Así, sin más. Tres cuartas partes de agua salada, un huracán
enjaulado en el pecho, tres octavas de histeria cuando descontenida y un
arrecife de ternura para los días de gris y melancolía violenta. Se abría de
ventanas, ofrenda de carne al temporal, dádiva en el desconsuelo. Entrara luz o
noche. Tramontanas o sirocos. Irresponsable en su dolor.
Mantra: “descansar
sobre tu pecho es el paraíso”. “Enredar dedos en cabello. Asalvajarnos.
Dejarnos entrar sin forcejeo”.
Mira, estas son mis miserias. Tengo más.
Se me está oxidando la mirada. Los ojos verdes enormes de
antaño, se achican como lagos en el desierto. La constelación de lunares se
multiplica para que te quedes eternamente contándolos, mientras olfateas
excitado mis vertederos de emoción. Y canalizo las horas bajas y las convierto
en pértiga hermosa para abandonar glaciares y furias y otras cosas que no
tienen nombre.
Aunque no nos llegue la ropa para cubrir las cicatrices,
sabremos hacer hogar de las derrotas.
Leo a poetas muertos, la mayoría, como si me hablaran de
ultratumba y me llenan de una aleación hermosa de paz y jolgorio mientras abren
de piernas a la vida.
Con el regusto de la pesadilla enjambro amaneceres, los días
sangran cuando nacen y sangran cuando mueren. Puedes oír cómo me inyecto de
infinitos. Siempre somos eternos en el momento. Inmortales en el gemido.
Imitando el rugido de la llama. Cosmos. Rematar el abismo con el arpón hermoso
de tu energía. Haciendo morada del poema. Antiaéreo de palabras. Haciendo huida
en el propio cuerpo, derramados en la alucinación del sinsentido.
Leí esta mañana que el deseo esclaviza pero no conozco mayor
cárcel que la desgana. Prefiero el hilo tenso, llámame equilibrista. El
garabato de las lenguas que se buscan. La cuneta en la que agonizan los amantes
mientras pasan los trenes gloriosos. El mapamundi de tu mentón a tu rodilla. El
viaje de los ojos que se miran los fondos. Cualquier brillo de nuestros fluidos
antes que el neón. Y que mi sed se enamore de tu espejismo.
Morimos pero a veces nos vamos dejando morir. Pretendo no
olvidarlo. Pretende conmigo.
No hay mayor cárcel que la desgana. Eso. Deseo...
ResponderEliminarLeí esta mañana que el deseo esclaviza pero no conozco mayor cárcel que la desgana. Prefiero el hilo tenso, llámame equilibrista
ResponderEliminarPodría seleccionar el todo de esta desnudez pero esta parte y su manera de arriba debe ser parte de mi verdad y por eso aun me parece más maravilloso.
Besos Julia
porque leer a poetas muertos es darse una oportunidad
ResponderEliminarsolo una
a la vida
eso debe ser
luego zumban veintemil miserias
que dejaron de cotizar alto
besos