo almacenado,
como al oírlas la primera vez.

Incluso el tantas veces referido
brillo, el amor, dejaba al descubierto,
como sobrevolando, el claro inicio,
que prometía aún satisfacción,
resolverse, ordenarse para siempre.
Volver a colocarlos en su sitio, o llorar,
le fue difícil sin pensar con lástima
que no se cumplió entonces, y que ahora era imposible.

jueves, 17 de febrero de 2011

Para Sidney Bechet, de Philip Larkin

La nota que prolongas y baja y sube tiembla
como Nueva Orleans reflejada en el agua
y en todos los oídos despierta una adecuada falsedad

que a unos les construye un barrio legendario
de bailarines, cestos de flores y terrazas,
en el que se va a medias y se hace el amor.

¡Ah, vuelve a tocar eso! Otros permitirán
Storyvilles gloriosos y mudos, rodeándose
de chicas de prostíbulo como tigres de circo

(más caras que rubíes) que finjan entusiasmo mientras los eruditos
manqués, inadvertidos, duermen alrededor,
abrigados de grupos como gabanes viejos.

A mí tu voz me llega como dicen que llega
el amor: un sí enorme. Mi Crescent City está
en donde se comprende tu voz de solitario,

Y es recibida como el sonido del bien,
que propaga un dolor con pelo largo, penas con partitura.