Eso me gritaban las prostitutas de la Oranien Strasse en el
‘98
mientras yo, torpe y helada, apagaba la cámara.
Y eso quiero yo para mí.
Ver a solas lo nuestro, tronco de olivo
que prende eterno o al menos, toda la noche.
Trinitrotolueno o espita del demonio,
aquello de montar escenario de cualquier cosa
ante cualquier ojo.
A mí, la oxitocina de fabricación propia,
ivagínate dónde podemos llegar.
Dame jabón y un código,
que me sé el club de la lucha
igual que me aprendí la canción del pirata en quinto curso,
-de carrerilla-
puestos a secretar, secretemos peyote en rama
y viajemos juntos
tan lejos como alcancen las ganas
las rabias
o todo lo inacabado que ansiamos rematar
antes de caer.
Que cuando pestañea el deseo,
se nos duerme el mundo entero.
Acércate al poliedro o Medellín que porto en el alma
y déjame agitar tu proa
con monodosis de felicitá,
alguna reyerta o pequeño melodrama,
que ya sabes que me recreo en el espigón de tu mirada,
en el frunce de tu frente,
meretriz de tu fracaso
y becaria de tu andar,
yo sólo vine a por el bronce,
que mi meta es el instante,
y más que a reír o llorar,
nos vinimos a gozar.
ivagínate dónde podemos llegar.
ResponderEliminartan lejos como alcancen las ganas
las rabias
El resto es importante pero no imprescindible.
F.