Eres la tormenta perfecta en mi pecho. Mi exitosa bajada a
los infiernos sin pretensión de regreso. La caída en el placer. La lengua en
mis neuronas. Puedo vivir en cada una de tus debacles. Cuando te sientes
pequeño y no queda magia. Dejo crecer la hierba en los rincones, donde el
instinto monta guardia. Donde fabricamos soles y nubes. Cuando sudas lejos del
amor, te amo. En el reverso de la hoja, te amo. Fuera de foco, te amo. Sé que podemos abastecernos de asfalto y promesas,
drogarnos con la guarida que son los cuerpos, cuerpos como malditos lupanares
que cuentan historias, que zozobran, muerden, gritan, se enferman, se
arrastran, se pierden, se excitan, se olvidan, viven. Y así, con la boca herida
perpetrar el poema, algo que suene a escapatoria pero enloquecer con las sienes
ardiendo y la bandada de estorninos que se incrustan en los pechos. Te voy a
amar hasta que no puedas soportarlo. Y soy incapaz de describirlo de un modo
suave. Necesito saltarle las costuras a tu cerebro. Que te duelan los centímetros
entre las pieles. Que te amarres a la pared y sientas mi latido abarcando todo
el cuerpo. Hincharte las venas y poner nombre a tu enfermedad. Animales y sus
arterias. Foto finish de los amantes, quién llega primero. Tener el corazón de
alabastro para saber salir corriendo. Pero vivos, eléctricos, nerviosos.
Manantiales de leche. Deambular coños estrechos. Los sueños, hacerlos. El
despertar y el atrezzo para luego.
https://www.youtube.com/watch?v=26Ur-tV_rIQ&feature=youtu.be