Amor mío, conozco al odio en todas sus formas. El odio es un viejo baboso y una doncella y un dios. El odio es el odio y digas lo que digas qué bueno es alimentarlo con tu propia sangre, como un niño que fuera formándose en tu vientre, como un niño que naciera de ti y siguiera unido a ti por una placenta que nadie pudiera cortar. El odio es mis dedos hundiéndose en los ojos ajenos, sacando los ojos de los otros. Es un pájaro muerto y de cuya muerte me alegro. El odio está en todas partes y no tiene contrapartida. Es un papel en blanco, un pasaporte. Está en un jardín, en una sonrisa, en un paso de baile, en una silla rota. En lo que alguien añora está el odio. Yo conozco al odio en todas sus formas. Mi madre bondadosa y protectora es el odio. Y mi padre agonizando. Yo odio sus vómitos de sangre, la sangre negra que era su vida a punto de extinguirse, que era todo cuanto tenía y ya lo estaba entregando. El odio, amor mío no tiene reparos. Es un monstruo y un cuchillo que raspa una pared. Es la ridiculez del enamorado que no tiene esperanzas. Y es un día de sol y otro de lluvia. Cualquier día. El día más tranquilo. Y una página de Séneca. Y la pureza de la niña. Y odio esta espera infinita, esta necesidad infinita, estos deseos permanentes. El sol que entra cada mañana por la ventana de mi cuarto es una de las caras del odio. Y buenos días señora, cómo está, es la otra cara del odio. El odio tiene muchas caras y yo las conozco en todas sus formas. Vivo de este odio que me ayuda a vivir. Y odio este odio que me obliga a vivir. El odio también tiene la cara de la bondad y de la dicha y de la fe y de la unión. Sólo por odio se entrega todo hasta quedarnos desnudos. Sólo por odio somos capaces de predicar. Sólo por odio salimos al circo para que el león nos lance el zarpazo. Sólo por odio se preña a una mujer y sólo por odio se escribe un libro edificante. Yo te lo digo y tienes que creerme, el odio es un perro amaestrado y una larga playa y un ocaso y una emoción y una linda voz que reclama una gracia. Y no lo digo todo, pero debes perdonarme: eso forma parte de mi odio. Y te pido por favor: no te interpongas, déjame odiar en paz hasta que mi cuerpo pase de la podredumbre a la podredumbre. Entonces, amor mío, recuérdame en tu odio. No busques ni en el libro, ni en la carta, ni en la fotografía, ni en el astro. Busca en tu asco y en tu asfixia. Busca en tu rencor, en tu envidia, en tu ira. Allí estaré.
malditos sean los curiosos y que los malditos sean curiosos:
la esencia de la poesía es una mezcla de insensatez y látigo...
....el gran Hank
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viernes, 4 de mayo de 2012
El odio - Abilio Estévez
Amor mío, conozco al odio en todas sus formas. El odio es un viejo baboso y una doncella y un dios. El odio es el odio y digas lo que digas qué bueno es alimentarlo con tu propia sangre, como un niño que fuera formándose en tu vientre, como un niño que naciera de ti y siguiera unido a ti por una placenta que nadie pudiera cortar. El odio es mis dedos hundiéndose en los ojos ajenos, sacando los ojos de los otros. Es un pájaro muerto y de cuya muerte me alegro. El odio está en todas partes y no tiene contrapartida. Es un papel en blanco, un pasaporte. Está en un jardín, en una sonrisa, en un paso de baile, en una silla rota. En lo que alguien añora está el odio. Yo conozco al odio en todas sus formas. Mi madre bondadosa y protectora es el odio. Y mi padre agonizando. Yo odio sus vómitos de sangre, la sangre negra que era su vida a punto de extinguirse, que era todo cuanto tenía y ya lo estaba entregando. El odio, amor mío no tiene reparos. Es un monstruo y un cuchillo que raspa una pared. Es la ridiculez del enamorado que no tiene esperanzas. Y es un día de sol y otro de lluvia. Cualquier día. El día más tranquilo. Y una página de Séneca. Y la pureza de la niña. Y odio esta espera infinita, esta necesidad infinita, estos deseos permanentes. El sol que entra cada mañana por la ventana de mi cuarto es una de las caras del odio. Y buenos días señora, cómo está, es la otra cara del odio. El odio tiene muchas caras y yo las conozco en todas sus formas. Vivo de este odio que me ayuda a vivir. Y odio este odio que me obliga a vivir. El odio también tiene la cara de la bondad y de la dicha y de la fe y de la unión. Sólo por odio se entrega todo hasta quedarnos desnudos. Sólo por odio somos capaces de predicar. Sólo por odio salimos al circo para que el león nos lance el zarpazo. Sólo por odio se preña a una mujer y sólo por odio se escribe un libro edificante. Yo te lo digo y tienes que creerme, el odio es un perro amaestrado y una larga playa y un ocaso y una emoción y una linda voz que reclama una gracia. Y no lo digo todo, pero debes perdonarme: eso forma parte de mi odio. Y te pido por favor: no te interpongas, déjame odiar en paz hasta que mi cuerpo pase de la podredumbre a la podredumbre. Entonces, amor mío, recuérdame en tu odio. No busques ni en el libro, ni en la carta, ni en la fotografía, ni en el astro. Busca en tu asco y en tu asfixia. Busca en tu rencor, en tu envidia, en tu ira. Allí estaré.
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sábado, 31 de marzo de 2012
deseo - Abilio Estévez
Yo deseo una casa de madera, una tosca casa vacía, sin muebles, desde la que pueda ver el mar y donde tenga algunos libros -muy pocos- y cuadernos de hojas en blanco: uno nunca sabe en qué momento pueda hacerse aún más vulnerable.
Yo deseo esperar tu llegada, que vengas cualquier tarde, y conversar sobre lo que tenemos y sobre lo que no deseamos, con la alegría de que ese paisaje sea el único, de que el mundo termine aquí y nos baste.
Parecerá un mezquino deseo, pero será suficiente tu cuerpo en la casa sin muebles, y a lo lejos el mar y quizá -porque a veces necesito del peor romanticismo- un velero encallado y un camino de arena por el que deberíamos pasear leyendo a Montaigne, mientras la tarde y su extinción nos recordaran lo serena que debe resultar toda despedida.
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