Nuestra última cena
se hará de las raspas que queden de los asaltos que nos hayamos regalado, cuerpo a cuerpo.
A
granel las caricias profundas, cual canicas de niño, rajando los bolsillos.
Conquistando los seven eleven -pseudo-salidas de emergencia- tan hambrientos como devorados.
Abanicándonos
con el espanto de abandonar el mundo.
Resuelta la ecuación de con esmero cuidarnos, el descanso será
el mismo,
idéntica meta del corredor de fondo
al estático del pasillo.
El
responso nos lo perderemos, incluso tal vez, no lo merezcamos.
Travelling veloz de nuestra
vida.
Ejes que se rompen en pleno viaje.
Encontrar acertados todos los errores
y etérea la belleza,
como en los cuerpos, como en las flores.
Los libros y su olor
a humedad para los hijos que no tuvimos.
Carne de mercadillo.
Con elegancia prestar
el asiento y el aliento.
Abandonar el tour y justo entonces,
encontrar la
palabra exacta que no dijimos
aquel jueves de abril,
bajo aquel umbral aquella
noche,
saliendo del portal,
pasado el control de aquel aeropuerto,
lamiendo el
sobre amargo,
el segundo después de haber clicado enviar,
el impulso que se
ocultó,
el ingenio demorado.
Como dicen los franceses ”l'esprit de l’escalier”.
Pero ahora, que aún
no es tarde,
ahora que como dice Palahniuk,
la inspiración se basta de
enfermedad, heridas y locura,
ahora estamos aquí, tan depravados, tan
lastimados,
aún es nuestra la obra y el pedazo de escenario,
no sólo la soledad.
Aún nos amanece.
A
tiempo de la caricia larga sobre el lomo.
A tiempo del brindis,
del beso de
mañana somnoliento,
de ronronear obscenidades mojando desiertos,
de coronar la cima latiendo, de rebosar incendios
a tiempo de la mirada y del gesto.
Todavía quemamos las horas, todavía creamos ceniza antes de serla.
Todavía ardemos, sin duda.
ResponderEliminarSaludos ;-)
Los libros y su olor a humedad para los hijos que no tuvimos.
ResponderEliminarCarne de mercadillo. .... GENIALIDAD