malditos sean los curiosos y que los malditos sean curiosos:
la esencia de la poesía es una mezcla de insensatez y látigo...
....el gran Hank
la esencia de la poesía es una mezcla de insensatez y látigo...
....el gran Hank
domingo, 31 de marzo de 2013
ayuno de ti
a oscuras se tientan las penas devoradoras
en un rezo poético, en un alarde de desahogo extremo.
se alcanzan los fondos,
se tocan, se abrasan, se hurgan.
no soy inmortal pero rujo en tu nuca
allí donde la angustia es una pecera negra
allí donde retuerces como cáñamo toda mi dulzura
hasta convertirla en miel que alfombrará tus noches
allí donde somos algo más que cuerpos que se van deshaciendo
sin música
sin excitaciones
hazme algo irreparable
-ruego-
que de la palabra en tu boca y sus mecanismos
tengo querencia
maldigo este ayuno de ti que me desmadeja
que me vuelve osada y me aterra
donde se yerguen las esperanzas
vivo.
donde detienes el tren que descarrila en mi cabeza
nazco.
cuando cóncavos y heridos nos alimentamos,
enraizados y hermosos,
abandonados dioses
del quebranto.
lo conoces
lo abarcas
lo utilizas
desnúdate y ladra
no saldremos con vida
miércoles, 27 de marzo de 2013
navegantes
yo he visto esto antes
he palpado estas costas y he rozado tus peligros
conozco tu dureza, sé de tu vuelo
tus crestas, tus simas
puro desequilibrio
dime tú de qué estoy hecha
porque yo ya no lo sé
dime para qué inventar hogueras que justifiquen la cicatriz de un relámpago
dime por qué críptica y desdibujada bajo la lluvia, hurgaste en mi barro
cuando ya no me pertenecía
cuando frondosa la soledad esculpía más oscuridad a mis huecos
cuando me perdí en mi carne
cuando mis cometas no hallaban tu viento
un silencio viola cada explosión
y las líneas se retuercen en las palmas de mis manos,
es inevitable.
dime qué quedaba de mí sino un paisaje desolado del que huir
cuando el rastro de tu marea era hermoso sueño
huésped que no arribaba
cuando lo vasto del dolor era un manto inasible que me envolvía como un cielo
cuando era una niña envuelta en petróleo huyendo del fuego
dime que éramos errantes
que aprendimos del salitre que ocultan las bocas que todo lo saben
que el mar se contenía en nuestras venas
y las sonrisas saben nacer en barracones tristes sin ventanas
dime que me procurarás ardiente
que me harás eterna
que el animal que duerme nos sueña amarrados
que no cabe todo en un poema
que no morimos
que en la extensión de mi boca fuiste feliz un instante que dura una vida
que fabricaremos mapas a oscuras
y encontraremos nuestra Isla Negra
dime
que atracaremos el uno en el otro.
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Leopoldo Pomes,
mis desastres
viernes, 22 de marzo de 2013
precipitados (o porque engendramos belleza en el pánico)
Hay algo de oasis hundido en nuestras miserias
un remanente del dolor que ya no soportamos y que intenta
dar luz.
Una búsqueda de la rabia y la tensión
tremendamente futura,
en las cuerdas flojas de las que pendemos.
Buscando el arreglo, la coartada
en el atlas de nuestros cuerpos
y en los sentimientos pornográficos con que nos laten las
arterias.
Nos colocamos frente al abismo porque el vértigo nos hace
vivos
cuando desvencijados,
éramos sólo cansancio y apretar de mandíbulas.
Destruimos burladeros,
abandonados y quebrados ídolos de terracota.
Manoseamos esta conmoción que heredamos forzosamente
e inventamos un lenguaje propio cargado de plomo
con las muescas que nos dejan los recuerdos.
Y de repente la vida, embudo diabólico, que nos nubla en
plano cenital
y nos muestra la cúspide del deseo que se toca con los ojos.
Y después la alquimia de la noche
que con los mimbres sedientos de la memoria
dicta el resto.
Invoco tu verbo y lo elevo
en la más bella genuflexión.
Ser el alcantarillado de lo nunca hermoso
Ser la arista que nos crece eternamente por dentro
Que aquí hay un torrente
Que aquí hay un enfermo
Que aquí el cerco de las palabras
nos finge invencibles y sin espinas
cuando tragamos derrota y estamos terriblemente indefensos.
Porque engendramos belleza en el pánico
y lo sabes,
porque si yo fuera un nocturno que te recoge en la madrugada
todo sería dulce, y lo sabes,
porque un rojo atardecer puede camuflar nuestras sangres
y lo sabes,
pero siempre hay una noche más dura
en la que nos necesitamos.
Lo sabes.
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mis desastres,
Oriol Maspons
jueves, 21 de marzo de 2013
la poesía - Octavio Paz
¿Por qué tocas mi pecho nuevamente?
Llegas, silenciosa, secreta, armada,
tal los guerreros a una ciudad dormida;
quemas mi lengua con tus labios, pulpo,
y despiertas los furores, los goces,
y esta angustia sin fin
que enciende lo que toca
y engendra en cada cosa
una avidez sombría.
El mundo cede y se desploma
como metal al fuego.
Entre mis ruinas me levanto,
solo, desnudo, despojado,
sobre la roca inmensa del silencio,
como un solitario combatiente
contra invisibles huestes.
Verdad abrasadora,
¿a qué me empujas?
No quiero tu verdad,
tu insensata pregunta.
¿A qué esta lucha estéril?
No es el hombre criatura capaz de contenerte,
avidez que sólo en la sed se sacia,
llama que todos los labios consume,
espíritu que no vive en ninguna forma
mas hace arder todas las formas
con un secreto fuego indestructible.
Pero insistes, lágrima escarnecida,
y alzas en mí tu imperio desolado.
Subes desde lo más hondo de mí,
desde el centro innombrable de mi ser,
ejército, marea.
Creces, tu sed me ahoga,
expulsando, tiránica,
aquello que no cede
a tu espada frenética.
Ya sólo tú me habitas,
tú, sin nombre, furiosa sustancia,
avidez subterránea, delirante.
Golpean mi pecho tus fantasmas,
despiertas a mi tacto,
hielas mi frente
y haces proféticos mis ojos.
Percibo el mundo y te toco,
sustancia intocable,
unidad de mi alma y de mi cuerpo,
y contemplo el combate que combato
y mis bodas de tierra.
Nublan mis ojos imágenes opuestas,
y a las mismas imágenes
otras, más profundas, las niegan,
ardiente balbuceo,
aguas que anega un agua más oculta y densa.
En su húmeda tiniebla vida y muerte,
quietud y movimiento, son lo mismo.
Insiste, vencedora,
porque tan sólo existo porque existes,
y mi boca y mi lengua se formaron
para decir tan sólo tu existencia
y tus secretas sílabas, palabra
impalpable y despótica,
sustancia de mi alma.
Eres tan sólo un sueño,
pero en ti sueña el mundo
y su mudez habla con tus palabras.
Rozo al tocar tu pecho
la eléctrica frontera de la vida,
la tiniebla de sangre
donde pacta la boca cruel y enamorada,
ávida aún de destruir lo que ama
y revivir lo que destruye,
con el mundo, impasible
y siempre idéntico a sí mismo,
porque no se detiene en ninguna forma
ni se demora sobre lo que engendra.
Llévame, solitaria,
llévame entre los sueños,
llévame, madre mía,
despiértame del todo,
hazme soñar tu sueño,
unta mis ojos con aceite,
para que al conocerte me conozca.
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Octavio Paz,
Thomas Michael Alleman
martes, 19 de marzo de 2013
Carta a Diego - Frida Kahlo
Mi Diego:
Espejo de la noche.
Tus ojos espadas verdes dentro de mi carne. Ondas entre nuestras manos.
Todo tú en el espacio lleno de sonidos - en la sombra y en la luz. Tú eres todas las combinaciones de los números. La vida.
Mi
deseo es entender la línea la forma la sombra el movimiento. Tú llenas y
yo recibo. Tu palabra recorre todo el espacio y llega a mis células que
son mis astros y va a las tuyas que son mi luz.
Fantasmas.
Era
sed de muchos años retenida en nuestro cuerpo. Palabras encadenadas que
no pudimos decir sino en los labios del sueño. Todo lo rodeaba el
milagro vegetal del paisaje de tu cuerpo. Sobre tu forma, a mi tacto
respondieron las pestañas de las flores, los rumores de los ríos. Todas
las frutas había en el jugo de tus labios, la sangre de la granada, el
tramonto del mamey y la piña acrisolada. Te oprimí contra mi pecho y el
prodigio de tu forma penetró en toda mi sangre por la yema de mis dedos.
Olor a esencia de roble, a recuerdo de nogal, a verde aliento de
fresno. Horizontes y paisajes, que recorrí con el beso. Un olvido de
palabras formará el idioma exacto para entender las miradas de nuestros
ojos cerrados.
Estás
presente, intangible y eres todo el universo que formo en el espacio de
mi cuarto. Tu ausencia brota temblando en el ruido del reloj; en el
pulso de la luz; respiras por el espejo. Desde ti hasta mis manos,
recorro todo tu cuerpo, y estoy contigo un minuto y estoy conmigo un
momento. Y mi sangre es el milagro que va en las venas del aire de mi
corazón al tuyo.
LA MUJER.
EL HOMBRE.
El
milagro vegetal del paisaje de mi cuerpo es en ti la naturaleza entera.
Yo la corro en vuelo que acaricia con mis dedos los redondos cerros,
penetran mis manos los umbríos valles en ansias de posesión y me cubre
el abrazo de las ramas suaves, verdes y frescas. Yo penetro el sexo de
la tierra entera, me abraza su calor y en mi cuerpo todo roza la
frescura de las hojas tiernas. Su rocío es el sudor de amante siempre
nuevo. No es amor, ni ternura, ni cariño, es la vida entera, la mía, que
encontré al verla en tus manos, en tu boca y en tus senos. Tengo en mi
boca el sabor almendra de tus labios. Nuestros mundos no han salido
nunca fuera. Sólo un monte conoce las entrañas de otro monte.
Por
momentos flota tu presencia como envolviendo todo mi ser en una espera
ansiosa de mañana. Y noto que estoy contigo. En este momento lleno aún
de sensaciones, tengo mis manos hundidas en naranjas, y mi cuerpo se
siente rodeado por tus brazos.
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Frida Kahlo,
Michela Ghio
lunes, 18 de marzo de 2013
remanencia - René Char
¿Qué te hace sufrir?
Como si se despertara en la casa sin ruido
el ascendiente de un rostro
al que parecía haber fijado un agrio espejo.
Como si, bajadas la alta lámpara y su resplandor
encima de un plato ciego,
levantaras hacia tu garganta oprimida
la mesa antigua con sus frutos.
Como si revivieras tus fugas entre la bruma matinal
al encuentro de la rebelión tan querida,
que supo socorrerte y alzarte mejor que cualquier ternura.
Como si condenases,
mientras tu amor está dormido,
el pórtico soberano y el camino que lleva a él.
¿Qué te hace sufrir?
Como si se despertara en la casa sin ruido
el ascendiente de un rostro
al que parecía haber fijado un agrio espejo.
Como si, bajadas la alta lámpara y su resplandor
encima de un plato ciego,
levantaras hacia tu garganta oprimida
la mesa antigua con sus frutos.
Como si revivieras tus fugas entre la bruma matinal
al encuentro de la rebelión tan querida,
que supo socorrerte y alzarte mejor que cualquier ternura.
Como si condenases,
mientras tu amor está dormido,
el pórtico soberano y el camino que lleva a él.
¿Qué te hace sufrir?
Lo irreal intacto en lo real
devastado.
Sus rodeos aventurados cercados de llamadas y de sangre.
Lo que fue elegido y no fue tocado,
la orilla del salto hasta la ribera alcanzada,
el presente irreflexivo que desaparece.
Una estrella que se ha acercado, la muy loca, y va a morir antes que yo
Sus rodeos aventurados cercados de llamadas y de sangre.
Lo que fue elegido y no fue tocado,
la orilla del salto hasta la ribera alcanzada,
el presente irreflexivo que desaparece.
Una estrella que se ha acercado, la muy loca, y va a morir antes que yo
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René Char
domingo, 17 de marzo de 2013
el monograma - Odysseas Elytis
Es temprano todavía en este mundo, me oyes
No han sido domesticados los monstruos, me oyes
Mi sangre perdida y el aguzado, me oyes
Puñal
Que corre como carnero por los cielos
Y quiebra las ramas de las estrellas, me oyes
Soy yo, me oyes
Te amo, me oyes
Te tengo y te llevo y te visto
Con el blanco traje nupcial de Ofelia, me oyes
Dónde me dejas, adónde vas y quién, me oyes
Te toma de la mano por encima de los diluvios
Enormes lianas y lava de volcanes
Llegará el día, me oyes
En que nos entierren y miles de años después, me oyes
Nos convertirán en rocas brillantes, me oyes
Para que sobre ellas luzca la crueldad, me oyes
Humana
Y en cinco mil añicos nos arrojará, me oyes
A las aguas uno-a-uno, me oyes
Mis amargos guijarros cuento, me oyes
Y es el tiempo una gran iglesia, me oyes
Donde a veces en las imágenes, me oyes
De los santos
Surgen lágrimas verdaderas, me oyes
Y las campanas abren en lo alto, me oyes
Un hondo pasaje que permita mi paso
Aguardan los ángeles con cirios y fúnebres salmos
No voy a ninguna parte, me oyes
O ninguno o los dos juntos, me oyes
Esta flor de la tormenta y, me oyes
Del amor
De una vez para siempre la cortamos, me oyes
Y no habrá de florecer de otra manera, me oyes
En otra tierra, en otra estrella, me oyes
No existe el suelo, no existe el mismo aire, me oyes
Que tocábamos, me oyes
Y ningún jardinero tuvo la dicha en otros tiempos
Después de tanto invierno y tantos vientos fríos, me oyes
Que nazca una flor, sólo nosotros, me oyes
Levantamos toda una isla, me oyes
Con grutas y cabos y acantilados florecidos
Oye, oye
Quién habla a las aguas y quién llora -- ¿oyes?
Quién busca al otro, quién grita -- ¿oyes?
Soy yo que grito, soy yo que lloro, me oyes
Te amo, te amo, me oyes.
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Alessandra Tecla Gerevini,
Odysseas Elytis
sábado, 16 de marzo de 2013
Blanca Varela
C a n t o v i l l a n o
y de pronto la vida
en mi plato de pobre
un magro trozo de celeste cerdo
aquí en mi plato
observarme
observarte
o matar una mosca sin malicia
aniquilar la luz
o hacerla
hacerla
como quien abre los ojos y elige
un cielo rebosante
en el plato vacío
rubens cebollas lágrimas
más rubens más cebollas
más lágrimas
tantas historias
negros indigeribles milagros
y la estrella de oriente
emparedada
y el hueso del amor
tan roído y tan duro
brillando en otro plato
este hambre propio
existe
es la gana del alma
que es el cuerpo
es la rosa de grasa
que envejece
en su cielo de carne
mea culpa ojo turbio
mea culpa negro bocado
mea culpa divina náusea
no hay otro aquí
en este plato vacío
sino yo
devorando mis ojos
y los tuyos
y de pronto la vida
en mi plato de pobre
un magro trozo de celeste cerdo
aquí en mi plato
observarme
observarte
o matar una mosca sin malicia
aniquilar la luz
o hacerla
hacerla
como quien abre los ojos y elige
un cielo rebosante
en el plato vacío
rubens cebollas lágrimas
más rubens más cebollas
más lágrimas
tantas historias
negros indigeribles milagros
y la estrella de oriente
emparedada
y el hueso del amor
tan roído y tan duro
brillando en otro plato
este hambre propio
existe
es la gana del alma
que es el cuerpo
es la rosa de grasa
que envejece
en su cielo de carne
mea culpa ojo turbio
mea culpa negro bocado
mea culpa divina náusea
no hay otro aquí
en este plato vacío
sino yo
devorando mis ojos
y los tuyos
C l a r o s c u r o
yo soy aquella
que vestida de humana
oculta el rabo
entre la seda fría
y riza sobre negros pensamientos
una guedeja
todavía oscura
o no lo soy aquí
sino en el aire nublado del espejo
mirada ajena mil veces ensayada
hasta ser la ceguera
la indiferencia el odio
y el olvido
en la fronda de sombras y de voces
me acosan y rechazan
la que fui
la que soy
la que jamás seré
la de entonces
entronizada entre
entronizada
me contempla la muerte
en ese espejo
y me visto frente a ella
con tan severo lujo
que me duele la carne
que sustento
la carne que sustento y alimenta
al gusano postrero
que buscará en las aguas más profundas
dónde sembrar
la yema de su hielo
como en los viejos cuadros
el mundo se detiene
y termina
donde el marco se pudre
yo soy aquella
que vestida de humana
oculta el rabo
entre la seda fría
y riza sobre negros pensamientos
una guedeja
todavía oscura
o no lo soy aquí
sino en el aire nublado del espejo
mirada ajena mil veces ensayada
hasta ser la ceguera
la indiferencia el odio
y el olvido
en la fronda de sombras y de voces
me acosan y rechazan
la que fui
la que soy
la que jamás seré
la de entonces
entronizada entre
entronizada
me contempla la muerte
en ese espejo
y me visto frente a ella
con tan severo lujo
que me duele la carne
que sustento
la carne que sustento y alimenta
al gusano postrero
que buscará en las aguas más profundas
dónde sembrar
la yema de su hielo
como en los viejos cuadros
el mundo se detiene
y termina
donde el marco se pudre
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Franc Vic
viernes, 15 de marzo de 2013
nueva construcción del presente - Gioconda Belli
Me veo en el espejo,
desleída figura,
incierta mujer desaliñada.
Estoy en el filo de la construcción de mí misma,
ansiosa de cimientos, estructura, sólidas paredes
para proteger el bagaje de sueños que ando a cuestas,
requiero de certezas y veredas tranquilas,
pasos firmes hacia mi propia patria conocida.
Este barro necesita darse forma, ser ladrillo,
construir un centro de donde fluir hermoso y sombrío.
He acumulado tiempos como infantiles cubos de colores
y ya los días piden estructurar el ritmo,
la cadencia de mis audaces despertares,
el sonido, la huella de mis pasos.
Se fue ya el tiempo de meditar a solas,
hay coros donde incluir mi voz,
cantos brotados de gargantas gruesas,
brazos invitadores descifrando la tierra,
andanadas de cuerpos levantado la mota que se cae;
todos los días nacen nuevos retos exigiendo respuestas,
ruidos de edificios,
de trochas que abren brecha en tierras de pájaros.
Hay lugares que se crecen, de repente, en palmeras,
gigantes que despiertan,
vetustas mansiones cayendo en el olvido de las telarañas.
No puede haber en este presente
que tanta sangre hiciera
desleídas imágenes.
Hay que trazarse firme los contornos del rostro,
reforzar los brazos,
apretar los músculos,
lanzarse a conquistar esta tierra madura,
hacer parir el alba,
sacar de este fondo las promesas.
Contra incrédulos e instigadores,
contar malos augurios
demostrar que dejamos de ser
arena movediza.
desleída figura,
incierta mujer desaliñada.
Estoy en el filo de la construcción de mí misma,
ansiosa de cimientos, estructura, sólidas paredes
para proteger el bagaje de sueños que ando a cuestas,
requiero de certezas y veredas tranquilas,
pasos firmes hacia mi propia patria conocida.
Este barro necesita darse forma, ser ladrillo,
construir un centro de donde fluir hermoso y sombrío.
He acumulado tiempos como infantiles cubos de colores
y ya los días piden estructurar el ritmo,
la cadencia de mis audaces despertares,
el sonido, la huella de mis pasos.
Se fue ya el tiempo de meditar a solas,
hay coros donde incluir mi voz,
cantos brotados de gargantas gruesas,
brazos invitadores descifrando la tierra,
andanadas de cuerpos levantado la mota que se cae;
todos los días nacen nuevos retos exigiendo respuestas,
ruidos de edificios,
de trochas que abren brecha en tierras de pájaros.
Hay lugares que se crecen, de repente, en palmeras,
gigantes que despiertan,
vetustas mansiones cayendo en el olvido de las telarañas.
No puede haber en este presente
que tanta sangre hiciera
desleídas imágenes.
Hay que trazarse firme los contornos del rostro,
reforzar los brazos,
apretar los músculos,
lanzarse a conquistar esta tierra madura,
hacer parir el alba,
sacar de este fondo las promesas.
Contra incrédulos e instigadores,
contar malos augurios
demostrar que dejamos de ser
arena movediza.
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Alessandra Tecla Gerevini,
Gioconda Belli
miércoles, 13 de marzo de 2013
Rosario Castellanos
Matamos lo que amamos. Lo demás
no ha estado vivo nunca.
Ninguno está tan cerca. A ningún otro hiere
un olvido, una ausencia, a veces menos.
Matamos lo que amamos. ¡Que cese ya esta asfixia
de respirar con un pulmón ajeno!
El aire no es bastante
para los dos. Y no basta la tierra
para los cuerpos juntos
y la ración de la esperanza es poca
y el dolor no se puede compartir.
El hombre es animal de soledades,
ciervo con una flecha en el ijar
que huye y se desangra.
Ah, pero el odio, su fijeza insomne
de pupilas de vidrio; su actitud
que es a la vez reposo y amenaza.
El ciervo va a beber y en el agua aparece
el reflejo de un tigre.
El ciervo bebe el agua y la imagen. Se vuelve
-antes que lo devoren- (cómplice, fascinado)
igual a su enemigo.
Damos la vida sólo a lo que odiamos.
M e d i t a c i ó n e n e l u m b r a l
No, no es la solución
tirarse bajo un tren como la Ana de Tolstoy
ni apurar el arsénico de Madame Bovary
ni aguardar en los páramos de Ávila la visita
del ángel con venablo
antes de liarse el manto a la cabeza
y comenzar a actuar.
Ni concluir las leyes geométricas, contando
las vigas de la celda de castigo
como lo hizo Sor Juana. No es la solución
escribir, mientras llegan las visitas,
en la sala de estar de la familia Austen
ni encerrarse en el ático
de alguna residencia de la Nueva Inglaterra
y soñar, con la Biblia de los Dickinson,
debajo de una almohada de soltera.
Debe haber otro modo que no se llame Safo
ni Mesalina ni María Egipciaca
ni Magdalena ni Clemencia Isaura.
Otro modo de ser humano y libre.
Otro modo de ser.
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Beatriz Manchas de tinta,
Rosario Castellanos,
Slot. K
domingo, 10 de marzo de 2013
biografía anónima - Armando Rubio Huidobro
Soy un oscuro ciudadano
abandonado en medio de las calles
por el cuchillo sin pan del mediodía,
despojado y marchito
como el reloj de las iglesias,
sin otro oficio que vagar entre disfraces.
Soy el familiar venido a menos,
enraizado a las tabernas
y a la complicidad del bandolero.
Mi voz naufraga en los cristales de las tiendas,
y he perdido la vista en los periódicos,
pero tengo los pies bien puestos sobre la tierra
y una almohada que vuela por los hospitales
y por los dormitorios del oscuro hogar de nadie.
Tengo una celda amable en las comisarías,
y suelo bailar a hurtadillas bajo la noche
con mi camisa blanca
y mi corbata deshojada.
Soy un oscuro ciudadano
extraviado por el mundo:
voy cogiendo colillas de cigarros,
y canto en los tranvías,
y me peino hacia atrás, valientemente,
para mostrar mi noble frente anónima
en los baños públicos y en los circos de mi barrio.
Soy un oscuro habitante; no soy nadie;
en nada me distingo de algún otro ciudadano;
tengo abuelas y parientes que se han ido
y una espalda ancha que socava
la pared amiga de las cervecerías.
Soy una ola entre todas las olas,
una ola que se levanta
a las seis de la mañana
porque ya no puede
oler el polvo de su casa,
una ola que se alza, alborozada
hacia las playas
para un retorno interminable al centro de las cosas
donde las olas todas
se empujan mutuamente
estériles y solas.
Porque yo no soy digno de mi semen,
Señor, yo no soy nadie;
estoy en medio de las calles
girando como un organillero
con mi camisa gastada, inamovible,
mirándome la punta del zapato
por si alguien quiere darme
una moneda que no quiero,
aunque nadie me ha visto pasar
esta tarde ni nunca,
porque nunca soy alguien,
ni siquiera un oscuro ciudadano
resucitado por el hambre.
Mi voz ha muerto en los cristales de las tiendas,
y tengo una espuma de mar aquí en la boca, ebrio,
porque soy una ola entre todas las olas,
que viene a morir en esta arena de miseria
decentemente con su traje de franela
y su ciega corbata
como buen hombre que era.
Fui un oscuro ciudadano,
Señor, no lo divulgues,
cesante, ¡sí!
Hasta aquí llegó la vida,
pero recuerda al fin:
yo nunca pedí nada
porque tuve camisa blanca.
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Armando Rubio Huidobro,
Gusmano Cesaretti
sábado, 9 de marzo de 2013
la enfermedad del dolor - Alejandra González
Huella
Comienza a lastimarme
por favor
hazme
cortes exactos con tu gillete
Yo
No
Quiero
una vida sin cicatrices
Soy un parásito obligado a vivir afuera tuyoComienza a lastimarme
por favor
hazme
cortes exactos con tu gillete
Yo
No
Quiero
una vida sin cicatrices
Y ahora que estoy vacía
ahora que es imposible sostenerme
y mantenerme latiente y respirante
tú te llevas todo mi contorno
Vacío de piernas
Al final
una termina
masturbándose
con un pedazo de
espejo
se rompe
se sangra
Morir. Comenzar a estar fuera en vez de dentro. Cansada de todo el cansancio posible o toda la sobra del tiempo. Dibujar el sentimiento del dolor porque después de tanto tiempo, uno ya no siente y cree que las cosas siempre fueron así, pero de repente se sabe. Se duerme. Mi cama está llena de los restos de mi cuerpo. Caminante sin ningún espejo que sea capaz de conservar el más mínimo vestigio de recuerdo. Mi estómago se está saliendo y el calor me derrite todo tipo de amor. Yo no.
Estómago I
A mi estómago lo cubren
todos los tipos de dolor
(el dolor es un tipo de piso)
Yo
los conozco
y sé
cuando alguien camina
sin zapatos
adentro de mi estómago
Estómago II
Yo soy
un estómago despellejado
dividido
y olvidado
Apenas sostenido por una piel antigua
que nunca termina de morir
Yo soy
un estómago despellejado
dividido
y olvidado
Apenas sostenido por una piel antigua
que nunca termina de morir
Mi pequeño amor muerto:
No vuelvas
a reencarnarte en otros cuerpos
Enfermedad de la tristeza
Nada más terrible que el silencio
Déjame gritar hasta arrancarme las partes
y no tener que sentir nada nuevo
Tengo la garganta convertida en un ojo
que llora todo el día
Nada más terrible que el silencio
Déjame gritar hasta arrancarme las partes
y no tener que sentir nada nuevo
Tengo la garganta convertida en un ojo
que llora todo el día
Post- operatorio: la casa de las agujas
En esta caverna de huesos
acostumbro meter mis manos
a cualquier boca huérfano de dientes
caminando sin mis piernas
respirando pelo y roce de sábana mojada
ser mi propia amante
colar las palabras
que boto junto a los desperdicios de las uñas
En ésta
mi casa de agujas
con rejas en forma de zapatos
de platillas
de polietileno
el cordón de simetría me escupe en la cara
y quema en mi piel
mi título de dueña condenada a pedazo
a metamorfosis eterna
a parásito ignorante
del cuerpo que habita
Asfixia
No puedo respirar
y me pongo al revés para que las lágrimas me caigan por la frente
Abro los ojos
hasta que se me convierten en grietas
y la lengua se acuesta en el paladar
No puedo respirar
y tus manos en mi cuello
ya no funcionan
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Alejandra González,
Dorianne Wotton
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