Si pudiera escribir un poema y
pensar que es un exorcismo y que de alguna manera tras él llegará la calma, o
un puerto que amanece, o algo que me salve, supongo que me enfrentaría de otro
modo a las cosas. Si un poema no fuera un coladero de desfachatez y egocentrismo,
si fuera el calabozo al que destinar la frustración, donde se desnuda el miedo
y la ilusión a partes iguales. Si supiera dejarme vencer sin decírmelo a mí
misma y servirme de rehén, algo impúdica y deshecha y que a nadie le importe.
Si supiera. Me entrenaría en el arte de la huida del propio cuerpo, pero dejo
una escandalosa estela de intentos y rejas de realidad y rabiosa hembra. Un reguero de maldiciones y tardanzas.
Me hablo todo el
tiempo de lo intangible y de lo hermoso que te encuentro cuando -horizontal y
excitada-, te invoco como un mantra del momento adecuado, aquel que se oculta entre las sienes/los muslos, aquel que sé buscarme y
encontrarme, y gozar-forzar-gozar, soñando ser tu manuscrito.
Si supiera arrancarme la lucidez y ponerme a
vivir en el atrezzo que te viene con el pack de logros, metas y sonrisas
luminosas. Si supiera sería otra pero no sería yo. Aunque lo intento. Me invento sensata y abrazadora de lo que me envuelve. Con lo tóxico y el declive. Me lleno los
bolsillos de piedras pero no como virginia, para ir al río. Horneo ricas
carnes, no mi cabeza como sylvia. Intento amarrarme a la tierra. Intento
ubicarme en las coordenadas dictadas por la cordura y sus tristes aledaños. Ensayo y error. Desdichada
e incauta, extraviada perra de paulov. Ahora escucho a cave y the ship
song. Supongo que se mezcla con la noche y me inventa esos pozos y pasadizos
que me habitan y que no se recorren a diario, por suerte, por desgracia o por gloria bendita. Solo en noches de tristeza y
pared.
Si supiera hacer algo con la porosidad de los recuerdos que vienen
cargados de piel y sabor, podría travestir los momentos y triturarlos en
confetti predestinado al suelo, pero al contrario, recojo todos los restos, como
si supiera que no hay más celebración tras tu cuerpo. Migajas doradas que llevarse a la boca y al alma. Si me valiera por mí
misma no te pediría tus manos y tu voz. Sabría qué hacer con este excedente de
deseo. Cuando el cuerpo del otro es una barca, el cuerpo del otro, edificio al
que encaramarse y buscar el vacío una vez coronado y saltar. Confundir caída con vuelo. El cuerpo del otro. Casa de perros insomnes,
música de criaturas violentas.
Puedes recoger las redes, pienso.
Esto será un mar vacío. Lleno de naves, románticas, sí, pero hundidas y tan hondo. Ni
siquiera sé rezar. Pero me socorro, lo juro. Tengo candiles para todas las
noches, los prendo sin angustia pero con ansiedad. Que no es lo mismo. Con la
ansiedad se me abre el pecho, la angustia sabe de ovillar a la gente hasta el
rincón y sus arrabales. Pero yo ansiosa y pizarnik hasta el extremo, adolezco
de todo lo que inventa mi mente y más. Siempre torcerlo, la maquiavélica distorsión, tocar el fondo
con la lengua, abrir la boca y frotar las paredes, para almacenar algo más de
odio o pena, que no dejan de ser picos y pozos de lo mismo. Soy mi propio
obstáculo, yo y los subterfugios que me regalo. Todos mis ríos desembocan en el
mismo fango. Y lo sé.