Mi oscuridad, la densidad de mi suspiro, la risa que aflora y hace cultivo sobre la cama, llámalo como quieras, pero te va a iluminar la noche. La noche de ojos cerrados y bocas que se abren lamiendo precipicios, la noche que se te arrastra por dentro
dolorosa como un soldado que vuelve a casa, la noche avispero, la noche con su calma electrificada, invasora. Porque te gime la vida en el
pecho, te ronronea el verso perfecto, el verso como una hemorragia de flores y alambre, ese verso, el que escupes a solas y jamás recuerdas, aquel que rescato cuando todo es crepúsculo. El verso que te rebosa, que te domina, que te devora, que te
azota, que te vuelve mísero y sediento, que se hace de calles y velas rotas.
Cuando cavamos zanjas que nos aislan de nosotros mismos, apuñalando la nada, dónde tienes la fuerza
sino es en la boca. Dónde refugiarte sino es en tu hoja. Tu hoja como un árbol
en mitad de la tormenta. Tu antiaéreo, madriguera, verbo. Vamos a esculpirnos
una marea de versos ahí donde más duela. En el fondo del fondo, donde nadie
mira, donde los buques hundidos son algo más que puro romanticismo, donde nadie se atreve, donde los cobardes no ven ni paisaje y nosotros
sentimos hambre y emoción.
Cuando la debilidad sea carne y quiera agotarme de amor, dame tu ángulo muerto que yo haré belleza de él. Dame tu vacío que lo colmaré con mi absenta y lo haré rimar con mi
sangre y con lo que me violenta y me tienta, cosiendo minutos a los destellos, inventándote faros y más noches.
Porque cuando tiras de mi pelo,
tiras del paraíso. Porque cuando te asomas al verde de mi mirada es la calada
del abismo. Porque reptamos hacia abajo aunque nadie lo entienda. Porque
inventamos lenguas, idiomas, nunca espejismos.
Quiero gritar. Es un delirio.
ResponderEliminarla sensación es la de quien no sabe ni quiere dejar de sentir, rompes y sigues. besos
ResponderEliminarLeerlo mientras sabemos que afuera, en esa calle, hay barcos que se creen automóviles, que la locura es ver más allá de un poema y su tuberculosis. Leerlo y aceptar que estamos hechos de aire plomo, de avispas entumecidas y pueblos que son como alfileres.
ResponderEliminarBeso Julia.
Cada suspiro es un quejido que se agota en tu carne, destrozada, amedrentada por las horas de camino y la sinuosidad de tu prosa.
ResponderEliminarAguijón que se clava, aguijón que te hace renacer. Buen trabajo, amiga Desastres, Un abrazo, Ann@