malditos sean los curiosos y que los malditos sean curiosos:
la esencia de la poesía es una mezcla de insensatez y látigo...
....el gran Hank

lunes, 28 de diciembre de 2015

carne























Y la vida abierta y dolorosa
bajará rodando por las gradas.
Ana Istaru


Lo iba a llamar El desvanecimiento, iba a ser mágico y delicado y no iba a escribir en él la palabra “carne”. Me iba a alejar de la línea putrefacta de confort que tenemos la manía de trazarle a las vísceras de la vida, sólo para no mancharnos, sólo para salir impolutos del accidente del vivir. Al final me demoré en el pensamiento de mis dientes en tu cuello. De tus manos en mi cintura y tus ojos intentando destruir mentalmente la ropa bajo la ropa. Me demoré en los túneles mientras te besaba con saliva la otra alma. Me demoré y supe que mis héroes están al otro lado de algún muro que no seré capaz de bordear. Debo inventarlos a mi lado. Así, aceptando las torceduras de mi alma. Mis acordes malditos cuando se me acaban los saltos emocionantes y soy sólo una mujer en un sofá junto a ti, hurgando tu entrepierna en mitad del crepúsculo, de la rabia, de la sinrazón, del anuncio. Sólo una mujer trazando polos en una cama ajena un poco más tarde. Una mujer con una vida pequeña, frívola y desorientada.


Observarte haciendo café. Observarte viviendo otra vida.  Observar tus besos y tus abrazos. Tu medianoche. Tu ropa doblada en otro armario. Tus sábanas que se ensucian en otros cuerpos. 
Iba a ser palabra lujo, apariencia, que no remiendo. Iba a ser un incendio provocado, un fuego artificial para el expectante. No riada de bilis, no empapelar la pena y la distancia una vez más. No gritar dolor, lamer el pronóstico de la indiferencia, no. No travestir la palabra y disfrazarla de lugar común para repartir daño en trozos pequeños, un pequeño atentado en el corazón de todos. No radiografiar más naufragios con ojos llenos de agua caliente y salada. Darle métrica, sentido. Antioxidante lleno de destellos. No un pequeño cáncer inevitable. La misma lluvia sí pero mojando a otra mujer. Iba a ser otra cosa y no iba a decir carne.  Iba a ser el poema de otra. El hombre de otra. El gemido de otra. La mano fría, el invierno, el gel compartido, el tesón, el cabello en la almohada. Pero al final es un artefacto casero, cocktail molotov de ansiedades, insomnio y ganas.  Al final es mi calle, mi portal, mi pedazo de cielo oscuro del que caen sus estrellas muertas de vez en cuando. Al final un momento vestido de esplendor cuando se le cae la ropa y la vergüenza. Cuando se entrega, cuando es derrame de mujer que exhibe su hambre.  Y carne, no iba a decir carne y ya lo dije dos veces o más. 

3 comentarios:

  1. Ju, ¿Me estás haciendo una radiografía? Gracias, gracias y gracias

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  2. Peach, querida, justamente le dije algo así a miss cuando el lunes me topé con este poema que me viviseccionó...Es un texto tremendo que me quemó las entrañas hasta calcinarlas, un abrazo

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